Edén al Oeste (Costa-Gavras, 2009)

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De entre los miles de inmigrantes que constituyen la Francia actual, hay uno que se llama Costa-Gavras. Es cierto que a él no le ha ido del todo mal en su patria de adopción, pero también lo es que el tiempo y la tendencia es que cada vez sean más aquellos que tratan de abrirse camino en la vieja Europa a la par que  los sentimientos de sus gentes se tornan menos generosos por el miedo (alimentado por ciertos sectores políticos); miedo al desempleo, a la cultura desconocida, a otras religiones, a otros colores de piel… Sin embargo no deja de ser un fortuna (para el sistema) el engrosamiento de la cadena productiva a base de los sin nombre y sin derechos, esos que se asan 12 horas diarias en invernaderos a cambio de casi nada, hacen los trabajos más ingratos en nuestras ciudades mientras aumentan las arcas públicas (y algunas privadas), nos limpian el culo y aseguramos nuestras prestaciones sociales o nuestras pensiones para un futuro no tan lejano.

Edén al Oeste es el viaje de Elías, que al igual que La Odisea comienza en algún lugar del mar Egeo, desde su Grecia natal, esta vez hasta Paris. Salvando las distancias con el protagonista, pues Costa-Gavras no es sino un inmigrante de lujo que probablemente comparta muy poco con el periplo que supone la aventura para Elías, quizás sea esta una sus películas más personales, que contiene mucha de la experiencia vivida en sus propias carnes o en la de sus compatriotas conocidos. Sin duda un exponente de la madurez actual del cineasta, cuya carrera derivó de un cine cien por cien político (“Z”, “Estado de sitio” o “Desaparecidos”) al realismo social y, sin dejar de lado esos contenidos de modo más o menos explícito, ha sabido ir puliendo el trazo grueso y la angustia de las situaciones recreadas e ir confiriéndoles ese finísimo sentido del humor que rebosa esta película, de tono eminentemente cálido, cercano a la parodia social cuando vemos a la misma persona en un primer momento excluida y abandonada medio desnuda a su suerte en medio de la nieve, cautivando a más de un mentecato (que giraba la vista ante los nuevos esclavos que el sistema económico pone a su disposición) una vez vestido con la chaqueta que le cede en herencia la viuda de algún burgués.

La interpretación de Riccardo Scamarciao se me antojó un Buster Keaton moderno capaz de mantener el papel casi sin diálogo pero con dominio absoluto de cada uno de los registros y gran expresividad corporal. Sin grandilocuencias, sin maniqueísmo, sin tragedia, podría ser el viaje de cualquiera de los que integran el colectivo de cerca de 25 millones de personas que hoy tratan de encontrar en Europa un lugar para una vida mejor. No será la mejor película de Costa-Gavras, pero se disfruta el viaje.

La desconocida (Giuseppe Tornatore, 2006)

Giuseppe Tornatore se dio a conocer hace ya algunos años por su mítica «Cinema Paradiso«, una obra sobre un viejo cine y los recuerdos de la infancia (todavía hoy tengo intacta en mi memoria la sensación que me causó la escena del muelle, o la de la tragedia en la plaza, o el final, uno de los más emotivos que he visto en el cine). Si bien «La Sconosciuta» (título original) nada tiene que ver con sus anteriores producciones, el hecho de estar firmada por el maestro italiano ya es, a priori, toda una garantía de buen cine. Y la verdad es que no decepciona lo más mínimo, porque nada se puede reprochar a esta su última propuesta; una película en la que el director se mueve como pez en el agua por diversos géneros cinematográficos: drama que desemboca en suspense, con algún atisbo de cine social (sin moralina ni maniqueísmo de ningún tipo) y policial para volver de nuevo al suspense y ofrecernos escenas finales sobrecogedoras.

La película trata la historia de Irena, inmigrante ucraniana que llega a algún lugar del norte de Italia huyendo de su reciente y oscuro pasado en busca de una segunda oportunidad en la vida. Allí la protagonista encuentra trabajo como niñera con una familia que tiene una hija pequeña aquejada de una extraña enfermedad neurológica que no le permite tener reflejos, con la que Irena va a establecer un vínculo especial. El director va descubriendo la historia de la protagonista en dos hilos narrativos diferenciados. Por un lado, su misterioso pasado, servido mediante justos y justificados flashbacks que permiten comprender la trama pero sin excesos en su uso; por otro, los verdaderos motivos de la estancia de Irena en la ciudad. Ambos no serán desvelados hasta casi el final del film, garantizando el suspense y la atención del espectador. Así, lo que comienza con atisbos de drama se convierte en un thriller psicológico que va ganando nuestra curiosidad con el paso de los minutos. Porque en esta cinta nada es lo que parece y el director juega hábilmente con el espectador en secuencias que van adquiriendo sentido a medida que la película avanza a través de un guión magníficamente orquestado para llevarnos poco a poco a su terreno. Nada en ella sobra, todas las escenas contienen esa información trascendente ofrecida en pequeñas y magníficas dosis que obligan a no perderse ni un segundo. La carga dramática, medida a la perfección y muy contenida, mantiene la tensión y consigue atmósferas repletas de intriga, al tiempo que nos muestra escenas crudas y frías de violencia sexual explicita para denunciar el infierno que actualmente viven miles de mujeres como Irena, sumidas en la esclavitud sexual.

La desconocida es un film sólido que se sustenta en un guión lúcido y magníficamente elaborado, desplegado con una fuerza poco usual que logra crear una atmósfera digna del mejor thriller europeo. Cuenta con muy buenas actuaciones, entre las que destacan, además de la protagonista (Ksenia Rappoport), la actuación de la niña (Clara Dossena), o la de Michele Plácido, que consigue poner los pelos de punta, e incluso Angela Molina en un papel secundario. La factura se completa con la excelente banda sonora a cargo del maestro Ennio Morricone; banda sonora a la altura de otras compuestas por él como Cinema Paradiso o La leyenda del pianista en el Océano, aunque para este caso ha sabido imprimirle  ese necesario toque más oscuro. La cinta se estrenó ayer viernes 26 de septiembre en España, a pesar de que fue rodada hace un par de años y acumula varios premios europeos. Confieso que la vi con cierto escepticismo, porque los últimos trabajos de Tornatore no estaban, en mi opinión, a la altura de lo que esperaba (es inevitable comparar después de una obra maestra como Cinema Paradiso); pero he de decir que, aún siendo una  trama difícil de seguir y que requiere mucha atención, no sólo no me decepcionó en ningún momento sino que no puedo más que recomendarla porque se trata de una película excelente.

Blind Shaft (Li Yang, 2003)

Li Yang es uno de esos jóvenes directores que pertenece a lo que la crítica ha bautizado como “sexta generación” o «generación urbana» de directores chinos, surgida después de los sucesos de Tian´anmen, para aportar un punto de vista casi siempre crítico tanto por lo que se refiere a la “vieja guardia” todavía en el poder, como a las recientes transformaciones y la occidentalización que aborda en la actualidad el país. Con no demasiados trabajos (Li Yang sólo ha hecho dos largometrajes hasta hoy), estos jóvenes cineastas resultan, sin embargo, imprescindibles dentro del actual panorama cinematográfico por dos motivos básicos: Por un lado, sus películas con temática social y tono semidocumental nos permiten hacernos una idea fiable de la actual situación de la sociedad en China que de otro modo solo intuiríamos; por otro, visto desde el punto de vista exclusivamente cinéfilo, esta joven generación está adquiriendo una altura (en cuanto a calidad se refiere) que eleva el cine de este país, a pesar de la constante censura, a uno de los mejores del recién comenzado siglo.Blind Shaft, ópera prima del director, trata la temática del movimiento demográfico del campo a la ciudad, del abandono de las zonas agrícolas por parte de la población y de su desplazamiento a zonas industriales y mineras. Es una película dura, terrible dibujo de la corrupción, del aprovechamiento y la picaresca por parte de todos de la buena voluntad de las gentes venidas de las zonas agrícolas, desconocedoras del nuevo medio en el que se mueven; gentes confiadas que mendigan un trabajo para un día en las plazas y no saben si lo tendrán mañana, pero que a pesar de todo siguen siendo conformistas con su modo de vida. En particular, un retrato cruel del durísimo mundo de los mineros del carbón, lo precario de sus empleos, la inseguridad en su trabajo y en su propia vida. De su día a día sórdido, de cómo han de recurrir a trabajos ilegales, de cómo todos, empresarios y trabajadores tratan de sacar tajada de la situación de necesidad de los demás. Una película que pone sobre la mesa y nos hace pensar sobre los límites de la honestidad y la maldad humanas cuando lo que está en juego es la propia supervivencia.El hilo narrativo es la historia de dos campesinos que, acuciados por la necesidad, se desplazan a trabajar en las minas de carbón. Los empresarios acuden a las plazas de las ciudades a contratar mineros en condiciones míseras. Ellos son hombres fuertes, jóvenes, por lo que no resulta difiícil que les contraten. La mayoría de estas minas, si bien tienen todos los permisos en regla, incumplen de modo constante la legislación en cuanto a horas, condiciones laborales y declaración de beneficios. Los dos amigos, conscientes de la situación, saben sacar tajada de las circunstancias, aprovechando su estancia en las minas para extorsionar a los empresarios fingiendo accidentes laborales falsos y obtener así una indemnización por mantener la boca cerrada sobre la muerte de pobres víctimas (generalmente estudiantes adolescentes que buscan trabajo en estas plazas); víctimas que ellos mismos seleccionan meticulosamente con unos originales criterios. Hasta que un día se deciden por un joven de sólo quince años al que uno de ellos comienza a tomar cariño.Lo interesante de la película, además de la crudísima crítica a la organización social china en la actualidad (de la que no se salva nadie, ni empresarios, ni trabajadores, ni estudiantes, ni el Estado), es que lejos de ser un film social con mensaje al uso, el director hace un tratamiento del drama con importantes dosis de humor muy negro y sin atisbo alguno de lágrima fácil, acompañado de muy buenas interpretaciones de todos los actores que logran que casi lleguemos a aceptar el menosprecio por la vida ajena de la que hacen gala tanto los protagonistas como los responsables políticos (en China todos los responsables son también responsables políticos) con tal de conseguir salir de ese mundo hostil en el que se encuentran. Hay momentos tiernos, como cuando el muchacho cuenta la historia de su familia y los motivos que le impulsan a estar allí. Otros, como la escena del aseo colectivo en barriles (improvisadas bañeras), son divertidos sin llegar a la comicidad. Y también los hay atroces y toscos: Minero a prostituta «Vosotras las mujeres podéis conseguir dinero con más facilidad. Simplemente dejáis que os follen y conseguís cientos de yuanes. ¡Y vosotras también os sentís bien! ¿Por qué sólo han de pagar los hombres? ¡Es injusto!» Prostituta a minero «No me lo preguntes a mí, pregúntaselo a Dios.»Blind Shaft, que significa algo así como «pozo ciego» no obtuvo autorización para ser exhibida en las salas comerciales de su país. Las razones parecen evidentes. Según algunas noticias, se consiguió terminar sin conocimiento de las autoridades oficiales que otorgan este tipo de permisos, rodando escenas sueltas a base de la autorización de diversos jefes locales que no conocían bien el conjunto de la película. Se nota que no se dispone de medios en numerosas ocasiones, y hay detalles que dejan la sensación de que alguna secuencia haya sido rodada por partes o en lugares distintos para encajar el puzle a posteriori. A pesar de ello, el conjunto es un buen trabajo de dirección, de fotografía y, por supuesto, de actores, y un repaso a la realidad social y concreta del país que la hace recomendable sin duda alguna.