Bright Star, de Jane Campion

Brigh Star, la última propuesta de la multipremiada Jane Campion por El Piano, brilla más en su aspecto formal y como retrato del romanticismo literario que en el puramente argumental. La película relata los últimos años del poeta británico John Keats, uno de los exponentes de la literatura romántica inglesa junto a Lord Byron y Shelley. Poeta maldito, murió en 1821 a los 25 años, de tuberculosis, inconsciente de la repercusión de su obra y sin poder ver sus poemas publicados, ya que no sería hasta 1841 cuando su amigo y mentor Charles Brown entregaría copias de los originales y de la correspondencia con Fanny Brawn a Richard Monckton Milnes, días antes de partir para Nueva Zelanda en busca de un futuro más prometedor para él y para su hijo. Brigh Star no es un biopic de la vida del poeta, la película se limita al relato del romance de los últimos tres años de la vida de John Keats (Ben Wishaw) con Fanny Brawn (Abbie Cornish). Él, soñador idealista, y ella, con una visión de la vida mucho más pegada a lo cotidiano, no parecían predestinados a romance de semejante calibre, pero el destino, árbitro impredecible, les condujo del mismo modo que quiso que su felicidad acabara antes de tiempo. Lo cierto es que lo más interesante de la película no reside en la narración del apasionado romance, pues hoy día resulta casi imposible sentir empatía con este tipo de historia, muy pegada a la época victoriana y al modo de entender la poesía por la corriente romántica, casi siempre presa de la desgracia y el dolor, como si el amor no pudiese alcanzar su plenitud sin estar exento de todos estos tormentos. A pesar de ello, Jane Campion exhibe todo un ejercicio de contención narrativa, sin ceder en exceso a las convenciones morales y estéticas asociadas al concepto de existencia de la que hace gala el romanticismo, aunque resulta casi imposible sucumbir a la amorosa entendida como ideal que transciende de lo fugaz del mundo físico para él, pero que inevitablemente termina atrapada en la realidad tangible desde la perspectiva de ella y, por tanto, condenada a todo tipo de sufrimientos.

Pero aunque argumentalmente para muchos resulte un tanto forzada en cuanto a relación extremadamente idealista y ajena a cualquier concepto actual, la película es, sin duda, una de las propuestas más dignas de la cartelera, cuyo interés supera a los personajes para pasar a situarse en la factura formal y cinematográfica a la hora de retratar el romanticismo como corriente revolucionaria inmersa en la época victoriana. El espectador que acuda predispuesto a dejarse llevar por las imágenes, que en este caso expresan por sí solas mucho de cuanto pretende transmitir la película, encontrará en Brigh Star un mundo de sutilezas y sensibilidad difícil de contemplar en el cine actual, la mayoría de veces preso de efectos informáticos que sustituyen a la narración cinematográfica en estado puro como es el caso de esta película. Porque por contra, la película exhibe clasicismo en todas y cada una de sus secuencias, y los efectos son casi siempre fotográficos, desde el comienzo, con la aguja de coser, un extraordinario primer plano, hasta el final, cuando las cartas y notas aparecen y desaparecen de la pantalla entre imágenes de la campiña inglesa. Sentarse a ver Bright Star es asistir a un extraordinario espectáculo de manejo de la cámara como principal baluarte a la hora contarnos esta historia de sentimientos y pasión de los protagonistas. La niña Toots, hermana de Fanny (Edie Martin), es la mayor parte de las veces quien da pie a los cambios sentimentales y a los momentos clave de la película, junto a selectivos desenfoques que son un auténtico placer para la vista.

A todo ello se suman los diálogos, un torrente de metáforas, ironía y muchas veces mala leche, sobre todo entre ella y el mentor del poeta, extraordinario trabajo de  Paul Schneider interpretando al soez Mr Bown, que se contraponen con el tono poético de los amantes en un auténtico ejercicio de imaginería lingüística de la que seguro disfrutarán quienes dominen el inglés a la perfección, el resto nos tenemos que conformar con los subtítulos que demasiadas veces intuimos quedan extremadamente cortos. Como plus añadido, el entorno de la campiña inglesa, paisaje necesario en el retrato de la literatura de la época, y unos secundarios tremendos, absolutamente integrados en cada momento de la narración, como si se tratase de los personajes de una pintura impresionista, que junto al uso de la luz, a la música o los decorados de interiores, hacen de Bright Star una película fascinante en cuanto al uso de elementos y  formas para transmitir ese universo romántico, tan bello y a la vez tan enfermizo, siempre desde una perspectiva muy realista, ingredientes todos que la convierten en una película sensible, emocionante y cargada de significado. Bright Star consigue ser casi como un poema de John Keats, frágil, delicada, etérea, sin dejar por ello de lado el retrato de la sociedad de la época y el papel de la literatura romántica como ejercicio libre de la poesía, en constate contraposición al corsé dictado anteriormente por la Ilustración, pero también como premisa del movimiento esteticista venidero del que Oscar Wilde sería elemento destacado. Tal vez le falta un recorrido más profundo en el personaje del poeta, hasta se podría decir que el personaje principal deja de ser muchas veces Keats y pasa a ser ella el hilo conductor, porque la narración adopta casi siempre el punto de vista realista de la muchacha que no puede alcanzar aquello que ama, pero este dejar de lado el biopic repercute en una buena visión de conjunto del impacto de la sociedad victoriana en la literatura y viceversa. Brigh Star es, versión película, como un poema de John Keats. Se podría decir que es al cine actual lo que el romanticismo de Keats a su época, a lo que cabe añadir que pocas veces una película ha logrado plasmar de manera tan precisa no solo el retrato de una época sino también el de su literatura.

Tres recomendaciones para cerrar 2009

Se acercan fechas navideñas y este blog se toma unas mini vacaciones hasta el año nuevo, no sin antes dejar algunas recomendaciones que, por razones de tiempo, no han cabido en una reseña completa pero que en mi opinión merecen al menos esta pequeña mención.

La fiesta salvaje se distribuye como un cómic aunque no es exactamente eso. Se trata de una adaptación gráfica hecha por Art Spiegelman de un poema erótico firmado por el neoyorkino Joseph Moncure Marche en 1928. El autor también fue ensayista y columnista para New York Times y New Yorker, y es más conocido por otra de sus obras, The Set-up, un poema largo sobre boxeo que fue adaptado por Robert Wise para el cine. Tras su éxito, Moncure se trasladó a Hollywood, donde escribió y adaptó numerosos guiones, entre otros para Howard Hudges.

La fiesta salvaje es un poema largo a base de pareados, un clásico perdido que fue censurado tras su publicación en Estados Unidos por pornográfico, hecho que le llevó a convertirse en una obra de culto. No se recupera hasta 1968, año en que se publica junto a una pequeña biografía, pero en una versión censurada que elimina cualquier referencia antisemita. Esta es  su primera edición en España, a cargo de Mondadori,  y salió a la venta el pasado noviembre. Ambientado en los locales de jazz de los años 20, supone una avanzadilla del cine negro venidero de tono ciertamente pulp. Una reina del vodevil, un payaso homosexual y un escritor, Black, se entremezclan para tejer el retrato del ambiente lumpen de los tugurios musicales de la época; una época que hoy se nos presenta como baluarte del romanticismo y que ha ocupado numerosas páginas del cine y la literatura. Sexo, alcohol, violencia conyugal y prejuicios  sexuales y raciales son hilvanados por el autor en este poema en casi 100 páginas de ritmo vertiginoso, donde asoman influencias del expresionismo alemán y del incipiente cine negro norteamericano.  Las poderosas ilustraciones de Art Spiegelman a base de ángulos y curvas desgarradas pero a la vez elegantes, todas en blanco y negro, combinan a la perfección con el tono underground del trabajo.

La segunda recomendación es también un libro. Ya sé que no tengo perdón, porque todavía a estas alturas no he visto la película, cosa que haré en cuanto tenga algo de tiempo y me sea posible. De cualquier  modo creo que no se ha dado suficiente importancia a la novela de Francisco Pérez Gandul, ensombrecida quizás por el éxito, seguramente justificado, de su adaptación a la pantalla. Porque además de ser un buen libro de género, Celda 211 es un relato fantásticamente narrado y con un sorprendente manejo de la voz narrativa que merece su lectura independientemente de haber visto la película. Su estructura está compuesta a base de monólogos que se alternan en sucesivos capítulos con el relato de las situaciones, todos escritos en primera persona que  a su vez corresponden  a los personajes del relato. Cada uno está  hecho con estilo literario y registro lingüístico distinto, acorde con el personaje que en cada momento vive las diversas situaciones, hecho que difícilmente puede recoger un guión de cine que, por lo que he podido leer, se ciñe al desarrollo de los hechos de manera más o menos fiel, pero que no nos traslada a la piel de cada uno de sus personajes como tan bien logra hacer el libro. Y si la película es un oasis dentro del cine patrio de género, la novela merece ser destacada en el actual panorama de la narrativa española contemporánea.

Y la última recomendación, para no perdérsela y muy acorde con las fechas es la última producción de Spike Jonze estrenada recientemente en los cines: Donde viven los monstruos. Una adaptación del clásico infantil obra de Maurice Sendak, publicado por primera vez en 1963 y que ha reeditado Alfaguara. Cuenta la historia de un niño rebelde y muy poco paciente que se escapa tras una discusión con su atareada madre y se interna en el bosque en busca de la Tierra de las Cosas Salvajes, donde poder dar rienda suelta a su imaginación y a sus travesuras. La película mezcla técnicas de animación informática con muñecos reales y se puede disfrutar en familia, aunque con reservas para el público demasiado pequeño. Tiene un toque muy poco convencional, grandes dosis de imaginería y sólo se le escapa algún tono excesivamente moralizante que desmerece el conjunto; conjunto que a pesar de todo hace merecer la entrada pagada en la sala. Una fábula sobre la infancia y el crecimiento que, además de resultar visualmente fantástica, explora sentimientos humanos con grandes dosis de realismo (de ahí que tal vez no sea demasiado recomendable para llevar a niños muy pequeños). Los personajes y sus conversaciones no solo están muy bien trabajados, sino que son de una profundidad psicológica notable. Me gustó especialmente el diálogo sobre la muerte del Sol, pero hay muchos elementos del guión que no tienen desperdicio y que van bastante más allá del simple relato del libro, pues consigue llevarnos muy de cerca a la mente de un niño hiperactivo como es el protagonista. Es un trabajo en el que guión, dirección, puesta en escena y banda sonora confluyen casi a la perfección escena tras escena, aunque quizás el excesivo perfeccionismo le resta naturalidad y credibilidad suficiente para llegar a conmover.

Felices fiestas a todos y hasta  el año venidero 😉

Noción de patria, Mario Benedetti

Cuando resido en este país que no sueña
cuando vivo en esta ciudad sin párpados
donde sin embargo mi mujer me entiende
y ha quedado mi infancia y envejecen mis padres
y llamo a mis amigos de vereda a vereda
y puedo ver los árboles desde mi ventana
olvidados y torpes a las tres de la tarde
siento que algo me cerca y me oprime
como si una sombra espesa y decisiva
descendiera sobre mí y sobre nosotros
para encubrir a ese alguien que siempre afloja
el viejo detonador de la esperanza.

Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas
que se ha vuelto egoísta de puro generosa
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el momento
de decir adiós a algunas presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
donde la indiferencia sea una palabra obscena.

Confieso que otras veces me he escapado.
Diré ante todo que me asomé al Arno
que hallé en las librerías de Charing Cross
cierto Byron firmado por el vicario Bull
en una navidad de hace setenta años.
Desfilé entre los borrachos de Bowery
y entre los Brueghel de la Pinacoteca
comprobé cómo puede trastornarse
el equipo sonoro del Chateau de Langeais
explicando medallas e incensarios
cuando en verdad había sólo armaduras.

Sudé en Dakar por solidaridad
vi turbas galopando hasta la Monna Lisa
y huyendo sin mirar a Botticelli
vi curas madrileños abordando a rameras
y en casa de Rembrandt turistas de Dallas
que preguntaban por el comedor
suecos amontonados en dos metros de sol
y en Copenhague la embajada rusa
y la embajada norteamericana
separadas por un lindo cementerio.

Vi el cadáver de Lídice cubierto por la nieve
y el carnaval de Río cubierto por la samba
y en Tuskegee el rabioso optimismo de los negros
probé en Santiago el caldillo de congrio
y recibí el Año Nuevo en Times Square
sacándome cornetas del oído.

Vi a Ingrid Bergman correr por la Rue Blanche
y salvando las obvias diferencias
vi a Adenauer entre débiles aplausos vieneses
vi a Kruschev saliendo de Pennsylvania Station
y salvando otra vez las diferencias
vi un toro de pacífico abolengo
que no quería matar a su torero.
Vi a Henry Miller lejos de sus trópicos
con una insolación mediterránea
y me saqué una foto en casa de Jan Neruda
dormí escuchando a Wagner en Florencia
y oyendo a un suizo entre Ginebra y Tarascón
vi a gordas y humildes artesanas de Pomaire
y a tres monjitas jóvenes en el Carnegie Hall
marcando el jazz con negros zapatones
vi a las mujeres más lindas del planeta
caminando sin mí por la Vía Nazionale.

Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
y es una linda vacación
es un rapto de imágenes
es un alegre diccionario
es una fácil recorrida
es un alivio.

Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.
La nostalgia se escurre de los libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur
mi alrededor son los ojos de todos
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al margen.

Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio desconcierto.

(Mario Benedetti, 1963)

Siniestras Amadas, de Jack Mircala

2009 es el año conmemorativo del bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe. Con motivo del acontecimiento, es más que previsible que a lo largo de los próximos meses podamos asistir a una amplia batería de exposiciones, coloquios u otros actos evocadores de su obra, al tiempo que las editoriales aprovecharán para poner a nuestro alcance una variada colección de re-ediciones, estudios o ensayos sobre el autor. Dentro de todo el dispendio de medios proyectado, me ha parecido muy interesante la obra gráfica de Jack Mircala, “Siniestras Amadas, 22 delirios necro-románticos de Edgar Allan Poe», un libro ilustrado que reúne poemas y textos invitando a descubrir un Poe más allá de sus conocidos relatos de terror o misterio (conocimiento que se debe, en alguna medida, a la contribución del mundo del cine), y que plasma con gran belleza su universo más poético, en ocasiones melancólico o triste, otras veces eufórico y emocionado.

Jack Mircala nos brinda su particular visión de los retratos de Annabel Lee, Frances Sargent Osgood, Letitia Elizabeth Landon o Sarah Helen Whitman, junto con el de las mujeres arquetípicas más sorprendentes del universo narrativo de Poe, como Morella, Ligeia o Berenice. Esta versión-recopilación, ilustrada con un estilo expresionista bastante cercano a la estética de Tim Burton, está realizada utilizando una particular técnica de dioramas tridimensionales a base de cartulinas cuidadosamente coloreadas con lápices de colores y otros materiales convencionales, a partir de las cuales se compone un pequeño mundo de maquetas a modo de teatrillo que posteriormente  Mircala fotografía para obtener sus efectos tan característicos. El resultado es un trabajo que da una visión muy personal de esas musas femeninas, ciertamente original y apartado del paradigma estético de terror que habitualmente acompaña la obra de Poe; un trabajo hermoso, lírico y sensible, de un romanticismo idealizado siempre elegante y de asombrosa factura plástica.

A Mircala le ha llevado 6 años preparar esta obra ilustrada en la que los textos originales en inglés han sido traducidos por el propio autor, que no sólo se dedica a la ilustración sino que se prodiga como autor de cuentos y poemas dirigidos casi siempre al público joven, entre ellos “El acertijo de Valpul” (Premio Lazarillo de Ilustración 2000, editado por Ediciones Sins Entido), o “Ciudad Monstrualia” y “Gamusoides Mircalianos” (editados ambos por Hiperión). También ha colaborado con diversas editoriales españolas y realizado numerosas exposiciones, entre las que destacan sus trabajos en 2001 y 2006 para la Semana de Cine Fantástico de San Sebastián, el Festival de Cine de Terror de Cáceres en  2007 y la que actualmente le ocupa, ya que desde el 22 de enero, organizada por la editorial Sins Entido, se exponen en Madrid los retratos de las musas de Poe creados por Mircala, con las maquetas originales de cartulina utilizadas para las ilustraciones, todo ello junto a una serie limitada de las reproducciones digitales que han dado origen a este estupendo libro.

Modotti, una mujer del siglo XX (Angel de la Calle)

Tina Modotti fue, sin duda, una mujer muy adelantada a su tiempo. De origen italiano, emigra a EEUU con sólo 17 años y comienza sus trabajos en un arte todavía incipiente en 1913: la fotografía. Allí conoce a Edward Weston, con quien se traslada a México en 1922, ciudad que dará la oportunidad a Tina de codearse con la vanguardia del arte del momento y hacer amistades como Diego Rivera, Siqueiros, Blanca Brum o Frida Kalho, En 1927 ingresa en el Partido Comunista para apoyar la lucha de Sandino, y un año más tarde conoce a Julio Antonio Mella, dirigente cubano que será para ella más que una amistad, con el que colabora en la fundación del Partido Comunista cubano. En 1930, acusada de conspiración para asesinar a Pascual Ortiz Rubio, el entonces presidente Mexicano, es expulsada del país.

Alemania, la Unión Soviética y España serán sus siguientes destinos. Cuando estalla la Guerra Civil española, se alista como voluntaria en el Quinto Regimiento a través de las Brigadas Internacionales hasta el fin de la guerra, año en el que regresa a México debido a su persecución en Europa para continuar su actividad política antifascista hasta 1942, cuando fallece de un infarto.

Basado en la biografía escrita por Elena Poniatowska, el salmantino Angel de la Calle publicó en formato de novela gráfica dos entregas sobre la vida de la fotógrafa, que fueron reeditados el pasado año por Ediciones Sins Entido en un sólo volumen de tapa dura bastante cuidado. En ese tiempo, en México, se encontraban algunos de los personajes pioneros de las letras, imágenes y pasiones del mundo por venir. En el libro descubrimos una mujer insólita, con una vida intensa, bohemia, romántica, plagada de intrigas políticas, aventura y romanticismo en esa época en la que se moría y se vivía creyendo construir un mundo mejor. Modotti es una mujer apasionada que se come la vida y a su tiempo, es la fotógrafa, la estrella del cine mudo, la modelo de pintores y fotógrafos, la amante de Weston, del muralista Xavier Guerrero, de Mella o del comandante español republicano Carlos, la agente del servicio secreto soviético, la heroína antifascista en España, la amiga de Rivera, de Machado, de Neruda… y es la artista, la fotógrafa vanguardista por excelencia, profesión y pasión que forman parte de su vida con su cámara a cuestas.


El cómic de Angel de la Calle, a caballo entre el diario personal y el documental, consiguió el Premio de la Crítica en 2005 y fue nominado como mejor obra en el Salón del Cómic de Barcelona ese mismo año. No es para menos, porque además del fantástico retrato de una mujer sobre la que merece la pena entretenerse un poco y de la que muchos desconocen su paso por esta humanidad, es un recorrido sin desperdicio sobre la época y los lugares donde la vanguardia del arte se forjaba para el futuro.

A la muerte de Modotti, Pablo Neruda le dedicó este poema:

Tina Modotti, hermana no duermas, no, no duermas:
tal vez tu corazón oye crecer la rosa
de ayer, la ultima rosa de ayer, la nueva rosa.
Descansa dulcemente, hermana.
La nueva rosa es tuya, la tierra es tuya:
te has puesto un nuevo traje de semilla profunda
y tu suave silencio se llena de raíces.
No dormirás en vano, hermana.
Puro es tu dulce nombre, pura es tu frágil vida:
De abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma:
De acero, línea, polen, se construyó tu férrea
tu delgada estructura.
El chacal a la alhaja de tu cuerpo dormido
aún asoma la pluma y el alma ensangrentadas
como si tú pudieras, hermana, levantarte,
sonriendo sobre el lodo.
A mi patria te llevo para que no te toquen,
a mi patria de nieve para que a ti pureza
no llegue al asesino, ni el chacal, ni el vendido:
Allí estarás tranquila.
¿Oyes un paso, un paso lleno de pasos, algo
grande desde la estepa, desde el don desde el frío?
¿Oyes un paso de soldado firme en la nieve?
Hermana, son tus pasos.
Ya pasarán un día por tu pequeña tumba,
antes de que las rosas de ayer se desbaraten;
Ya pasarán a ver los de un día, mañana,
donde está ardiendo tu silencio.
Un mundo marcha al sitio donde tú ibas, hermana
avanza cada día los cantos de tu boca
en la boca del pueblo glorioso que tú amabas.
Tu corazón era valiente.
En las viejas cocinas de tu patria, en las rutas
polvorientas, algo se dice y pasa,
algo vuelve a la llama de tu dorado pueblo,
algo despierta y canta.
Son los tuyos, hermana: los que hoy te dicen tu nombre,
los que de todas partes del agua, de la tierra,
con tu nombre otros nombres callamos y decimos,
porque el Fuego no muere.

* Fotografías: «Las manos del tirititero» (1929)/ «Campesinos» (1926)

Danza de la muerte

 

El Mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!

 

Se fueron los árboles de la pimienta,
los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.

Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.

 

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

 

Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.

Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.

No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!

 

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!

 

Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.

Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!

 

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!

 



Este poema fue escrito en diciembre de 1929, momento de grave crisis económica y política como consecuencia del hundimiento de la principal Bolsa norteamericana, y pertenece a la obra «Poeta en Nueva York» (1929-1930). Mucho ha llovido desde entonces y, si bien la situación actual poco o nada tiene que ver con la de antaño, nunca está de más revisarlo…

Poemas. Antonio Machado.

Por tierras de España

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.


La Pasión. Safo (Siglo IV a.C.)

Un igual a los dioses me parece
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
de cerca y cuando dulcemente hablas
te escucha, y cuando ries

seductora. Esto -no hay duda- hace
mi corazón volcar dentro del pecho.
Miro haci ti un instante y de mi voz
ni un hilo ya me acude,

la lengua queda inerte y un sutil
fuego bajo la piel fluye ligero,
y con mis ojos nada alcanzao a ver
y zumban mis oidos;

me desborda el sudor, toda me invade
un temblor, y más pálida me vuelvo
que la hierba. No falta -me parece-
mucho para estar muerta.

  • Tradución de J. Alsina, 1985