Los colores de la montaña, de Carlos Cesar Arbeláez

Si leemos la sinopsis en cualquier medio de información, la película es la historia de tres chavales a la captura de un balón de futbol que les ha caído en un campo minado. Si Los colores de la montaña, ópera prima del colombiano Carlos Cesar Arbeláez, fuese solamente esto, estaríamos ante un inolvidable drama filmado en Antioquia, en la parte andina de Colombia. Pero más allá del conflicto infantil que presenta, la historia tiene como telón de fondo la violencia inherente a una Colombia compleja. Los enfrentamientos cotidianos y los deseos de niños y adultos, demasiadas veces frustrados, envueltos en un macrocosmos sin salida, donde el horror sobrevuela día a día la fragilidad de los protagonistas. La maestra, con no más de una veintena de alumnos de cinco grados  distintos en la misma clase, cada día tacha alguno de la lista porque sus familias han huido o simplemente han muerto asesinadas. Las violentísimas relaciones dentro de esas familias, donde las mujeres guardan siempre silencio porque su condición social no es más importante que la de la vaca que les da sustento. El drama de los desplazados por una guerra enquistada donde la dura realidad impone a todos sus particulares reglas de terror y los campesinos son acosados permanentemente y demasiadas veces asesinados por militares, paramilitares o guerrilleros de las FARC.

Para bien o para mal, el Cine ha caído muchas veces en la tentación de contar la guerra desde la mirada de la inocencia infantil. Pero también es cierto que las formas de abordar la violencia y de humanizar la guerra son muy variadas, y solo algunos cineastas logran implementar una sensibilidad especial sin caer en el maniqueísmo y la manipulación del espectador. En Los colores de la montaña los auténticos protagonistas son los niños, y la guerra es solo el telón de fondo donde sobreviven con sus ilusiones que probablemente jamás lleguen a alcanzar. Uno de los  momentos de mayor tensión del film es cuando los tres muchachos, Manuel, Julián y Poca Luz, tratan de recuperar el preciado balón suspendidos de una cuerda que pende de un árbol. En ese momento el público gira la cara o cierra los ojos, no quiere ver que alguno caiga al suelo y pise accidentalmente una mina.  Carlos Cesar Arbeláez se hace con el espectador construyendo con sensibilidad sus personajes, y consigue una película emotiva porque deja la violencia más agria fuera del cuadro, a través del sonido del helicóptero policial, de los silencios, del mural del colegio o de un simple camina, no te des la vuelta, no mires atrás de la maestra al alumno, lo que probablemente hace esa violencia, si cabe, más efectiva.  Ofrece una mirada privilegiada a una realidad a la que asistimos demasiadas veces desde la lejanía de nuestro televisor, y lo hace con ausencia de cualquier tipo de componenda moralizante o ilusoria. Una película, además, realizada con un presupuesto irrisorio y con medios muy rudimentarios, pero que tiene la virtud de no dejar indiferente a nadie a pesar de, o gracias precisamente a, la belleza y la sencillez con la que se aborda esa  durísima realidad a la que sobreviven miles de personas cuyas existencias parecen olvidadas por el resto del planeta.

9 comentarios en “Los colores de la montaña, de Carlos Cesar Arbeláez

  1. ya vi esta película hace un tiempo. sin lugar a dudas es la dureza de la guerra y el narcotráfico que afecta a los niños y hasta las cosas más simples de la vida. la recomiendo, aunque te deja el gustito amargo de la frustración en el alma, pero esos son los colores que a veces, en circunstancias «normales» no vemos.

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  2. Me dejó echo polvo y lo más alucinanate es que pienso que no intenta contar la violenta guerra en Colombia, porque el tema de lapeli es el crio que quiere ser un gran portero y pintar los colores de la montaña. Me llegó al alma la escena del cumpleaños, la ilusión que le hace el balón y cuando la profesora le regala los lápices de colores. Lo que pasa es que para contar eso le ha salido así. Te explicas muy bien cuando dices que la violencia es el telón de fondo. Hace falta que nos lo recuerden aquí para apreciar lo que tenemos en estos tiempos turbulentos

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  3. Ya había leído alguna otra reseña bastante positiva, compa Babel, de esta peli que, salvo que tenga la inmensa suerte de que la gente de Filmin la ponga en su catálogo (y, a día de hoy, no está anunciada en su programación), voy a tener bastante complicado poder ver. En todo caso, su temática y origen me han hecho recordar, salvando las distancias, el precedente de Golpe de estadio, del colombiano Sergio Cabrera, del año 98: ahí también, fútbol y conflicto bélico-político del país hacían buenas migas, aunque, eso sí, con una componente de comedia mucho más acusada (en ésta no creo que el toque cómico brille, precisamente, por su presencia…).

    Un abrazo y buena tarde de domingo.

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  4. Jorge, Betiacu, supongo que no se puede contar una historia en Colombia hoy sin el telón de fondo que muestra la película.Pero el hilo narrativo siempre son los niños, y el decorado las durísimas condiciones en las que sobreviven. Lo mas logrado, la honestidad con que narra el director y que logre un film tan notable con escasísimos recursos.

    Manuel, en nada supongo que estará en dvd o en el plus. Yo trataré de ver Hermanos, si no la han quitado de cartelera, o más adelante. Me alegro que te guste el nuevo aspecto, aunque todavía faltan detalles por terminar.

    Saludos a todos

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  5. El punto de vista del niño se puede considerar un recurso facilón o efectista para una película. Pero, sin entrar en esta que no he visto pero me interesa en cuanto he leído tu entrada, sería un maldito mentiroso si no admitiera que estas historias me «demuelen»: el cine de Jafar Panahi, el de Bahman Ghobadi. Eso, demoledor.
    Saludos

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  6. Me gustó muchísimo, ya lo sabes. Es una película dura, pero el hecho de vvirlo todo a través de los ojos de los niños la hace más llevadera. Su principal preocupación es la pelota nueva, todo lo otro es secundario. Las interpretaciones son francamente buenas. Un beso, BABEL.

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  7. Licantropunk, pues esta tiene poco que envidiar en cuanto a sensibilidad inherente a los cineastas que apuntas. Para mi, de las más demoledoras, La vida es bella. Por muchas pestes que se lancen contra ella, me cautivó totalmente. Inolvidable.

    Jordi, pues tu reseña previa tiene bastante culpa de que me decidiese por ver esta película, así que te agradezco la recomendación.
    Las interpretaciones… naturalidad y espontaneidad. Lo que hay y nada más.

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