Carmilla, la mujer vampiro

Estas imágenes corresponden a mi último hallazgo en la tienda de cómics: la adaptación gráfica titulada «Carmilla» que ha hecho el fotógrafo granadino Gustavo López Mañas de la obra homónima del siglo XIX escrita por Joseph Sheridan Le Fanu; una particular visión de esta novela en la que la narración viene arropada con 50 fotografías a página completa que no me cansaría de elogiar porque son un escándalo. Las tomas están realizadas con modelos reales, retocadas e informatizadas a posteriori con herramientas de la ilustración digital. Imágenes extraordinarias e impactantes, de inusual belleza, llenas de fuerza, que desbordan creatividad y talento a raudales.


El texto que acompaña las ilustraciones consiste en una selección de fragmentos transcritos de la versión original, con su correspondiente traducción al castellano página a página, todo sobre fondo negro y papel satinado, que acompaña perfectamente al tono oscuro, decadente, romántico y terrorífico de la obra.

Mucho se ha hablado sobre los verdaderos referentes que aproximaron a Bram Stoker al mundo de los vampiros. Pero no caben demasiadas dudas de que una parte importante de la inspiración para la creación de «Drácula» proviene de su compatriota Sheridan Le Fanu y, en particular, de «Carmilla«, una novela corta que se publica por primera vez en «The Dark Blue» en cuatro números, entre enero y abril de 1872.

Carmilla es una joven que, tras sufrir un accidente en la provincia austriaca de Estiria, junto a la frontera de Hungría, se refugia en un apartado y solitario schloss (semejante a un castillo) donde deberá permanecer por algún tiempo. Allí viven, solos, Laura y su padre. Entre Laura y la joven vampira Carmilla se establecerá muy pronto una relación de amistad y, al tiempo, atracción física. Mientras, en los alrededores, comienzan a circular rumores de una extraña enfermedad que hace de la sangre humana una necesidad. Estética gótica, gran contenido erótico y todos los conceptos contradictorios de la literatura del género se encuentran presentes en este relato: Amor/muerte, juventud/enfermedad, ternura/melancolía, belleza/cadáver…

En la segunda mitad del siglo XIX, con una Europa en pleno desarrollo industrial, no es un hecho casual el éxito de este tipo de literatura y que numerosos autores se hiciesen eco del fenómeno del vampiro (La novia de Corinto de Goethe, Vampirismo de Hoffman, El Vampiro de Polidori, Berenice de Poe, el mismo Stoker…), que no es otra cosa sino la caricaturización de esa aristocracia rancia y en clara decadencia que ha dominado durante siglos la vieja Europa observada desde el punto de vista del nuevo orden económico y social que, la todavía joven burguesía, tendrá que consolidar. Castillos y posesiones, antaño temibles, se presentarán ahora casi derruidos, sumidos en las tinieblas y cubiertos de naturaleza salvaje. Y el relato de los paisajes, antes espléndidos y fértiles, pasará a descubrir bosques lúgubres plagados de caminos malditos y seres fantasmagóricos…

Pero Le Fanu incorpora un elemento novedoso a la literatura del género, ya que uno de los rasgos diferenciadores del personaje de Carmilla es que se trata de una vampira independiente de la figura masculina; es decir, no está sometida a ningún patriarca vampiro, sino que actúa con autonomía, con instinto propio. Se trata de un relato ciertamente transgresor, que supone un claro cuestionamiento del rol femenino en la época victoriana, en la que la conversión a vampiro es una de las pocas maneras en que la sexualidad femenina pueda aparecer públicamente relatada. Este rasgo sí es característico e innovador de la novela de Le Fanu, y no se va a dar en otros autores, donde la figura femenina vendrá siempre supeditada al rol masculino del vampiro protagonista.

«(…) En ocasiones, me despierto sobresaltada, porque creo haber escuchado los ligeros pasos de Camilla junto a la puerta de mi habitación«. Así que, si os decidís por ella, vigilad bien vuestros cuellos…