De puntillas y sin ruido, con tres años de retraso desde la fecha de producción, ha pasado por cartelera esta ópera prima con tintes autobiográficos escrita y dirigida por Ouine Leconte, cineasta nacida en Corea, al igual que la protagonista, pero criada en Francia por unos padres adoptivos que la sacaron a los nueve años de un orfanato cerca de Seul.
Cierto es que el tema del abandono infantil ha sido más que recurrente en el cine. Sin embargo, la joven directora se estrena marcando unas cuantas diferencias. La vida de este particular orfanato, católico para más señas, es mejor que en muchas instituciones privadas occidentales de pago; la comida y los regalos, abundantes; la clásica rivalidad entre las chicas, aquí todo camaradería, y el personal se muestra atento y genuinamente preocupado por el bienestar de las niñas.
Es más, todos los detalles ante los que el espectador occidental espera que el guión encamine por derroteros sentimentaloides van abortando a lo largo de la película. Las manchas de sangre, que podrían inducir alguna catástrofe venidera, culminan en una nueva relación de amistad; el juego nocturno, a hurtadillas de las cuidadoras, que en cualquier otra producción desencadenaría una trama paralela, jamás será descubierto ni intervendrá en el destino de la protagonista más allá de contribuir a su madurez y toma de conciencia de la situación; o la particular y justificada rebeldía de la chica más veterana no tendrá el final trágico que cabría esperar en otra producción al uso.
Lo que de verdad es una auténtica sorpresa es cómo la película se las arregla para, casi sin palabras, sin estridencias ni efectos añadidos, sin adornos ni golpes de efecto, ofrecer una crónica emotiva que muestra la incomprensión y la crudeza del abandono infantil y la posterior adaptación a la vida en el orfanato sin recrearse innecesariamente en el drama de la pequeña.
Sencilla y sin pretensiones, escasa en presupuesto y sin apenas promoción, resulta ser uno de los films más elocuentes de la cartelera, para el que tenga la suerte de poder todavía encontrarla en alguna recóndita sala de nuestra geografía.
¡Babel, qué bien leerte!
… Haces que sea sugerente.
Apetece verla.
Me llamó la atención cuando apareció en las salas (ahora creo que he perdido la oportunidad) pero no me decidí a verla.
Ahora sé que cuando aparezca en otros formatos o la proyecten en algún ciclo, festival u otro tipo de sala… tengo que acercarme sin duda alguna.
Besos
Hildy
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Oye, sabrías donde puedo verla? Me apetece muchísimo, no eres la única que me la ha recomendado y ayer estuve mirando en cartelera y creo que ya no está. Me alegra leerte. Saludos.
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La hacían solo en los Yelmo, pero he mirado y ya no. Creo que no te quedará otra que buscar el DVD o esperar a los d´Or o la filmo. Salut 😉
Hildy, es buena buena esta película. Y la niña está tremenda en el papel. Si puedes, no te la pierdas. Besos!
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Pues sí que suena sugerente, compa Babel, vaya que sí. Y es que creo que tenemos tan asentado el cliché de asimilar el cine asiático a tremebundez, ya sea en lo dramático, en lo violento o en lo terrorífico, que debe sorprender encontrarse con una propuesta que, como ésta, opta por un tono más sosegado. A ver si hay ocasión…
Un abrazo y buena semana.
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Pues por aquí no la han estrenado. Esperaré al DVD. Un beso, BABEL.
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Sí, seguro que es difícil encontrarla pagando: ¡qué paradojas! Y, ¿por qué tanto cineasta/escritor/artista «criada en Francia» logra atención mundial? ¿Qué tratamiento recibe la cultura en Francia? ¿Cuántas mentes exiliadas tienen reconocimiento allí? Aquí sólo nos fijamos en que los superamos en los deportes y sacamos pecho desde el sofá, delante del televisor: así nos va.
Saludos.
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