Taxi, de Khaled Al Khamissi

La editorial andaluza Almuzara ha lanzado al mercado el primer trabajo narrativo del sociólogo, periodista y director de cine egipcio Khaled Al Khamissi, quien causó un auténtico revuelo literario con esta publicación en su país. El libro es un recopilatorio de 58 relatos breves, procedentes de su experiencia directa de viajar en taxi por El Cairo, que funcionan a modo de termómetro sociológico de la calle. Unas veces incluyendo diálogos, otras como mero espectador del monólogo, se ofrece un muestrario representativo del día a día de la mega-polis que, con unos once millones de habitantes, cuenta con más de ochenta mil taxistas legales. El estado constante de griterío, los coches hechos (en su mayoría) polvo, donde los conductores trabajan a destajo como esclavos, el continuo atasco, el regateo del precio de la carrera antes de subir, hombres que compaginan su trabajo con tener que correr (la palabra «correr» ha de ser leída en su sentido más literal) en busca de comida para llevar a casa, son algunos de los aspectos que refleja de modo magnífico el libro con lenguaje sencillo, directo y espontáneo. Una colección de historias sobre sueños, aventuras, filosofía, amores, recuerdos, memoria y política, relatados con buen oído y bastante sensibilidad; un viaje a la sociología urbana del Egipto actual a través de las voces de los taxistas cuyos relatos, unos más interesantes que otros, están cargados de un optimismo extraño que da qué pensar sobre la capacidad de supervivencia de algunas personas en algunos lugares del mundo.

He disfrutado con la lectura porque, al margen de su objetivo pretendidamente didáctico, resulta amena y está hecha con el suficiente sentido del humor (incluso contiene capítulos realmente divertidos), sin dejar de desprender un aura vitalista y positiva a pesar de las circunstancias (sobre todo económicas) en las que parece que hay que sobrevivir en este país. Siempre es mejor el relato contado por el protagonista directo, a la hora de formarse una opinión, que las divagaciones del espectador ocasional por más dotado de registros que se halle. Además, el libro aprovecha para afrontar de modo bastante original las transformaciones políticas y sociales de los últimos años, dando un nada disimulado repaso al gobierno, a la burocracia, la corrupción y el abuso de poder al que se enfrentan en su día a día los cairotas. Y porque, de forma sencilla y sin rodeos, ofrece una radiografía  de la sociedad egipcia que queda bastante lejos de la narrativa árabe habitual en el mundo editorial aquí, reservada a la denuncia de las políticas más radicales (sobre todo para con lo que a la mujer se refiere) que, no por ser tan rechazables como alarmantes, son las únicas consecuencias de determinados regímenes en el mundo árabe.

olett_p1Pero también, a lo largo de estas historias cortas, se entrevé aquí y allá, a modo de sombras que nublan el horizonte, un preocupante ascenso de las posturas islamistas más radicales, y tal vez esta sea la consecuencia más temible que se extrae de la lectura. No se trata sólo de la incapacidad de los distintos gobiernos para resolver la crisis enquistada desde hace muchas décadas en la que viven la inmensa mayoría de ciudadanos muy pobres y con serias dificultades para mantener a sus familias. Se trata también de la existencia de una red de vínculos sociales que facilitan esa emergencia, a lo que se ve, imparable. Muchos de los taxistas protagonistas de estos relatos han vivido en países como Irak o Jordania, tienen familia en Arabia Saudí o están casados con mujeres de países limítrofes; situación que tiende a hacer crecer el vínculo subjetivo que les hace sentirse un pueblo único, a pesar de las fronteras y regímenes diversos que les separan, y que tiene como consecuencia inmediata que la visión sobre la invasión de Irak o la política israelí en el Líbano esté basada en el conocimiento directo de las víctimas, con las que existe un vínculo social y sentimental que hace ver como propio el sufrimiento  y la  impotencia ante las consecuencias sociales de la política occidental padecida por sus vecinos. Todo ello se une a la existencia de  diferencias sociales y económicas mucho mayores que en cualquier país europeo (la mayoría roza los umbrales de la pobreza) y a la base cultural de la población, prácticamente inexistente (a excepción de las familias adineradas, el sistema ha reducido la escuela a clases particulares que consumen buena parte de los sueldos de sus progenitores); hechos y situaciones que, quieran o no verlo así los jefes de gobierno occidentales, constituyen el caldo de cultivo perfecto para el integrismo islamista. Un taxista lo resume a la perfección: «En Egipto se ha probado sin ningún éxito la monarquía, el socialismo (Nasser), el centro, los pactos con Estados Unidos y con Israel, en el marco de una dictadura maquillada (Mubarak). ¿Qué se pierde con probar con el islamismo radical?»

6 comentarios en “Taxi, de Khaled Al Khamissi

  1. Desconocía por completo esta cinta, pero parece muy atractiva e interesante. Intentaré hacerme con ella para meterle mano por todos sitios, jeje!!
    Buen fin de semana y buen cine!!

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  2. Faraway, nada que ver, la narrativa aquí es mucho mas amena y menos sutil. Lo unico que se le puede ver en común es que el escenario sea un vehículo; en este caso, un taxi… además.

    Guillermo, saludos, je, je… Como guión no sé si resultaría, es posible… 😉
    Buen finde!

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  3. La verdad es que me preocupa que una de las conclusiones que sacas de la lectura sea el ascenso del islamismo. El poso que deja el libro es el de los obstáculos del día a día del gremio de los taxistas, la picaresca que surge de las trabas del sistema y las críticas al Gobierno, la inevitable flema egipcia, el «cairótico» Cairo, etc.; interpretarlo en clave de posturas islamistas radicales es ser muy, muy simplón. Vamos, que el libro me ha dejado un gran sabor de boca y ahora, buscando comentarios del libro en la red, me enucentro con esto… qué pena!!!
    Pero, en fin, leer con prejuicios es perder la gran oportunidad de disfrutar de la lectura plena, una pena!!

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  4. E nombre que he puesto también hace honor a esos taxistas que aún siendo anónimos han dejado una gran marca (no sé si se dice así, en Galicia decimos pegada, pero creo que es un galleguismo) en mí.
    Es cierto que se deja entrever el ascenso del islamismo, aún así tampoco hay que temerlo tanto, ya que su imagen está muy deformada por los medios, no obstante es cierto que no es un buen modelo de régimen, según mi opinión. Para evitarlo nosotros, los europeos (con europeos me refiero también a norteamericanos, australianos, etc), deberíamos de cambiar de sistema para que esos países pudiesen salir de la pobreza. Sí, cambiar de sistema, puesto que si todo el mundo viviese al ritmo de vida que los occidentales llevamos el mundo terminaría en poquísimo tiempo (ya nosotros estamos acelerando el cambio climático, imaginaos si fuésemos todo el mundo). Los europeos debemos aprender a ser más humildes y a quitarnos la idea de creer que el tener cosas materiales da la felicidad, cuando en realidad son los hechos los que te la dan. Por nuestra parte sólo hay que cambiar de mentalidad, por la suya (la de la gente pobre) no habría ningún problema, porque para ellos significa una mejora de su calidad de vida.

    Un saludo.

    P.D.: Me gustaría que alguien me recomendase una novela del estilo de Taxi si conoce alguna.

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