26 edición de Cinema Jove, Festival Internacional de Cine

El Festival Internacional de Cine Cinema Jove, que se celebra en Valencia del 17 al 24 de junio, cumple este año su vigesimosexta edición, traspasando su cuarto siglo de fructífera andadura fiel al espíritu con el que fue creado en 1986: ser punto de encuentro de cineastas jóvenes y servir de plataforma para dar visibilidad, respaldar y premiar la creación cinematográfica.

Especializado en cine emergente y articulado por sus dos secciones oficiales a competición, la de largometrajes y la de cortometrajes, Cinema Jove ofrece durante ocho días al año el cine más inquieto, trasgresor e inconformista, tanto en sus propuestas estéticas como narrativas. Un cine que trata de anticipar las tendencias de los próximos años, como en su día hicieron cineastas como Alejandro Amenábar, Juanma Bajo Ulloa, Álex de la Iglesia, Rafi Pitts, Andrew Dominio, Bryan Singer o Matteo Garrone, que presentaron también aquí sus primeros trabajos a competición cuando aún eran unos desconocidos.

Sección oficial

Para la presente edición, se ha seleccionado para la Sección Oficial a concurso 8 películas y 57 cortometrajes con enfoques y miradas cinematográficas muy distintas que configuran un mosaico heterogéneo del cine contemporáneo.

Úber uns das Al/Above Us Only Sky es el largo con el que el alemán Jan Schomburg (1976) desembarca en Cinema Jove después de haber concurrido en la sección Panorama Special de la Berlinale el pasado febrero y haberse alzado con el Europa Cinemas Label a la mejor película europea. La cinta, que será estrenada en la inauguración del Festival, narra el encuentro entre una joven viuda desorientada, encarnada por Sandra Hüller, galardonada con el Premio a la mejor interpretación en Berlín y Sitges por Réquiem (Hans-Christian Schmid, 2006), y un profesor universitario, al que da vida Geprg Friedrich, conocido por su trabajos en La pianista (Michael Haneke, 2001) o Import/Export (Ulrich Seidl, 2009), que le recuerda a su difunto marido.

Merecedora de La Luna de Valencia de Cinema Jove en 2006 por su corto A bras le corps, la joven cineasta Katell Quillévéré (1980) regresa al Festival para estrenar su primera película, Un posison violent. Un retrato generacional sobre el despertar sexual, la inexorabilidad de la existencia y la pérdida de la fe, que Quillévéré plasma en la vida de una adolescente repleta de incertidumbres tratando de aferrarse a la vida después del abandono de su padre. La directora ha dirigido también dos cortos, L’Imprudence y L’Echappé, que han sido seleccionados para un buen número de festivales.

Presenta también su primer largometraje en la sección oficial, el norteamericano Braden King (1971). Su película Here, estrenada este año en el Festival Sundance, configura un dramático film que narra el nexo amoroso surgido entre un cartógrafo de mapas por satélite y una fotógrafa que emprenden juntos un viaje por Armenia.

Desde Polonia, Marek Lechki (1975), una de las voces emergentes más originales del cine polaco, recala este junio en el festival con su ópera prima, Erratum. Un trabajo distinguido por la Association of Foreign Organizers of Polish Film Festivals y el Premio de la Prensa 2010 en el Festival de Cine Polaco, que presenta la travesía emocional de un respetado padre de familia que regresa a su pueblo natal y se topa de golpe con su pasado. La crisis actual de los valores y las no siempre fáciles relaciones entre padres e hijos envuelven esta historia de catarsis existencial.

Afincada en Alemania, la directora suiza Christine Repond (1981) aborda en su debut cinematográfico, Silberwald/Silver Forest, el fenómeno de la inmigración y los brotes xenófobos acaecidos en los últimos años en Suiza. Una cinta que nos sumerge en el mundo de los skinsheads a través de la escalofriante experiencia de un adolescente que se integra en un grupo de cabezas rapadas en la búsqueda por definir su identidad. Repond es autora de cortos como Punch Me, Toilets o Mit oder ohne.

Filmada clandestinamente en Teherán justo antes de las elecciones de 2009, Aragh Sagee/Dog Sweat es el primer largo de ficción del cineasta iraní Hossein Keshavarz (1977). Un retrato sobre la juventud persa actual y la falta de libertades, cuyos jóvenes protagonistas tratan de buscar una vía de escape para poder burlar la censura imperante. La película ha sido reconocida en diversos festivales de cine de Roma y Austin y nominada a los Independent Spirit Award. Keshavarz ha trabajado como productor en Circumstance, que se alzó con el Premio del público este año en el Festival Sundance.

Junto a las seis óperas primas, aspiran también a la Luna de Valencia dos cintas que nos trasladan a la estepa siberiana y a los paisajes de la antigua Yugoslavia con dos historias que se centran en las realidades sociales. Resultado de diez años de trabajo es Siberie Monamour (2011), el segundo largo de Slava Ross (1966), una poderosa historia de la vida y la muerte en los márgenes de la sociedad rusa que transcurre en una aldea abandonada de Siberia. El talento del cineasta se dio a conocer en Meat, corto que atesora una treintena de premios y que ha sido incluido por el Centro de relaciones de escuelas de cine y televisión de la UNESCO en el programa internacional para el estudio del cine como herramienta escolar.

Y con una experiencia de dos películas en su haber, Pedrag Velinovic (Serbia, 1966) concurre a esta vigésima sexta edición de Cinema Jove con su tercer largometraje, Motel Nana. Un viaje melancólico por la vida cotidiana de la posguerra de Bosnia y sus dramas sociales emprendido por un joven maestro de Belgrado y una joven musulmana.

La Sección Oficial de Cortos de este año acoge 57 trabajos del panorama nacional e internacional que sobresalen por la variedad de géneros en los que se inscriben: Thriller, comedia, ciencia ficción, cine experimental, animación y hasta el género musical.

De nuestra geografía destaca la figura de la actriz Natalia Mateo (1975), nominada a un Goya por El patio de mi cárcel (Belén Macías, 2008), que presenta su faceta como directora con su segundo cortometraje, Qué divertido. Sugerente resulta también el corto de Aitor Echeverría (1977), Morir cada día, presentado el año pasado en la Seminici, y el de Victor Carrey, La huida, ganador del premio del Festival Internacional de cortos de Bucarest.

De fuera de nuestras fronteras llegan cintas de gran calado internacional como Na Wewe (Bélgica), de Ivan Goldsch (1958), nominada al Oscar al mejor cortometraje y ambientada en Burundi durante las masacres de 1994 entre hutus y tutsis. Singular es la propuesta del cineasta de culto Nicolas Provost (1969), que llega a Cinema Jove con Startdust (Bélgica), una cinta experimental que, como la mayor parte de los cortos del cineasta, se ha exhibido en galerías de arte. Llamativo es también el corto eslovaco Kamene, en el que Katarina Kerekesova (1974) ha confeccionado un musical de animación de muñecos, combinación que raras veces se da, y el trabajo Fröken Märkvärdig & Karriären (Dinamarca, Irlanda, Suecia), de Joanna Rubin, corto cuyos derechos de emisión ha comprado la cadena Arte. Destacan también por sus distinciones el corto rumano Colivia/The cage, con el que Adrian Sitaru (1971) logró el Premio Vila do Conde; la cinta Apele Tac (Alemania-Rumanía), de Anca Miruna (1979), estrenada este año en la Berlinae; y Tremblay en France (Francia), de Vincent Vizioz (1975), premiada en el Festival de Cortometraje de Clermont-Ferrand.

Retrospectivas

En la sección de retrospectivas, el festival pone este año su foco de atención sobre la trayectoria filmográfica de tres grandes cineastas del panorama internacional: El alemán Jan Harlan, productor de Stanley Kubrick durante treinta años, la directora checa de cine de animación Michaela Pavlátová, y la directora española Chus Gutiérrez. En reconocimiento a la vitalidad y consolidación de sus carreras, el Festival dedicará una retrospectiva a cada uno de ellos y les hará entrega del Premio Luna de Valencia.

El productor y director de cine Jan Harlan (Alemania, 1937) ha hecho posible que lleguen a la gran pantalla algunas de las películas más arriesgadas y rupturistas del cine de nuestro tiempo. Como explica Rafael Maluenda, director de Cinema Jove, Harlan ha levantado los sueños y pesadillas de dos grandes maestros del cine como Stanley Kubrick y Steven Spielberg. La relación profesional de Harlan con el legendario Kubrick se inició en 1969, año en el que se embarcaron juntos en el proyecto de la película Napoleón, que finalmente nunca llegó a ver la luz. Éste fue el inicio de una intensa relación profesional que duraría más de treinta años y en la que Harlan trabajó como productor ejecutivo en películas tan emblemáticas e inquietantes como Barry Lyndon (1975), El resplandor (1980), La chaqueta metálica (1987) o Eyes Wide Shut (1999). Tras la muerte de Kubrick en 1999, trabajó con Steven Spielberg en la pre-producción de A. I. Inteligencia Artificial, y un año después se embarcó en la dirección de un documental que daría la vuelta al mundo: Stanley Kubrick: Una vida en imágenes. En la actualidad, prepara un filme documental sobre el Napoleon Project de Kubrick, con Erik Nelson y Alison Castle.

Maestra en dotar de vida a los dibujos y las historias que ella misma escribe, el trabajo artesano de Michaela Pavlátová (Praga, 1961) como directora de cine de animación ha sido reconocido con numerosos galardones, entre los que destaca la nominación al Oscar por mejor cortometraje que recibió por Reci, Reci, Reci (Palabras, palabras, palabras, 1991). Otros premios que atesora la artista son el Grand Prix de Montreal, así como diversos reconocimientos en los festivales de Berlín, Tampere o Stuttgart. Michaela Pavlátová es, según palabras de Rafael Maluenda, una creadora que responde plenamente a esa dualidad de cineasta y artista, porque sus dibujos, sus trazos, son de una calidad artística que transciende el campo cinematográfico. Pavlátová dota de alma a los personajes de sus dibujos para ahondar con ellos en las relaciones humanas bajo el prisma de la originalidad y la ironía. Entre su filmografía, que exhibirá Cinema Jove este junio, destacan los cortos Laila (2006), Karneval Zvirat (Carnaval de animales.2006) y Repete (Repetición, 1995), reconocido con el Gran Premio del Festival Internacional de Animación de Hiroshima y el Oso de Oro en Berlín.

La directora y guionista Chus Gutiérrez (Granada, 1962) pertenece a esa generación de cineastas que se abrieron camino en los años ochenta con una voz cinematográfica propia que no ha hecho más que crecer. Comprometida con su tiempo, la granadina es autora de una decena de películas en las que las mujeres se alzan como protagonistas. Una mirada femenina sobre nuestro mundo que se hizo visible en su primer largometraje, Sublet (1991), rodado en Nueva York y producido por Fernando Trueba, en el que una joven española, Iciar Bollaín, se buscaba la vida en la ciudad de los rascacielos. La cinta fue nominada a los Goya como mejor dirección novel y fue premiada en el Festival Cinema Jove. El universo femenino articula la mayor parte de la filmografía de Gutiérrez, cuyas películas han sido reconocidas en el ámbito internacional, como Poniente (2001), ganadora del Premio FIPRESCI en el Festival de Guadalajara (México), o en Retorno a Hansala (2008), reconocida con el Premio especial del jurado en el Festival de Cine de Valladolid y premiada en el Festival Internacional de El Cairo.

Cine-concierto

La sección cine-concierto proyectará en su XXVI edición El gabinete del doctor Caligari (1920), una joya del cine mudo, dirigida por Robert Wiene, que aunará con un concierto en directo del músico y compositor Arsenio Martins, recuperando la primera película expresionista de la historia del cine en una copia con los tintados originales restaurados. Un clásico de terror que Cinema Jove se proyectará con la interpretación en directo de una partitura de Arsenio Martins, concebida para piano, clarinete y violonchelo.

Mi estilo musical casa muy bien con todo el expresionismo alemán. Los instrumentos para esta pieza, sus timbres y recursos sonoros dan mucho juego y encajan muy bien con las imágenes amenazantes y terroríficas de la película, explica Arsenio Martins, quien ha musicado, entre otras películas, la primera adaptación al cine de El Quijote.

El gabinete del doctor Caligari, cuyo título original en alemán es Das Kabinet des Dr. Caligari, llegó a la gran pantalla en 1920 a partir del guión cinematográfico de Hans Janowitz y Carl Mayer. Con su realización se abrieron los estudios alemanes UFA, que en un principio ofrecieron la dirección del film a Fritz Lang, quien rechazó la oferta porque ya se había comprometido con la realización de otra película.

La película de Wiene narra la historia de un siniestro personaje, el doctor Caligari, que viaja por las ferias de los pueblos con un espectáculo en el que presenta al Sonámbulo Cesare, un extraño ser que tiene la facultad sobrenatural de predecir el futuro. Los contrastes de luces y sombras, los impactantes decorados, diseñados por los artistas Walter Reimann, Hermann Röhrig y Hermann Warm, y la indagación en el lado oscuro del ser humano, sitúan a esta película al frente del expresionismo alemán.

Homenaje a Berlanga

Álex de la Iglesia, Santiago Segura, Miguel Albaladejo y Óscar Aibar se darán cita en la XXVI edición del Festival Internacional de Cine Cinema Jove, que se celebrará del 17 al 24 de junio, para rendir con sus películas más mordaces un homenaje a Luis García Berlanga. De cada uno de ellos se proyectará la película más berlanguiana, seleccionada por los propios directores, seguida del correspondiente coloquio: Balada Triste de Trompeta; Torrente, el brazo tonto de la ley; Nacidas para sufrir; y El Gran Vázquez, respectivamente. La proyección de Plácido y El Verdugo, que Berlanga rodó en los años 60, pondrán el colofón cinéfilo a este homenaje.

Un particular homenaje que, en palabras del cineasta José Luis García Berlanga, le habría hecho mucha ilusión a mi padre ya que, en vida, consideraba a estos cuatro directores como sus herederos en su manera de entender el cine. Con ellos colaboró en alguna ocasión, se convirtió en «admirador» de sus trabajos, y a Segura incluso le dio clases. Creador de una extensa filmografía, Luis García Berlanga, Premio Príncipe de Asturias de las Artes y Nacional de Cinematografía, estuvo vinculado al Festival Cinema Jove desde sus inicios en 1987. Asistió como jurado a la primera edición, se mantuvo luego como miembro asesor del Festival y participó en diversas mesas redondas a lo largo de los años.

Carteles de Cine

El festival ofrece también un recorrido por el arte del cartel checo en la exposición Vratislav Hlavatý: carteles de cine. La muestra, inaugurada en el MuVIM y que podrá verse hasta el 28 de agosto, ofrece una selección de los dibujos originales que el artista, representante de la Escuela Checa de carteles, realizó entre los años 70 y 90. Vratislav Hlavatý (República Checa, 1934) presenta una selección de sus carteles pintados a mano entre 1964 y 1990. Un período temporal en el que los carteles de cine la antigua Checoslovaquia se encontraban, junto a los polacos, entre los mejores de este tipo de arte gráfico, ya que al no existir un mercado fílmico potente, los artistas tenían absoluta libertad de creación, una situación que contrastaba con el régimen autoritario que imperaba en el momento. La ausencia de títulos de crédito y la escasa presencia de texto en los carteles, que se reduce sólo al título de la película y el nombre del director, es otra de las características de estos carteles.

En los años 70 y 80, explica Hlavatý, la única distribuidora checa existente no podía utilizar los carteles originales de la película porque solían tener algún símbolo de la cultura occidental, que era sinónimo de capitalismo, por lo que nos encargaban pintar los carteles a los ilustradores. Carteles que pintaban recurriendo a la imaginación y el talento ya que la única referencia que tenían de la película para inspirarse era el título y la sinopsis, pues no disponían de fotografías ni de la oportunidad de ver la cinta. La verdad, recuerda Hlavatý, es que resultaba muy absurdo, pues a menudo nuestros carteles nada tenían que ver con la película, simplemente porque no la habíamos visto, aunque sorprendentemente, parece que nadie lo notaba.

Reflejo de aquella época son los carteles de este polifacético creador, que además de pintor, ilustrador y diseñador gráfico es también piloto de globos aerostáticos, pintó para anunciar la película japonesa Gappa (1973), las películas del cómico norteamericano Harold Lloyd o la española Urtain, el rey de la selva… o así, de Manuel Summers. Carteles gráficamente atrevidos y con mucha fuerza visual, que inauguraron, junto a los de otros artistas, lo que hoy se conoce como la Escuela Checa de carteles.

Carteles de cine muestra una manera de trabajar en la que los carteles de cine se elaboraban no sólo como pura publicidad, sino como manifestación artística. Una situación muy distinta a la actual, “en la que los productores imponen sus gustos y exigen que aparezcan las fotos de los actores y los títulos de crédito. Con el paso del tiempo, los carteles artesanales se han ido sustituyendo por los pósters impresos digitalmente. Hoy en día, lamenta Hlavatý, la película es un producto que tiene que generar dinero y nadie quiere un cartel con dibujos pintados a mano, ni una gran idea, no es necesario ser un artista, cualquier persona que sepa trabajar un poco con diseño gráfico puede hacerlo en un ordenador. Todos los carteles se ven muy similares. Sin embargo, reconoce el cartelista checo, afortunadamente todavía hay algunas excepciones, cada cierto tiempo se pueden ver algunos buenos carteles, por lo general de las películas de arte de los pequeños distribuidores.

Submarino, de Thomas Vinterberg

Submarino, película dirigida en 2010 por el danés Thomas Vinterbereg, se presentó en la sección oficial de la última edición del Festival de Berlín y se estrenará -siempre presumiblemente- en otoño en las salas comerciales españolas. En Valencia hemos podido verla porque se han programado dos proyecciones esta semana dentro de la 25 edición del Festival Internacional Cinema Jove y, obviamente, casi ningún lector de este blog puede acceder a fecha de hoy a la película, porque no está todavía disponible en DVD y el trailer está en danés, a menos que viva por aquí y además haya asistido a las sesiones matutinas del festival, subtituladas y entre semana, en la Sala Berlanga del antiguo teatro Rialto. Tampoco quiero hacer demasiados spoiler, así que en este caso me lanzo al comentario arriesgándome al escaso debate que pueda generar cuanto puedan leer aquí. Motivo: se trata de una extraordinaria película que ofrece una historia impresionante, intensa y emocionante, con algunas brillantes actuaciones y las marcas de -me arriesgo a decir- otra obra maestra en la carrera del danés, que se puede sentar al lado de Festen sin que ninguna le haga sombra a la otra. Y me refiero a una cuestión exclusivamente comparativa de calidad cinematográfica, pues si Festen introdujo el concepto del Dogma en la industria del Cine, nada que ver con ello tiene su última propuesta, que para empezar está rodada en 16 mm y para continuar no cumple con casi ninguna de las premisas establecidas en el mencionado dogma.

Con Submarino quedan atrás casi todos los elementos por los que se decantó el director tras el éxito con Festen. También quedan atrás ciertos aires de genio que llevan a Vinterberg  a cruzar el Atlántico para probar suerte en la industria de Hollywood, en la que produce un puñado de películas poco afortunadas y totalmente obviables. Submarino no tiene nada que ver con las historias intrincadas de pesado simbolismo y cinematografía  de corte experimental -no me refiero a Festen, sino a su carrera posterior-, ni con temas pretendidamente complejos resueltos con presura a ritmo de exigencias de productora y presupuesto. Tampoco es una película Dogma, pero sí es algo así como el regreso a un estilo narrativo más sencillo y  limpio, que evita manierismos en los virajes sentimentales y que trata como asunto principal la paternidad y las relaciones entre hermanos desde una perspectiva exclusivamente masculina, lo que le añade ese punto de originalidad que la hace a priori muy atractiva.

Los protagonistas son Nick y su hermano menor (de quien creo que no se cita el nombre en ningún momento). Ambos sufren en su infancia una experiencia traumática que marcará el resto de sus vidas. Tras un breve prólogo en el que nos  muestra a ambos siendo niños (no desvelaré cuál es el suceso traumático), la película nos traslada 30 años después. Nick (Jacob Cedergren) es un hombre frustrado y agresivo que acaba de salir de la cárcel, una especie de alma pedida cuyos consuelos son su vecina Sofie y la bebida. El hermano menor sobrevive solo con su hijo Martin. Vinterberg nos muestra la desoladora historia de ambos deambulando por su lado hasta que vuelven a encontrarse cuando, al fallecer la madre, heredan una suma de dinero. Película dura de ver -advierto- sobre los traumas de personas que, con estos u otros pesados pasados, bien podríamos encontrar cada día en la calle. El título hace referencia a un método de tortura que consiste en sumergir la cabeza del torturado bajo el agua hasta rozar la asfixia, para dejarle tomar entonces un poco de aire y otra vez al agua hasta que hable, se retracte o vaya a saber qué. La vida de los dos protagonistas consiste en algo semejante: siempre buscando una oportunidad para reconstruir su vida, pero el trauma de la infancia y la culpa pesan tanto en su alma que irremediablemente vuelven a sumergirse en el fango, como una lacra que marca constantemente su existencia. Son personas que han tocado fondo, de las que podemos aborrecer cuanto hacen pero que, sin embargo, nos hacen sentir cierta simpatía hacia ellas, quizás lástima, lo que es indudable es que Vinterberg logra que el público empatice con sus personajes, que no son sino un alcohólico violentísimo y un heroinómano que, para más señas, tiene a su cargo un hijo de corta edad. Podría haber sido un dramón insufrible a manos de cualquier otro director más mediocre, pero una excelente medida entre el necesario elemento dramático y el realismo más sórdido hacen que la película fluya de manera absolutamente natural y coherente, sin excesos en cuanto a sentimentalismo ni llegar al extremo de convertirse en un film de realismo social a lo Ken Loach. A ello contribuye decisivamente la excelente actuación de Jacob Cedergren, interpretando al Nick adulto. Personaje tosco, rudo y violento, que exuda en cada gesto su ira reprimida, siempre al borde del abismo, pero que también sabe transmitir magistralmente, con su mirada sincera y algún titubeo gestual, una gran vulnerabilidad: hay cierto dejavú del joven Marlon Brando en esta interpretación, ahí puede estar la clave, el secreto de que esta película resulte tan conmovedora.

En el plano visual también está muy bien construida. Las escenas del comienzo están subrayadas por una poderosa luz blanca que se contrapone con las tonalidades grises de Copenhague cuando son adultos, en la que vemos a Nick avanzando con su bolsa de deporte entre los edificios de un barrio sucio y desaliñado tan triste como su propia existencia. O tan auténtico como cuando el hermano de Nick (Peter Plaugborg) se mueve entre lúmpenes sin hogar o consumidores de heroína en la estación de tren mientras observa a una madre consolando a su hijo que llora en el cochecito, escena que de alguna forma deja patente la división de la conciencia entre su adicción a las sustancias y su responsabilidad para con su hijo de seis años. El final es una secuencia en una iglesia, donde de nuevo es omnipresente la claridad, y hay alguna similitud con la escena del principio, cuando se ve a los dos niños buscando un nombre en la guía telefónica con el que bautizar al bebé en el salón de su casa, para que todo sea como debe ser, como una vida que debería ser normal, mientras la madre yace tendida en la cocina abducida por una botella de vermú

El ritmo narrativo es más bien lento, con numerosos primeros planos de los protagonistas de longitud diversa donde parece que no sucede mucho. Sin embargo, estos factores no distraen la atención ni son fuente para el aburrimiento, más bien acompañan en simbiosis perfecta la estructura y la oscuridad en la que se mueven los hechos que narra la película. A lo que se suma siempre el sonido eminente y la envolvente banda sonora (el responsable de ello es Kristian Eidnes, quien también estuvo a cargo en la reciente «Anticristo«) que subraya constantemente esas naturalezas al borde de la vida y del abismo. Tomen buena nota de este título, escríbanlo en un posit y cuélguenlo en la nevera, pero no olviden este nombre ni dejen de verla  en cuanto esté disponible en cualquier formato. Si en Festen se narraba la desintegración de la familia, Submarino nos muestra una detallada imagen del peso social de los adultos en la vida de nuestro descendientes y la lucha por mantenerse unidos, con un hermoso y logrado equilibrio entre el amor fraternal y paternal en constante pugilato con la fría realidad que, como muchos, sin elegirla, les ha tocado vivir.