Mientras duermes, de Jaume Balagueró

Jaume Balagueró se adentra en el thriller psicológico con Mientras Duermes dando así un giro a su línea anterior, en la que un terror más desnudo, con un toque de suspense y otro de gore, habían constituido la tónica de su carrera hasta la fecha. Rec le supuso el reconocimiento en España, la crítica patria había descubierto a Balagueró, que no internacionalmente, pues el catalán inauguraba las bondades de trabajar fuera de nuestras fronteras tras lanzar en 1999 su opera prima en el terreno del largometraje, Los sin nombre, película que de puertas adentro pasó prácticamente desapercibida.

En Mientras duermes, Luis Tosar, que borda la interpretación, es el portero de un edificio del Eixample barcelonés (escenario indiscutible de casi todos sus films e incluso cortos), que todos los vecinos tienen por amable y solícito, pero que cuando llega la noche se trasforma en alguien absolutamente aterrador, mientras todos duermen. Nuestra casa, nuestro espacio personal y seguro, el de nuestro hogar, completamente controlado por un extraño psicópata que se cuela en él cuando desea con el único objetivo de impedir nuestra felicidad. Cesar, que así se llama el elemento en cuestión, va mostrando poco a poco sus cartas, vamos lentamente descubriendo hasta dónde será capaz de llegar para borrar cualquier atisbo de sonrisa de nuestros rostros. Cesar no puede ser feliz y vive para el mal ajeno, para impedir la felicidad de los demás. No busca matar a sus víctimas sino otro tipo de dolor mucho más sutil.

Si en la mayoría de thrillers de género, la eterna contradicción entre el bien y el mal está contada desde el punto de vista de la presumible víctima, haciéndonos padecer la ignorancia de cuanto se le avecina y su sufrimiento, el secreto de Mientras duermes es colocarnos en la posición de Cesar, forzándonos a participar de sus planes y estrategias, a sufrir con sus riesgos, a identificaros con él en definitiva. Como contar el cuento de Caperucita desde el punto de vista del lobo feroz, conociendo de antemano sus planes pero sin que el espectador llegue a sospechar hasta dónde será capaz de llegar en su infinita maldad.

Una propuesta más que decente de suspense patrio en la que el guión, de Alberto Marini, funciona como un mecanismo de relojería manejando estrategias, vueltas de tuerca y personajes diversos. Al malo malísimo y la vecinita siempre optimista y sonriente (Marta Etura), su lado opuesto, se le suman los oficinistas del entresuelo, la mujer de la limpieza y el pardillo de su hijo, el propietario del edificio, la solterona que vive por y para sus perros y una repelente niña, Ursula (Iris Almeida) que se atreve a plantarle cara y chantajear a César. Sus relaciones e interacciones nos ayudan a ir conociendo la verdadera naturaleza del temible sociópata, que tiene caldo para todos, y del que lejos de poder prever el alcance de sus objetivos, nos va dejando atónitos durante hora y media con su escalada fría de inagotable crueldad.

Shutter Island, de Martin Scorsese (2010)

Regreso, tras algunos años, de Martin Scorsese al thriller y el suspense psicológico, con una adaptación de la novela de Dennis Lehane titulada Ashecliffe, a la que dota una serie de ingredientes que le convierten en un imperdible de la cartelera y en un candidato a clásico en la década recién comenzada.  Shutter Island nos traslada al verano de 1954. Los agentes federales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son destinados a una remota isla de la bahía de Boston para investigar la desaparición de una peligrosa asesina (Emily Mortimer) recluida en el hospital psiquiátrico Ashecliffe, un centro penitenciario dirigido por el siniestro doctor Cawley (Ben Kingsley). Pronto descubrirán que el centro guarda muchos secretos, y que la isla esconde algo más peligroso que los propios pacientes. Hasta aquí lo que se puede contar de la trama sin estropearle a nadie la película. Sí diré que Scosese se mueve como pez en el agua en un film complejo que visita diversos géneros: comienza como un thriller policial, al que le añade dosis suficientes de terror psicológico, suspense y drama -acertadamente contenido-, alucinación onírica y algún toque bizarro que van creando -in crescendo- una atmósfera espesa y opresiva en la que de manera constante se manipula al espectador llevándolo de un lado para otro en la resolución de la trama, muy al estilo Hitchcock. Pero hay planos que evocan descaradamente films clásicos,  y podemos adivinar algo más que influencias de Psicosis, Vértigo o Bergman. Necesitaría de un segundo visionado para entrar en este tipo de detalles, porque la complejidad de la trama hace complicado mantener la atención en ambas cosas al tiempo. A pesar de ello, Shutter Island es una muy interesante película sobre la violencia humana, que nos introduce en el macabro mundo de las instituciones psiquiátricas en la década de los cincuenta, en plena guerra fría, cuando ambas potencias ensayaban la lobotomía y coqueteaban con el coma inducido con insulina o la terapia de electro-convulsiones motivadas por el aumento de enfermos mentales, al haber de sumar a las estadísticas habituales gran número de veteranos de guerra  que llenaban las instituciones, en este caso estadounidenses.Pero lo más destacable sin duda es la maestría a la hora de rodar de Scorsese,  quien nos ofrece un fabuloso festín de ángulos y encuadres perfectos, contrapicados que incrementan la sensación de claustrofobia y una alucinante fotografía con la que envuelve el conjunto, elementos todos que trabajan  a modo de amalgama a la hora de cohesionar el film, disimulando alguna que otra cojera de raccord y la presencia de más de un tópico. A lo que hay que añadir un excelente rosario de secundarios y una más que notable interpretación de algunos actores, entre ellos el sueco Max von Sydow o Beng Kisley, este último capaz de inducir sensaciones tan diversas que van desde el terror más agobiante hasta el paternalismo en su estado más puro. Todas estas piezas ensambladas elevan el film meritoriamente, sobre todo si lo comparamos con lo último que está dando de sí Hollywood en cuanto a calidad cinematográfica.En el lado negativo, una banda sonora que más que acompañar el ritmo adelanta en muchas ocasiones acontecimientos, pero que carece de relevancia porque no llega a desentonar en un conjunto muy bien orquestado. Claro, falta hablar del protagonista, Leonardo Di Caprio.
Actor hoy fetiche de Scorsese, con quien ha colaborado en sus últimas cuatro películas, pero que personalmente no termina de convencerme. Porque además de sobreactuar, escandalosamente en muchos momentos, su interpretación no talla a la altura de lo que pide el guión para el atormentado agente federal. Nunca me resultó creíble su cara de niño inocente, pero ahora, algo más madurito, persiste en él ese aspecto infantil aunque con un aire más cansado, que no llega a cuadrarme ni en este tipo de personaje ni en otros recientes de su carrera, como es el caso de Revolutionary Road. Opinión absolutamente personal y por tanto subjetiva, que no pretende restarle méritos al conjunto, pues se trata de una de las mejores películas estadounidenses estrenadas en los últimos tiempos.

Madeo (Mother), de Bong Joon-ho, 2009

Tras el éxito de The Host, película más taquillera hasta el momento en Corea del Sur, y su posterior colaboración en Tokio con el corto Tokyo Shaking, Bong Joon-ho estrenó en 2009 su cuarto largometraje, Mother, consiguiendo ser elegida por su país como representante en los Oscar de este año, pasando por delante del cantado reconocimiento a Park Chan-wook y su Thirst y, aunque ha llegado a figurar entre las preseleccionadas por la academia estadounidense a la candidatura para la estatuilla, finalmente no ha logrado colarse en la lista de las cinco finalistas. Bong es hoy una de las grandes promesas del cine coreano, que ya ganó renombre internacional con su ópera prima, el thriller Memories of Murder, que exploraba los rincones más oscuros de un caso real, una brutal sucesión de asesinatos en serie y violaciones en la zona rural de Corea en los años ochenta. Mother se aparta del género de terror y monstruos de The Host para acercarse más a la primera propuesta. A caballo entre el thriller policiaco y el melodrama social que tanto gusta hoy en Corea, la película se centra en los desvelos de una madre para con su excéntrico y algo retrasado hijo- ya adulto-, quien depende de ella para cualquier asunto relacionado con su cotidianeidad más básica. Todo se complica cuando aparece asesinada una chica en extrañas circunstancias, `momento en que la película da un hábil giro narrativo: el chico es acusado del homicidio y acompañamos a la madre y su incondicionalidad para con la defensa del hijo frente a la laxitud y manipulación policial, que la llevará a un auténtico periplo e incluso al asesinato a fin de recabar pruebas que demuestren su inocencia, complicándose también el asunto con acontecimientos pasados que aparecen y desaparecen de la memoria del joven.

Al igual que en Memories of Murder, la madre sirve para dar varias vueltas de tuerca al guión de modo más que eficaz, especialmente en el momento final de la película. Sin embargo, en esta ocasión tal vez Bong se toma demasiado tiempo para entrar en materia, recreándose en escenas muy bien filmadas pero cuyo único objeto es detallar la edípica relación madre-hijo; relación extraña, obsesiva, casi enfermiza y algo ingenua, en lugar de seguir la interesante trama que propone y a la que no ayuda demasiado en la primera parte de la película. Pero una vez sobrepasado este meridiano, la narración se desencadena rápida y con bueno ritmo, para desembocar en un final poco predecible en lo que al thriller se refiere y a la vez muy alejado de lo esperado en un melodrama convencional. Acompaña el conjunto una bellísima fotografía -a la que sólo se le puede reprochar el  elevado número de escenas oscuras- y un más que correcto trabajo de Kim Hye-ja en el papel de la madre. Respecto al de Bin Won interpretando al hijo, y a pesar de que la crítica ha alabado suficientemente el papel, personalmente no llegó a convencerme por su utilización en exceso de la boca casi siempre abierta y la mirada inexpresiva para representar un personaje inocente y abiertamente nulo.

Me quedo con esa segunda mitad. Buen trabajo, mantiene la tensión y la expectativa precisa a fuerza de ocultar e insinuar para obtener conjeturas del espectador alrededor de la trama, dosificando la información para lograr la tensión necesaria. Tiene en este sentido la película una clara referencia al mejor cine clásico estadounidense a la hora de elaborar un thriller sugerente en dos áreas y sin hacerlo de manera obvia: por un lado la resolución del asesinato, en la que están inmersas viejas lagunas del pasado sin resolver y que emergen como leitmotiv en el subconsciente de los culpables; por otro la extraña relación entre los dos personajes. Ambos elementos funcionan paralelos porque se dedica la atención suficiente a desarrollarlos con detalle como partes relevantes del misterio que encierra la película, sin necesidad de recurrir a sustos superfluos para mantener al espectador al borde de la butaca y concluyendo la resolución de ambos de manera efectiva: el culpable, victima y a la vez monstruo, y el desvelo del secreto que encierra el personaje de la madre. Con todos los adornos orientales incluidos, caben pocas dudas de que Bong debe ser gran admirador del cine de Hitchcock

El apartamento, de Kang Full

Primera entrega en España de este thriller de Kang Full (Kang Do-yong), filólogo coreano que ha decidido vivir de su pluma y sus dibujos. Comenzó hace algunos años publicando historietas en su propia web y ha llegado a convertirse en un autor referente entre el comic online en su país. Uno de sus éxitos, Manhwa Sentimental fue incluso llevado al cine en 2008. Además de trabajos en la red, Kang Full es hoy un habitual de la prensa coreana, donde publica con regularidad tiras cómicas de contenido social y político.

Antes de la publicación en nuestra lengua de este manhwa (manga coreano) ya pudimos deleitarnos con otro de sus trabajos: «El Idiota». Tras leerlo, había tomado buena nota del autor porque logró atraparme con una historia aparentemente muy simple pero que esconde reflexiones, hechas con gran sensibilidad, sobre la vida y lo que esperamos de ella. Nada que ver argumentalmente con «El apartamento«. Esta vez se trata de un apasionante thriller de terror psicológico cuyo protagonista es un joven de 29 años, periodista para más señas, quien en su insulsa existencia encuentra entretenimiento mirando por la ventana al edificio de apartamentos que hay frente a su casa. Mal pasatiempo, porque su actividad le llevará a ser testigo de una espiral de crímenes que se suceden noche tras noche al apagarse las luces y -la curiosidad mató al gato- a la búsqueda de una explicación para calmar la inquietud y desasosiego que le causa el descubrimiento. La verdad es que Kang Full logra el interés in crescendo del lector en esta historia de terror y suspense, pues una vez comenzada resulta difícil abandonar la lectura. El dibujo sencillo, casi infantil, con el que acompaña el relato, no delata a primera vista los misterios que encierra, pero me ha encantado. O tal vez la que escribe no esté demasiado habituada al cómic coreano. De cualquier modo, es el primero de cuatro más que saldrán a lo largo de los próximos meses y ya estoy deseando hacerme con el siguiente número para ver cómo continua.

Más información sobre «El apartamento» en dosier pdf

Harry, un amigo que os quiere (Dominik Moll, 2000)

harry-cartelDominik Moll, director de origen alemán afincado en Francia, apostó en este film por Sergi López para el papel protagonista, actor que goza de gran prestigio en el país vecino. Compleja y excelente la interpretación del catalán, en un personaje que parece venirle como anillo al dedo porque cautiva desde el principio, y que le valió el Premio 2000 del Cine Europeo como mejor actor. Con el gesto siempre agradable, su personalidad aporta mucho al personaje de Harry, pues esa sempiterna expresión bondadosa, adorable,   combinada con su mirada extraña y perturbadora, logra de quien observa la sonrisa y la inquietud  casi a partes iguales.

El guión está construido con precisión esmerada, plagado de pequeños detalles que se van sumando, uno tras otro, para crear una atmósfera inquietante. La película comienza cuando Michael (Laurent Lucas) y Claire (Mathilde Seigner) se disponen a pasar sus vacaciones en una granja, propiedad de la familia, que llevan restaurando cinco años. Viajan en coche con sus dos hijas pequeñas. El estrés va haciendo mella: hay una ola de calor, las niñas están desatadas y la granja es una fuente continua de problemas. La tensión que se produce a medida que la situación se deteriora está tratada de modo visual y con bastante sentido del humor: vemos el coche a vista de pájaro y de repente estamos dentro de él, con la música a todo volumen, las niñas gritando, pidiendo agua, dando patadas en el asiento, y a la pareja intentando hablar sobre sus asuntos. Una situación en la que más de uno nos habremos visto involucrados que no puede sino arrancarnos una sonrisa, a pesar de no tener ninguna connotación cómica. De repente, aparece Harry, un amigo dispuesto a cualquier cosa para hacer feliz a Michael. Se conocieron hace 20 años, en el instituto. Michael casi ni recuerda a Harry. Sin embargo, Harry parece sentir auténtica fascinación por Michael y le obsesiona ver a su amigo incapaz de resolver sus problemas cotidianos, por lo que decide ayudarle.

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En pocos minutos queda establecido todo el tono de la película. Michael es un hombre normal, que trabaja para su familia y oculta sus frustraciones con gran sentido práctico. Controla su vida (o eso cree) y siempre evita los conflictos (con sus padres, su mujer o su vecino). Sin embargo, Harry nunca ha logrado nada por sí mismo, debe su riqueza a su padre, quien murió dejándole una fortuna. Carece de sentimiento de culpa, es impulsivo, caprichoso, obsesivo y vive tan sólo para el placer. La filosofía de Harry es pura lógica, y a la vez resulta extremadamente drástica. Si hay un problema, hay una solución; eso sí, la solución suele eliminar completamente el problema, nada de arreglillos sobre la marcha: Si se rompe el coche, te compro otro; si necesitas tapar un pozo, contrato para ti una máquina excavadora; si alguien te molesta…

Harry crea situaciones asfixiantes para las que ofrece soluciones que dan auténtico pavor, pero es un miedo que se disfruta porque para Michael son, en cierto sentido, liberadoras de la esclavitud de lo cotidiano.  El tratamiento del suspense, que logra que la tensión se palpe en cada escena, y cierto tono metafórico en las relaciones entre los personajes, hace pensar en la probable admiración de Moll por la obra de Hitchcock. Y como buen alumno, la película ofrece variedad en cuanto a posibles interpretaciones. Michael podría ser cualquiera de nosotros: todos hemos abandonado muchas aspiraciones que albergábamos siendo adolescentes, pero para Michael esas frustraciones se hacen ahora posibles a través de Harry. O tal vez Harry podría ser la representación de su propio subconsciente, encarnando alternativas a su vida adulta, como la independencia o la riqueza pero, sobre todo, la posibilidad de hacer realidad sus impulsos guiados únicamente por el sentido del placer. Una película bastante acertada, que combina con éxito drama realista, comedia negra costumbrista y thriller psicológico, huyendo de los tópicos habituales hoy en el género y acercándose más a elementos propios del cine clásico, cuyas claves se presentan de modo inesperado para el espectador. Sin duda, una apuesta arriesgada, pero que tiene como resultado que se siga con interés desde el inicio y decaiga en muy pocos momentos, cerrada con el broche de un final para nada sospechado.

La desconocida (Giuseppe Tornatore, 2006)

Giuseppe Tornatore se dio a conocer hace ya algunos años por su mítica «Cinema Paradiso«, una obra sobre un viejo cine y los recuerdos de la infancia (todavía hoy tengo intacta en mi memoria la sensación que me causó la escena del muelle, o la de la tragedia en la plaza, o el final, uno de los más emotivos que he visto en el cine). Si bien «La Sconosciuta» (título original) nada tiene que ver con sus anteriores producciones, el hecho de estar firmada por el maestro italiano ya es, a priori, toda una garantía de buen cine. Y la verdad es que no decepciona lo más mínimo, porque nada se puede reprochar a esta su última propuesta; una película en la que el director se mueve como pez en el agua por diversos géneros cinematográficos: drama que desemboca en suspense, con algún atisbo de cine social (sin moralina ni maniqueísmo de ningún tipo) y policial para volver de nuevo al suspense y ofrecernos escenas finales sobrecogedoras.

La película trata la historia de Irena, inmigrante ucraniana que llega a algún lugar del norte de Italia huyendo de su reciente y oscuro pasado en busca de una segunda oportunidad en la vida. Allí la protagonista encuentra trabajo como niñera con una familia que tiene una hija pequeña aquejada de una extraña enfermedad neurológica que no le permite tener reflejos, con la que Irena va a establecer un vínculo especial. El director va descubriendo la historia de la protagonista en dos hilos narrativos diferenciados. Por un lado, su misterioso pasado, servido mediante justos y justificados flashbacks que permiten comprender la trama pero sin excesos en su uso; por otro, los verdaderos motivos de la estancia de Irena en la ciudad. Ambos no serán desvelados hasta casi el final del film, garantizando el suspense y la atención del espectador. Así, lo que comienza con atisbos de drama se convierte en un thriller psicológico que va ganando nuestra curiosidad con el paso de los minutos. Porque en esta cinta nada es lo que parece y el director juega hábilmente con el espectador en secuencias que van adquiriendo sentido a medida que la película avanza a través de un guión magníficamente orquestado para llevarnos poco a poco a su terreno. Nada en ella sobra, todas las escenas contienen esa información trascendente ofrecida en pequeñas y magníficas dosis que obligan a no perderse ni un segundo. La carga dramática, medida a la perfección y muy contenida, mantiene la tensión y consigue atmósferas repletas de intriga, al tiempo que nos muestra escenas crudas y frías de violencia sexual explicita para denunciar el infierno que actualmente viven miles de mujeres como Irena, sumidas en la esclavitud sexual.

La desconocida es un film sólido que se sustenta en un guión lúcido y magníficamente elaborado, desplegado con una fuerza poco usual que logra crear una atmósfera digna del mejor thriller europeo. Cuenta con muy buenas actuaciones, entre las que destacan, además de la protagonista (Ksenia Rappoport), la actuación de la niña (Clara Dossena), o la de Michele Plácido, que consigue poner los pelos de punta, e incluso Angela Molina en un papel secundario. La factura se completa con la excelente banda sonora a cargo del maestro Ennio Morricone; banda sonora a la altura de otras compuestas por él como Cinema Paradiso o La leyenda del pianista en el Océano, aunque para este caso ha sabido imprimirle  ese necesario toque más oscuro. La cinta se estrenó ayer viernes 26 de septiembre en España, a pesar de que fue rodada hace un par de años y acumula varios premios europeos. Confieso que la vi con cierto escepticismo, porque los últimos trabajos de Tornatore no estaban, en mi opinión, a la altura de lo que esperaba (es inevitable comparar después de una obra maestra como Cinema Paradiso); pero he de decir que, aún siendo una  trama difícil de seguir y que requiere mucha atención, no sólo no me decepcionó en ningún momento sino que no puedo más que recomendarla porque se trata de una película excelente.

Transsiberian (Brad Anderson, 2008)

Resulta complicado hablar de la nueva propuesta de Brad Anderson sin desvelar su argumento, porque en él y en el trabajo de los actores residen los puntos fuertes de Transsiberian; una película que nuevamente se mueve en el género del suspense, aunque propuesta como thriller, tocando también la intriga policial, el drama y algunos atisbos del género de terror. Sin duda alguna, la historia es lo mejor de la película. Un argumento en principio nada complejo pero que a lo largo de los minutos el director sabe manejar con buen pulso para sorprendernos en numerosas ocasiones, a pesar de que el broche sea un final un tanto predecible.

Transsiberian trata de la historia de Jessie (Emily Mortimer -Scream 3, Match Point- en una estupenda acuación) y Roy (Woody Harrelson), una joven pareja norteamericana que, después de pasar un tiempo en Pekín como colaboradores de una organización humanitaria, deciden viajar en el mítico Transiberiano, ferrocarril que une Moscú y la capital China por la extensa estepa rusa y Mongolia. En el tren viajan gentes de diversas nacionalidades de lo más variopintas, amén de la agria y algo tétrica tripulación. Los protagonistas entablan amistad con Carlos (un correcto Eduardo Noriega) y Abby (la americana Kate Mara, de Shooter), otra pareja con la que comparten vagón y con la que vivirán más de una situación de tensión al cruzarse sus caminos con el inspector ruso de policía Ian, fantástico trabajo a cargo de Ben Kingsley, que es sin duda la mejor interpretación en la película.
Como ya nos tiene acostumbrados Anderson en sus anteriores trabajos (El Maquinista, Sessión 9), su capacidad para sorprender al espectador y de enmarañar las situaciones a partir de un guión en principio bastante simple, resulta ser el punto fuerte del film que, a pesar de sus casi dos horas de duración, se desenvuelve con agilidad y sin cansar en ningún momento gracias al cóctel de misterio, asesinatos, tráfico de drogas, traiciones, terror y deseos que con sorprendente habilidad ofrece Anderson en casi todos sus films, en los que sabe transmitir muy bien al espectador esas sensaciones de angustia y misterio cuyo objeto es mantener la intriga y la tensión a lo largo de la película. El resultado es una cinta más que correcta al igual que lo fueron sus anteriores trabajos; trayectoria que va convirtiendo a Anderson en un director muy a tener en cuenta en el panorama cinéfilo actual, y a Transsiberian (sin ser una obra maestra), en una buena película, quizás de lo mejor que se estrenará este no demasiado prolífico año para el cine.
Transsiberian es una coproducción española e inglesa. A pesar de ello, se ha estrenado primero en Estados Unidos, el pasado mes de julio. En España estaba prevista para abril, pero se ha ido postergando como tantas otras y las últimas noticias apuntan a un inminente estreno en octubre, aunque no hay confirmada fecha oficial. Esperemos que así sea, porque a estas alturas ya circulan copias por la red en inglés… Como casi siempre, aquí seguimos en la cola; en este caso, a pesar de tratarse de una película propia. Hace años se oía en boca de muchos eso de «Spain is diferent», ahora ya casi olvidado, aunque todo hace pensar que será por tópico, porque cosas como esta no hacen sino traérmelo a la cabeza. Esperemos pues poder disfrutar pronto la película como merece.