La buena vida, de Andrés Wood (2008)

la-buena-vida-cartelAunque proyectado para mediados de marzo, el estreno en España de la última propuesta del director chileno Andrés Wood todavía no tiene fecha  definitiva en este país, a pesar haber obtenido el premio Goya a la mejor película extranjera en la sección de films de habla hispana en la pasada edición. Una película realmente interesante, que se mueve con cinco protagonistas, cada uno en busca de aquello que anhela, aunque ninguno de ellos finalmente lo logra. A Teresa (Aline Kupenheim), madre de Paula (excelente papel interpretado por la jovencísima Manuela Martelli), psicóloga que trabaja intentando salvar vidas entre las prostitutas de la ciudad, le sobrevienen los problemas cuando es incapaz de salvar los que tiene en su propia casa (ya se sabe; en casa del herrero, cuchara de palo). Edmundo (Roberto Farías), peluquero, soltero, vive con su madre Leonor (Bélgica Castro), hombre sencillo, cuyas únicas aspiraciones son sobrevivir y poder comprar un coche. Mario (Eduardo Paxeco) es músico y estudió en Berlín, ahora quiere entrar en la filarmónica, pero sus deseos se verán truncados en el laberinto de la burocracia. Y Patricia (Paula Sotelo) que sobrevive con su hijo pequeño en un apartamento desde el que se ve la ciudad, va cruzándose en su día a día con el resto de personajes, para los que su miseria resulta invisible.

Hablaba de cinco protagonistas, porque aunque la película nos refiere cuatro, recorren sus historias otro protagonista, quizás el principal. Ese quinto es la ciudad de Santiago de Chile, en cuya vorágine urbana se mueven sus vidas que se entrecruzan a diario entre bocinazos, frenadas de coches y las prisas por sobrevivir sin llegar nunca a encontrarse. Andrés Wood toma el pulso de la ciudad adentrándose en las relaciones y afectos de cuatro seres anónimos, todos distintos, que circulan por sus calles, teatros, instalaciones culturales o avenidas. El amor, la soledad, el trabajo, la muerte y los sueños son los temas pilares de un film que logra brindar una mirada humana y no exenta de profundidad del Chile actual y sus gentes.

Una mirada desde mi punto de vista imparcial, realista y bastante sincera sobre cuatro personajes que nos dibujan distintos niveles sociales en el Santiago actual, cuyos anhelos se sobrellevan de manera diferente en cada una de sus familias y el contexto que les ha tocado vivir. Los puntos fuertes de la película son el guión, las interpretaciones (me quedo con Edmundo y la niña Paula), la excelente fotografía y retrato de la ciudad de Santiago, y un meritorio montaje que entrecruza el día a día de los cuatro protagonistas con gran naturalidad y sin altibajos. Sobre si este retrato corresponde o no a la realidad de Chile, deberán opinar ellos mismos, pero a mí me dejó un buen sabor de boca y la sensación de que no dista demasiado de lo que ocurre en cualquier otro lugar, a pesar de los tópicos mediáticos o las distancias kilométricas. Recomendable.

El baño del Papa

Los hechos de esta historia son en esencia reales, y sólo el azar impidió que sucedieran como en la película se cuentan. Melo; pequeño pueblo del Uruguay rural y profundo, a escasos kilómetros de la frontera brasileña. 1988; un acontecimiento trastorna la vida de sus habitantes: el Papa visitará Melo. Según dicen, vendrán al menos 50.000 personas de Brasil. Sus gentes empeñan cuanto poseen para montar unos tenderetes con los que ofrecer comida, empanadas, tortas, souvenirs.. que les permitirá salir de su mala racha. Como si del cuento de la lechera se tratase, Beto construirá un baño público, esperando le reporte los pesos necesarios para comprar la moto que a la vez duplicará su capacidad para el contrabando (gracias al cual sobreviven la mayoría de los lugareños ).
El Papa llegó. Se estima que aquel 8 de mayo estuvieron en el acto algo menos de 8.000 personas, la mayoría de Melo. Se construyeron 387 puestos de venta de comida, y mucha gente había hipotecado sus casas. Hubo dos o tres que se suicidaron porque perdieron todo lo que tenían en el fallido negocio. De la masiva afluencia del país vecino, en realidad sólo llegaron cerca de 400 brasileños. Y casi 300 eran periodistas acreditados.Realizada en 2006, es la opera prima de los directores uruguayos Enrique Fernández y Cesar Charlones. La película se mueve entre la comedia social y el drama, y lo hace de modo inteligente, cercano, pegado a la vida misma, convirtiéndose en una seductora muestra de honestidad mediante una transparente narración del día a día de los protagonistas tal cual, sin demasiados artificios.Es una obra modesta, ajena a pretensiones moralizantes, en la que no hay héroes ni víctimas, en la que nadie es mejor ni peor que el vecino, sólo muestra a sus protagonistas, sin entrar a juzgar comportamientos ni tampoco justificarlos. Sin embargo, está repleta de matices y de expresividad, de emociones puras que se transmiten con sencillez. Una carga de profundidad sobre la capacidad humana para inmunizarse ante las situaciones más adversas, la batalla por mantener la integridad a fuerza de tropiezos, del esfuerzo por salir adelante a base de golpes muchas veces cómicos y, sin embargo, tiernos. Y de como se pueden medir con distinto rasero determinados comportamientos según de quien vengan; el eterno juicio moral, esta vez sin maniqueismo ni propaganda mediática.No es una obra maestra; tampoco es necesario que lo sea para resultar talentosa, necesaria. El elenco está integrado por actores profesionales y no profesionales de Montevideo y Cerro Largo, entre ellos, César Troncoso, Virginia Méndez, Mario Silva y Virginia Ruiz. Troncoso, quien interpreta a Beto, tiene una destacada trayectoria en el cine y el teatro en Uruguay. Desde 1992 ha trabajado en más de 20 obras teatrales y cuatro largometrajes, obteniendo un premio y cuatro nominaciones, aunque «El baño del Papa» es el primero donde encarna el rol protagónico. En 2003 fue elegido mejor actor cinematográfico por la Asociación de Críticos del Uruguay por su labor en «El viaje hacia el mar». La fotografía tiene destellos de brillantez y de enorme calidad, intercalados con otros que no los son tanto. Esto se nota al final del film, donde mezcla imágenes reales de la televisión con tomas del pueblo. Tal vez aquí naufraga la calidad del montaje y las escenas resultan menos reales y más inconexas. Con todo, estamos ante una pequeña gran película, tan sencilla como conmovedora, cruda pero empapada de poesía por momentos, tragicómica pero cercana y, tal vez lo más importante, logra desnudar sin manipulaciones una realidad que existe a la vuelta de la esquina de las grandes ciudades, a pesar de que en muchas ocasiones no sepamos verla.El cine uruguayo no es especialmente pródigo, ni reputadas son sus escasas producciones. Esperemos poder deleitarnos pronto con más creaciones que, si poseen algo de la magia y la humanidad de esta, tendrán mucho que decir y que aportar al cine contemporáneo. Vaya por delante esta pequeña muestra fotográfica de un film que, a pesar de sus carencias, realmente merece la pena.


Cidade dos Homens

Hace unos años, Fernando Meirelles nos deleitaba con la película «Ciudad de Dios»(2002), que lograba transportarnos a la profundidad de los barrios de Brasil en una excelente historia de esas que se te quedan grabadas para siempre. Su exitoso trabajo tuvo como resultado la serie de televisión «Cidade dos homens»(Ciudad de hombres), que consiguió emitir en 2007 la cuarta temporada en su país, y cuyos protagonistas son aquellos mismos niños de la favela de la colina de Rio de Janeiro, con unos años más. La serie creció a la vez que lo hacían ellos, Laranjinha (Darlan Cunha) y Acerola (Douglas Silva), que iban entrando en la adolescencia año tras año, episodio tras episodio, en una cultura impuesta por la violencia y dirigida por las bandas callejeras. En 2007, Paulo Morelli, co-fundador junto a Meirelles y Andrea Barata de la productora brasileña O2, escribe y dirige «Cidade dos Homes», película que sirve de colofón a la citada serie: Con el paso del tiempo, los chicos se han convertido en casi hermanos, el décimo octavo cumpleaños de ambos se acerca, Laranjinha se sumerge en la búsqueda de un padre que nunca conoció, mientras Acerola lucha por sacar adelante a su hijo de pocos años. De repente, se encuentran en lados opuestos de una guerra de bandas callejeras y los amigos de toda la vida se ven obligados a enfrentar un secreto de su pasado común.

«Ciudad de los Hombres» es una película más intimista que su original «Ciudad de Dios», de la que admiré sus giros de violencia realista y su fuerza visual, su rápida narrativa y su impactante descripción del mundo crudo y brutal que aterroriza las favelas, donde los jóvenes pistola en mano y las drogas son las estrellas, dibujo perfecto de la pobreza en toda su plenitud. En «Ciudad de Hombres» nada de esto sucede, la dimensión del relato no golpea la conciencia del espectador como antaño, porque más que un relato de violencia trata una historia de amistad y superación centrada en los sentimientos de los dos personajes protagonistas. Como si se tratase de elaborar un antídoto a la amoralidad que se siente en «Ciudad de Dios», la propuesta de Morelli es más reservada, cálida y falta de la brillante adrenalina del anterior film. La crudeza de antaño brilla por su asencia y se nota la intención del director de elaborar un producto más comercial, más cercano al gran público. No encontraremos ni una gota de sangre en las batallas callejeras, ni referencia alguna al tráfico de drogas más allá de algún personaje secundario fumando marihuana de modo esporádico. Tal vez haya ganado en puesta en escena, calidad fotográfica y elenco de personajes secundarios, pero mucho se ha perdido tambien del ritmo y autenticidad del trabajo anterior. Aún con todo, «Ciudad de Hombres» es una película que merece la pena ver.

Luz silenciosa

Diferente es el mejor calificativo que me viene a la mente para definir esta película del mexicano Carlos Reygadas, ambientada en un espacio bastante singular: una estricta y pacífica comunidad menonita asentada al norte de México, cuyos miembros hablan un curioso dialecto de origen germánico, el plautdietsch, lengua en el que está rodado el film. Los menonitas son una escisión del anabaptismo (movimiento alemán post-luterano y heterodoxo tanto del catolicismo como del protestantismo, que se autodenomina impecable -si, no pecan-, y rechazan por igual Estado e iglesia), seguidores de Menón, un predicador holandés del siglo XVI, que se rigen por rigurosas y estrictas normas, tanto materiales como morales. Es importante decir esto porque la película no informa en ningún momento de qué se está viendo, ya que se supone estamos en México y nos encontramos en realidad entre unos personajes blancos, rígidos cual almidón y un tanto pintorescos, como recién sacados de la holanda renacentista, que comienzan hablando en cuasi-alemán, que poco o nada tiene que ver con los habitantes autócotnos mexicanos, ante los que el espectador se queda un tanto perplejo por sus curiosas costumbres que pasan por mirarse de frente durante largos períodos del film y realizar extraños ritos, y cuyas relaciones se limitarían a su propio mundo interior y cerrado si no existiese la necesidad de cubrir ciertos bienes básicos.
La película comienza igual que termina: con un larguísimo amanecer (la misma escena con un atardecer al final del film) que entretiene la vista durante algo más de seis minutos; eso sí, todo un placer para los sentidos el magistral trabajo de cámara y fotografía a cargo de Aleix Zabe, que no sólo se queda en las imágenes de apertura y cierre: todo el metraje de dos horas de duración está impregnado de auténticos cuadros, obras de arte filmadas con maestría, utilizando luz natural, que logran ser lo más destacable del film y que, dicho sea de paso, en muchas ocasiones tienen poco que ver con el hilo de lo que en realidad se está contando.Por otra parte, la historia en sí misma no da para demasiado y es bastante tópica: un hombre tiene que decidir entre el amor de dos mujeres, una es su esposa y otra la segunda oportunidad que la vida le ofrece, la contradicción entre los deseos y el sentido del deber para con su familia de siete hijos, la lucha entre la fidelidad a sus convicciones o la lealtad para consigo mismo.. En definitiva, el eterno tema de tantos films narrado de forma un tanto original; eso sí, contemplado desde el punto de vista masculino y ciertamente parcial, porque me permito poner en duda la pacífica y racional empatía de la que hace gala esta comunidad en el caso de que la adúltera fuese ella y no su marido..De todas formas, da la impresión que el objetivo del director era tratar temas como el amor, el dolor, el sufrimento… en su estado puro, centrándose en una perspectiva mística sin entrar en las particularidades personales de los personajes. Aquí pordría ser coherente la propuesta escenográfica letargada, morosa y dilatada que recorre la película; pero, si este fuese el caso, el haber elegido una comunidad tan represiva, tan cargada de normas y -necesariamente- prejuicios, tal vez haya condicionado en demasía esos sentimientos que explora, pasando a ser las extrañas e interesantes relaciones entre los menonitas el centro de atención para el espectador.

Pues eso, una bella y artística película para contemplar disfrutando de su fotografía, de los planos, de sus paisajes y de las curiosidades que propone.. eso sí, con muuuuucha tranquilidad, sin pedirle más y, según la sesión que se elija, agenciándose un café bien cargadito antres de entrar en la sala.