Escondidos en Brujas (Martin McDonagh, 2008)

Martin McDonagh, director y guionista de esta película, cuyo estreno es inminente en España, es un hombre del teatro, como escritor y como director. En el terreno cinematográfico sólo ha trabajado en dos ocasiones: un cortometraje, Six Shoter, por el que se llevó un Oscar en 2005 y ésta, su primera incursión en el mundo del largometraje. Quizá por ello su film, aunque está lejos de ser una obra teatral llevada a la pantalla, tiende más a ganar la atención del espectador mostrando los sentimientos más primarios de los protagonistas que a dibujar un relato a base de sumar información para llevar al público a sus conclusiones. In Bruges (título original) es un film de violento, crudo y trágico en el que, desde las primeras escenas, en las que la cámara retrata muy de cerca las expresiones de los protagonistas con maravillosas tomas de la ciudad de Brujas como telón de fondo, se nota que no es una película más de las que engordan las listas de la cartelera. Colin Farrell y Brendan Gleeson interpretan a dos sicarios irlandeses, afincados en Londres, que acaban de aterrizar en Brujas. Su jefe (Ralph Fiennes) les ha ordenado esconderse en la ciudad y esperar órdenes tras un «trabajito» que ha salido mal. Ambos poseen caracteres muy opuestos,  por lo que no afrontarán del mismo modo la espera, conduciendo a la pareja de delincuentes a vivir una extraña y surrealista aventura en la que el director introduce tanto elementos de thriller como de comedia negrísima, otras veces de drama con algún toque romántico, para concluir con un final al más puro estilo del género negro, código de honor incluido.
Podría decir que los actores (todos) están impecables en sus papeles, que la dirección es brillante, que la trama se funde en perfecta simbiosis con el paisaje de Brujas, que el dibujo de los personajes es minucioso y no deja nada al azar, logrando que las situaciones más absurdas resulten enteramente verosímiles, que la fotografía es majestuosa, que la narración está fantásticamente llevada para ir descubriendo poco a poco cuál es la verdad de cada personaje y que logra entretener e interesar al espectador (a pesar de su pulso relativamente lento) sin necesidad de recurrir a elementos superfluos ajenos a lo que está contando… Todas estas afirmaciones serían ciertas porque , sin duda, Martin McDonagh se revela en este film como un cineasta muy a tener en cuenta, y su película, seguramente como una de las mejores del cine europeo reciente y del género; una película que puede hablarle de tú a tú a las mejores de Tarantino de quien, por otra parte, deja entrever su influencia.
Pero si hay algún elemento que creo que destaca por encima de todos los mencionados (y no quiero con esto menospreciar ninguno de ellos) es la calidad en la construcción del guión. Y, por supuesto, los diálogos. La trama entera, hasta casi el final, en el que aparece el personaje de Harry (el jefe, excelente actuación a pesar de su brevedad de Farrell) se sustenta en los diálogos entre los dos asesinos. Dentro de ellos se desarrolla toda la narrativa del film, cada una de las escenas y su desenlace. Unos, deliberadamente planeados para provocar los momentos de tensión o los giros narrativos. Otros, preparan el terreno para el conflicto, a pesar de que en un principio puedan parecer divertidos o triviales. Pero aquí ninguna palabra es banal, todas resultan necesarias y son utilizadas con la suficiente maestría para que tengan, además, una buena dosis de humor sin ni siquiera pretender la risa. Solos, los actores y sus conversaciones, sustentan casi todo el film.
En una película corriente, la mayoría hubiesen sido sustituidos por la acción y los efectos especiales. Porque lo cierto es que, en la mayoría de películas, los diálogos están dedicados casi por entero a enfatizar el argumento. Aquí, sin embargo, las palabras aparentemente irrelevantes establecen la personalidad del personaje, son en sí mismas suficientes, van desenvolviendo como un regalo poco a poco la película sin resultar evidentes, están siempre interrelacionados con el lugar donde pretende llegar el director y logran combinar con eficacia la belleza de su prosa con momentos de malintencionada imaginación. La mayoría de directores, sin este talento narrativo, necesitaría recurrir a planos violentos, a la sangre y a efectos añadidos para construir un film de estas características, porque sus conversaciones son pobres y son aburridas. En In Bruges los personajes casi siempre están hablando y casi siempre dicen cosas interesantes, ingeniosas, temibles o divertidas. Casi se podría decir que la película funcionaría del mismo modo tan sólo escuchándola. Id a verla y, después, imaginad tener que escuchar «El incidente», «El increíble Hulk» o a Stallone en «John Rambo»…

Prométeme (Emir Kusturika, 2007)


Cada vez que veo una película de Emir Kusturica me llevo la misma impresión: por un lado, refuerza mi imagen de este director como un personaje muy positivo, capaz de reírse de sí mismo y de su Yugoslavia, a pesar de la situación en la que se encuentra; por otro, un empacho tremendo de folclorismo que no me desagrada, pero que me provoca la misma sensación que cuando, de pequeña, una se atiborraba de pastel de merengue hasta la saciedad (y me encantaba!), llegando a ese punto en que la ingesta es tan grande que quedas extasiada, desbordada por lo grato, y prefieres no oír hablar del susodicho merengue en una larga temporada.

Sus excéntricos relatos sobre las tribulaciones de la vida en los Balcanes, a pesar de haber recogido críticas muy opuestas, han cosechado premios en casi todos los festivales de renombre, habiendo logrado ser de los pocos cineastas que ya poseen dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes.

Este último trabajo, «Prométeme», es puro Kusturica: Tsane, un joven pueblerino, viaja a Sarajevo con su vaca Cvetka a fin de cumplir las tres promesas que le ha hecho a su abuelo moribundo: Vender la vaca, comprar un icono y conseguir una esposa. Una cinta excéntrica, pintoresca, divertida, visualmente imponente, audaz en su desarrollo, y a la vez con un trasfondo absolutamente irónico, en el que se ríe descaradamente de los tópicos del capitalismo, de las potencias mundiales, de la Unión Europea y hasta de las controversias futboleras, dando una colleja política en más de una ocasión a la vieja Europa por su papel en la reciente guerra balcánica y, como no, al árbitro mundial, EEUU, cuando (a modo de ejemplo) en una escena entre dos mafiosos uno de ellos le dice al otro: «Hitler invadió Polonia por odio; ahora, las invasiones y las guerras se hacen por compasión».
Durante toda la película está omnipresente la música, mezcla de folclore, ritmos gitanos, punk y jazz; trabajo a cargo de su hijo, Stribor Kusturika, habitual colaborador de su padre en este terreno. La banda sonora martillea al espectador mientras la cinta es un sin parar de personajes a cual mas extravagante, como si estuviesen sacados de un cómic caricaturesco o de una película de Jeunet (algunos recuerdan bastante la estética de «Delicatessen»).
Recomiendo a los que vayáis a verla y no conozcáis nada de Kusturica, lo hagáis cuando estéis de buen humor, con ganas de ver una cinta diferente, colorida, disparatada, procaz y frenética. Porque depende mucho del estado de ánimo del espectador para que resulte una propuesta hilarante y muy original, o dos horas de humor tedioso (por lo excesivo) a los que haya que añadir el torpedeo constante del folclorismo musical. Los que conozcáis ya su cine, no encontraréis mucho de nuevo en este último trabajo: La excentricidad de los personajes de «Gato negro, gato blanco», la acidez humorística de «Underground», el frenesí narrativo de «La vida es un milagro» o la brillante dirección de «El tiempo de los gitanos»: Un compendio de todo Kusturica empaquetado en dos horitas de cuento hermoso con final feliz. Personalmente, no sólo me ha encantado, sino que me parece uno de sus mejores legados; sin embargo, mi acompañante, quien no había visto nada hasta ahora del cineasta, ha prometido venganza…

Fay Grim (Hal Hartley, 2006)

Después de diez años sin estreno alguno en España, Hal Hartley regresa con una secuela de su alabado film «Henry Fool«(1997), que se proyecta en nuestro país dos años después de su realización. Unas supuestas confesiones en forma de diario escritas por el citado Henry, que constituyen una amenaza para la seguridad de los EEUU, son el hilo conductor que compone el rompecabezas en el que navegan sus personajes. Fay es ahora la atormentada madre del hijo de Henry y pieza clave del film, al ser la única heredera a la que corresponde la propiedad de los cuadernos, hecho que la llevará a verse inmersa en una rocambolesca trama internacional de espionaje por parte de diversos países a la caza y descifre del contenido de lo escrito por Henry.

Sobre estos pilares, Hartley elabora un producto bastante entretenido y a la vez con momentos realmente divertidos, a caballo entre el thriller y la comedia pura, claramente revelador de las contradicciones sociales, y también políticas, que conforman la pérdida de esa seguridad a la que se habían bien acostumbrado los norteamericanos (y que vino marcada por la amenaza que supuso el atentado del 11-S), añadiendo a todo ello su especial toque personal, entre lo indie y lo underground, para dibujar con su acidez crítica la presencia casi omnipresente de los intereses norteamericanos en las diversas partes del mundo, rodeados de un bamboleo de espías, agentes, terroristas e insurgentes de países varios que conforman el espejo de las tensiones y aspiraciones de ese su mundo gobernado por los intereses de sólo unos pocos.

Pero, pero… Si bien Fay Grim nos deja entrever algunos lugares habituales de su anterior filmografía, se echan de menos demasiadas cosas en esta nueva andadura: los diálogos sencillos (a la par sugestivos) y tan geniales que componen el estudio humano de los personajes (muy logrados en «Henry Fool»), las texturas emocionales seductoras y absorbentes… Sobre todo, el retrato concienzudo de la complejidad de unos personajes con la piel pegada a la trama; trama que, por más que en «Fay Grim» trate de ponerle el turbo, desemboca en muchas ocasiones en lo ininteligible y otras en la verborrea fútil; un intento arduo para sorprender al espectador, pero sin lograrlo. La película no está exenta de momentos divertidos (como cuando la protagonista esconde en sus bragas el móvil en modo vibración… aunque a mí me recordó alguna peli de Lina Morgan!), originales (el múltiple uso de la cajita contenedora de la orgía), ingeniosos (la multiplicación de los cuadernos falsos, llegándose a dudar, incluso, de que existan los verdaderos) o magistrales (la actuación estupenda de Saffron Burrows como agente del Mossad). Pero, amén de estos momentos, la acción se pierde entre lo embrollado y lo desmedido, quedando el conjunto en un buen ejercicio de estilo, que adolece del magnetismo al que acostumbra Hartley y, lamentablemente, vacio.

Una chica cortada en dos

Confieso que esta película no me atraía en absoluto: la historia de una chica (monísima presentadora del tiempo en la TV) entre dos amores, el de un escritor entrado en los 50 y un joven rico, millonario y caprichoso, no está entre los argumentos que potencialmente me interesen demasiado. Si la he visto, ha sido tan sólo porque a veces, cuando vas al cine con más gente, se impone el criterio de la mayoría y frente a la opción de regresar a casa prefieres pasar el rato en la sala bien acompañada aventurándote a lo que venga después. Bendita mayoría pues, porque la película me ha sorprendido muy gratamente ya que, lejos de ser una comedia ligera y mojigata sobre amoríos entre ricachones y chicas a la caza de Visa, me encuentro con una historia retorcida, maliciosa y encantadoramente perversa, plagada de obsesiones y sutilezas; una mirada corrosiva e inteligente a la sociedad actual, a sus juegos de poder y al egoísmo e interés que mueven sus apuestas emocionales.

Claude Chabrol recrea, retrata cínicamente y a la vez con elegancia, la burguesía adinerada a través del microcosmos de los tres personajes, dibujando desde una perspectiva ciertamente mordaz y grosera su universo interior, su pesada moral, su sexualidad (distinguiendo la externa y la interna), su laberíntica interioridad sentimental de atracciones y odios, fiel reflejo de cierta esquizofrenia individual y colectiva de una sector social movido por la apariencia y el acecho de la libertad, el placer y, como no, el dinero. Y lo hace con un pulso lento al comienzo, pero que va in crescendo en su desarrollo, haciendo paladear al espectador la negrura de cada una de las situaciones, sin implicarse, a modo de espejo que refleja irónicamente esa realidad de tramas sociales y mentiras que lejos de ser una moralina es el retrato audaz de un sector social que, desde mi punto de vista, logra sobradamente. La película tiene, además, algunas escenas encomiables: la entrevista al escritor por el crítico de televisión, el encuentro entre la madre del millonario y la protagonista, y la escena final del espectáculo circense, auténtica recreación de cómo esa realidad anda dominada por la teatralidad y la farsa. Recomendable.

Allanamiento de morada

Mateo Gil dirige en esta pieza a un jovencísimo Eduardo Noriega y al actor de comedia Pepón Nieto, en la que narra cómo dos vendedores de enciclopedias a domicilio con pocos escrúpulos engatusan a su víctima, Rosa (Petra Martínez), con la excusa de ofrecer maravillosos regalos a fin de concluir su venta. Quizá hoy en día la gente está ya más alerta frente a este tipo de timos, pero hace pocos años no era inusual ver estos personajes puerta a puerta a la caza de amas de casa intentando colar la liebre. Divertido y bien interpretado, obtuvo varios premios en 1998. Está basado (según dice al comienzo del corto) en 1.749.358 casos reales (sólo en nuestro país) y en la propia experiencia del director, cuando trabajaba como vendedor de libros al tiempo que estudiaba.

Mateo Gil fue compañero de estudios de Alejandro Amenábar, al que conoce en la Universidad de Madrid, y cuya amistad le lleva a colaborar en sus tres primeros cortometrajes: «La Cabeza» (1991), «Himenóptero» (1992) y «Luna» (1995). Esta colaboración continuará con el paso de los años, ejerciendo de guionista para Amenábar en los largometrajes «Tesis«, «Abre los ojos» y ya en 2004 «Mar Adentro«, con la que obtiene el Goya al Mejor Guión Original. Como director, Mateo Gil tiene en su haber dos largometrajes: «Nadie conoce a Nadie» (1999), rodado y ambientado en la semana santa sevillana y «El Método«, adaptación cinematográfica de la obra de teatro «El Método Grönholm», por la que obtiene en 2005 el Goya al mejor Guión Adaptado. Recientemente ha colaborado en la adaptación televisiva de la serie «Películas para no dormir«, y en la actualidad se encuentra trabajando en una nueva película, «Pedro Páramo«, que espera estrenar hacia final de este año o principios de 2009.

El baño del Papa

Los hechos de esta historia son en esencia reales, y sólo el azar impidió que sucedieran como en la película se cuentan. Melo; pequeño pueblo del Uruguay rural y profundo, a escasos kilómetros de la frontera brasileña. 1988; un acontecimiento trastorna la vida de sus habitantes: el Papa visitará Melo. Según dicen, vendrán al menos 50.000 personas de Brasil. Sus gentes empeñan cuanto poseen para montar unos tenderetes con los que ofrecer comida, empanadas, tortas, souvenirs.. que les permitirá salir de su mala racha. Como si del cuento de la lechera se tratase, Beto construirá un baño público, esperando le reporte los pesos necesarios para comprar la moto que a la vez duplicará su capacidad para el contrabando (gracias al cual sobreviven la mayoría de los lugareños ).
El Papa llegó. Se estima que aquel 8 de mayo estuvieron en el acto algo menos de 8.000 personas, la mayoría de Melo. Se construyeron 387 puestos de venta de comida, y mucha gente había hipotecado sus casas. Hubo dos o tres que se suicidaron porque perdieron todo lo que tenían en el fallido negocio. De la masiva afluencia del país vecino, en realidad sólo llegaron cerca de 400 brasileños. Y casi 300 eran periodistas acreditados.Realizada en 2006, es la opera prima de los directores uruguayos Enrique Fernández y Cesar Charlones. La película se mueve entre la comedia social y el drama, y lo hace de modo inteligente, cercano, pegado a la vida misma, convirtiéndose en una seductora muestra de honestidad mediante una transparente narración del día a día de los protagonistas tal cual, sin demasiados artificios.Es una obra modesta, ajena a pretensiones moralizantes, en la que no hay héroes ni víctimas, en la que nadie es mejor ni peor que el vecino, sólo muestra a sus protagonistas, sin entrar a juzgar comportamientos ni tampoco justificarlos. Sin embargo, está repleta de matices y de expresividad, de emociones puras que se transmiten con sencillez. Una carga de profundidad sobre la capacidad humana para inmunizarse ante las situaciones más adversas, la batalla por mantener la integridad a fuerza de tropiezos, del esfuerzo por salir adelante a base de golpes muchas veces cómicos y, sin embargo, tiernos. Y de como se pueden medir con distinto rasero determinados comportamientos según de quien vengan; el eterno juicio moral, esta vez sin maniqueismo ni propaganda mediática.No es una obra maestra; tampoco es necesario que lo sea para resultar talentosa, necesaria. El elenco está integrado por actores profesionales y no profesionales de Montevideo y Cerro Largo, entre ellos, César Troncoso, Virginia Méndez, Mario Silva y Virginia Ruiz. Troncoso, quien interpreta a Beto, tiene una destacada trayectoria en el cine y el teatro en Uruguay. Desde 1992 ha trabajado en más de 20 obras teatrales y cuatro largometrajes, obteniendo un premio y cuatro nominaciones, aunque «El baño del Papa» es el primero donde encarna el rol protagónico. En 2003 fue elegido mejor actor cinematográfico por la Asociación de Críticos del Uruguay por su labor en «El viaje hacia el mar». La fotografía tiene destellos de brillantez y de enorme calidad, intercalados con otros que no los son tanto. Esto se nota al final del film, donde mezcla imágenes reales de la televisión con tomas del pueblo. Tal vez aquí naufraga la calidad del montaje y las escenas resultan menos reales y más inconexas. Con todo, estamos ante una pequeña gran película, tan sencilla como conmovedora, cruda pero empapada de poesía por momentos, tragicómica pero cercana y, tal vez lo más importante, logra desnudar sin manipulaciones una realidad que existe a la vuelta de la esquina de las grandes ciudades, a pesar de que en muchas ocasiones no sepamos verla.El cine uruguayo no es especialmente pródigo, ni reputadas son sus escasas producciones. Esperemos poder deleitarnos pronto con más creaciones que, si poseen algo de la magia y la humanidad de esta, tendrán mucho que decir y que aportar al cine contemporáneo. Vaya por delante esta pequeña muestra fotográfica de un film que, a pesar de sus carencias, realmente merece la pena.


Viaje a Darjeeling

Viaje a Darjeeling es en realidad un viaje a ninguna parte, porque Darjeeling no es un lugar concreto, porque Darjeeling es un tren que recorre la India de este a oeste, porque no se trata de un destino.. porque el destino nunca puede ser el medio que se utiliza para llegar a él.. o sí?. Pues ese es Wes Anderson, una rareza de director que no nos lleva a ningún sitio y a todas partes a la vez. Cult movie? Indie cinema? Postmodernismo?. Imposible encasillar a Anderson, cada nuevo film suyo es más sorprendente si cabe que el anterior. Cuenta, disfrazado de comedia absurda, las heridas del pasado que comparten tres hermanos que se reunen en el Darjeeting con ocasión de un viaje espiritual, aunque en realidad su objetivo es encontrarse con la madre que ejerce como misionera en la India, que no ha asistido al funeral del padre recientemente fallecido, que les abandonó siendo niños y de la que sólo uno de los hermanos tiene noticias mediante cartas.. En definitiva, la búsqueda de respuestas a la propia identidad, todo ello aliñado con los rasgos particulares de cada personaje, a cual más raro y extravagante.
La pelicula me parece muy acertada, personalmente he disfrutado bastante con el humor excéntrico que destila, que le aporta frescura y una fuerte personalidad. El color y la estética son otro de los puntos fuertes, tratados con máximo cuidado en el metraje, plagado de planos ocurrentes y extraños que dan esa original comicidad a situaciones que en realidad son profundamente dramáticas. Colorido, humor absurdo, diálogos aparentemente desquiciados, protagonistas con registros muy diferenciados y buenas interpretaciones de Owen Wilson, Adrien Brody, Jason Schwartzman, que me han recordado en muchos momentos situaciones parecidas al camarote de los hermanos Marx. Pues eso, Wes Anderson regalándonos otro film único con su inconfundible sello; una película agridulce, cien por cien cine, sin pretensiones comerciales y eso se nota.
A quienes no hayan visto nada de este director, es posible que al principio les cueste apreciar la gracia y el sentido a estas comedias que en realidad no son comedias, con personajes muy simples pero a la vez muy complejos por la riqueza de emociones implícitas que aportan, muchas veces perdidas en situaciones poco convencionales o ilógicas. No hay grandes presupuestos, ni efectos especiales, ni acción desmedida.. Un tren, el desierto, tres actores bajo su genial batuta, un relato atípico (muchas veces hilarante), y un guión que dice más de lo que parece. Dentro de algún tiempo, creo que lo que más recordaré es la escena primera y última a cámara lenta corriendo para subir a ese bellísimo tren. También el tema final «Les Champs-Élysées».. y que a pesar de que la historia en sí misma es un drama de órdago, te hace pasar la mayor parte del film con una sonrisa.

Karaula

Karaula no es un gran film, ni tampoco una obra maestra. Pero sí es una película sorprendente. Es el séptimo aniversario de Tito y todavía no ha comenzado la guerra en los Balcanes. Los medios oficiales celebran el acontecimiento paralizando el país. El escenario es un puesto fronterizo de la ex-Yugoslavia, donde los protagonistas, miembros del destacamento militar allí situado, están en máxima alerta porque hay rumores de una posible invasión albanesa por ese punto. Pero las razones de la alerta son otras, nada tienen que ver con el peligro de incursión albanés, los motivos son mucho más «prosaicos», motivos que no voy a desvelar ya que ahí reside la gracia del film. En realidad, Karaula no es una película de guerra, ni siquiera de militares; tampoco es una película política. Su tema son las personas de a pie, cada una de una nacionalidad, que hace poco vivían juntos, se cruzaban a diario por la calle, algunos eran hasta amigos, tenían un idioma común… La cinta está dirigida por el croata Rajko Grlic, pero es una co-producción donde han intervenido Croacia, Bosnia Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Serbia, Reino Unido, Hungría, Austria y Francia. Respecto al reparto, sucede algo parecido; el médico es croata, el personaje femenino es de Macedonia, el soldado que pide marchar a ver la tumba de Tito es serbio y el teniente del puesto fronterizo, bosnio.. por citar los ejemplos de los personajes principales. En karaula se han reunido todas las naciones de la ex-Yugoslavia para hacer esta película. Según palabras de su director, «Fue curioso ver cómo se relacionaban actores y técnicos de todas las nacionalidades ex yugoslavas, al principio hablaban con cautela, pero se fueron soltando. Ha sido el mejor equipo», «Yugoslavia fue un país que llegó a su fin y punto. Pero creo que tenemos derecho a recordar lo que era porque uno de los objetivos de los nacionalistas siempre es olvidar el pasado, no les gusta recordar cómo éramos».. Hay que reconocer que la cosa tiene su mérito.
Además de lo dicho, Karaula es una comedia divertida y sorprendente, aunque también tiene sus momentos serios, como no podía ser de otro modo. La fotografía es uno de sus puntos fuertes y el trio protagonista logra unas interpretaciones bastante aceptables. Queda añadir lo de siempre: para verla, hay que recurrir a internet.. una pena. Recomendable.

Food

Con un guión original que data de 1970, esta espectacular pieza está dividida en Desayuno, Almuerzo y Cena, estructura que le permite graficar tres niveles de narrativa y significación. Desde el fast food a la cena de lujo -que contados checos podían permitirse-, todos los personajes sienten Hambre y ninguno puede ocultar el hecho de que comer dentro del “sistema” implica alguna forma de antropofagia.A Jan Svankmajer le gusta experimentar.
Sus películas animadas le sirven como un terreno no explorado, que le invita a descubrir algo nuevo y a realizar lo no realizado. El material fílmico le posibilita experimentar a numerosos niveles, basándose en la combinación de la animación, de los trucos y de los artistas. Mezcla el humor y la sátira con el misterio y el espanto.
La imaginación de Jan Svankmajer parece no tener límites. En sus películas nada es imposible. Los cajones devoran a seres humanos y los ojos deambulan por las calles. Objetos de uso cotidiano como el tenedor o la silla adquieren vida y se transforman en sujetos activos que alternan la interpretación de un personaje muchas veces ausente.
Breakfast


Dos días en París

DOS DIAS EN PARIS
de Julie Delpy (2007)
Marion y Jack viven en Nueva York. Marion es francesa, Jack, estadounidense. Acaban de pasar unas “vacaciones de ensueño” en Venecia que, en realidad, ha sido un viaje plagado de malentendidos y discusiones. Antes de volver a Estados Unidos, pasan dos días en París, entre otras cosas para recuperar el gato que Marion ha dejado al cuidado de sus padres. A partir de aquí, es un contínuo devenir donde se entremezclan los problemas cotidianos de la pareja, los celos de él, los padres de ella, los ex-novios.. Una original comedia, según dice la crítica al estilo de esas que hacía Woody Allen, del que parece que Julie Delpy ha aprendido mucho. A mí el retrato que hace de los personajes de la familia parisina de la protagonista me ha recordado también las maneras de «Delicatesen», de Jeunet y Caro, sobre todo en las primeras escenas en las que aparecen.. ese aire extraño, con algo de estética de cómic y con esos primeros planos descarriados.. aunque aquí no comen carne humana, sólo se comen al pobre conejo y a su comida -conejo con zanahoras, vamos-. La directora es, además, la artífice del guión, de la realización, del montaje y de la selección musical para la banda sonora. Y también es la protagonista junto a Adam Goldberg. La rodó en 20 días con un presupuesto ínfimo, aprovehando a sus auténticos padres -los actores Marie Pillet y Albert Delpy-, sus amigos -entre ellos el hijo del escritor y cineasta Alejandro Jodorowsky- e incluso su gato.

El resultado es una cinta fresca, original, inteligente, una interpretación más que buena y unos estupendos diálogos.
Hacía tiempo que no me divertía tanto viendo una película. Y parece que no se va a quedar ahí, porque se dice que tiene ya en mente un nuevo proyecto, un drama inspirado en la vida de Erzebet Bathory, una sanguinaria condesa húngara del siglo XVI. Seguro que no me la pierdo.

Babi Léto

BABI LÉTO

de Vladimír Michálek
Producción checa del año 2005, narra la historia de Fanda, un actor retirado de 76 años que rehúsa envejecer. Pese a las súplicas de su exasperada esposa Emilie y de su hijo Jara, quienes pretenden hacer que se tome la vida en serio, Fanda pasa su tiempo haciéndose pasar por un cantante de ópera retirado y otras veces por un vendedor de billetes del metro de Praga. Finalmente las cosas se complican cuando Fanda finge su propia muerte para quitarse de encima a sus acreedores y Emilie decide abandonarlo.
Babi Léto, que significa en checo algo así como «por siempre joven», es una divertida comedia negra de sabor agridulce capaz de hacerte pasar de las risas a las lágrimas casi en la misma escena, y eso tiene su mérito. Lo mejor de la cinta es la excelente actuación de Vlastimil Brodsky, actor de teatro que murío al poco tiempo de finalizar el rodaje. Una comedia sobre la ancianidad cuyo mensaje va más allá de la demostración de cómo ésta es una época para la diversión y no para la triteza. Ganadora de cuatro Leones checos (Mejor Actor, Actriz, Guión, Actor de Reparto) y nominada por su país a los premios Oscar (no obtuvo ninguno, faltaría más!!), supone la consolidación como director de Michálek, después de dirigir Angel Exit, un exitoso retrato de la joven generación checa. Un film con una estupenda actuación, que propone disfrutar cada momento de la vida como si fuese el último, y que te deja unos cuantos días con la sonrisa puesta. Para no perdérselo.