El traductor es un estremecedor relato sobre la experiencia vivida por Daoud Hari (autor del libro) en uno de los conflictos más agudizados, todavía hoy sin resolver, de nuestra historia reciente: la guerra en Darfur (Sudán). La historia en primera persona de un hombre que escapó del asalto a su aldea y logró llegar a un campamento de refugiados de Chad, donde comenzó a ejercer como traductor para los medios de comunicación occidentales a fin de llamar la atención internacional sobre el actual genocidio que padece su pueblo. Pero además de su testimonio personal y el de su familia, es un esclarecedor documento de qué está pasando en realidad en esta región. Muchas veces la información que nos llega acerca de Darfur no es del todo completa, dando lugar a la idea de que se trata de una guerra tribal o un conflicto étnico-religioso agudizado por el hambre, pero provocado en realidad por el viejas rencillas entre la población civil. Nada más lejos de la realidad. Sudán es un país en medio del desierto que, tras lograr la independencia de Gran Bretaña en 1955, descubre en el estado de Darfur una poderosa fuente de minerales, la existencia de diversos puntos de los que es posible la extracción de petróleo y una de las bolsas de agua subterráneas más importantes de África. Si bien el poder en Sudán está desde su independencia en manos de árabes, la mayoría de habitantes de la región de Darfur son centroafricanos autóctonos; poblados con tradiciones ancestrales que poco o nada tienen que ver con los musulmanes, con los que han convivido pacíficamente muchos años hasta que los intereses económicos han salido a la luz.
Desde hace unos años, la población autóctona esta siendo sistemáticamente asesinada y desplazada por el gobierno sudanés como parte de la solución a eliminar la distensión política que ellos mismos han creado enfrentando a la población, acabar así los desafíos al poder y las reivindicaciones autonomistas de la región, abrirse el camino a la explotación de recursos sin oposición y convertir a una minoría en una mayoría impuesta. Es decir, disponer de un territorio matando a todos los que se interpongan en el camino, un genocidio con mayúsculas sin ninguna clase de dudas. Daoud Hari explica cómo el gobierno sudanés, una vez logrado que un número importante de aldeados haya tenido que abandonar sus tierras huyendo de la masacre sin más salida que refugiarse en el vecino Chad, provoca el enfrentamiento entre diversos grupos tribales para después hacer que los árabes tradicionales también luchen unos contra otros, financiando tanto a rebeldes como a supuestos leales en un intento de acabar con la población y dominar unas tierras ricas en recursos, sobre todo en lo que a petróleo se refiere.
Daoud Hari procede de esa población autóctona; el hijo menor de una familia de pastores del desierto que trabajó para poder ofrecerle estudios en la ciudad. En 2004, cuando se desencadena la guerra en Darfur, la crisis humanitaria más grave del mundo actual, su pueblo es incendiado y destruido. Parte cruzando el desierto con las gentes de su aldea hacia los campos de refugiados de Chad, y es entonces cuando hacen presencia la prensa y los grupos de ayuda internacional (que en la actualidad han tenido que abandonar el territorio, todavía en guerra, pues permanecer allí supone un grave peligro para sus vidas) y se ofrece como traductor. Su objetivo no es otro que volver a internarse en Sudán acompañado de los periodistas británicos a fin de que todo el mundo conozca la masacre, pues tal como él dice, “El único modo de que el mundo pueda decir no a los futuros genocidios es asegurarse de que las gentes de Darfur vuelvan a sus hogares y reciban protección. Si el mundo permite que el pueblo de Darfur sea desplazado para siempre de su tierra y de su modo de vida, el genocidio volverá a repetirse en alguna otra parte, pues se demostrará que así puede lograrse el objetivo”.
Pero “El traductor” no es sólo una denuncia de estos sucesos, es a la vez que un relato profundamente conmovedor sobre los sentimientos que en el autor produce el dolor de una guerra en un continente al parecer olvidado, una guerra civil sin causa aparente, con unos refugiados que han perdido todo y son poco más que muertos vivientes, de porqué Darfur es una de las zonas del planeta en la que los índices de hambre y déficit sanitario son más elevados a pesar de su potencial riqueza… También es la narración cálida de sus recuerdos de infancia, un relato conmovedor que nos sumerge en sus costumbres (sorprendentes y absolutamente desconocidas aquí), en los valores y en el modo de vida de las gentes del desierto central africano. Unas historias que desprenden humanidad, relatadas con extremada sencillez a modo de carta contada a un amigo, y una prueba real de cómo un solo hombre, cuyas únicas armas son su valor y sus palabras, algunas veces puede hacer mucho para cambiar esas tremendas injusticias que, nos guste o no verlas, les demos o no la espalda, ocurren todavía hoy en el mundo.