Paris qui dort, de René Clair

«Los monstruos presagian el hundimiento de una época y celebran su ocaso»

Umberto Eco

Los lectores habituales de este blog sabéis de mi colaboración con la revista cuatrimestral La caja de Pandora, que en septiembre, cuando aparezca el número cuatro, cumplirá una año desde que inició su andadura.

La revista trata en cada número un tema monográfico, y para la próxima entrega el elegido, los mad-doctor, que si bien deben su primera aparición en la literatura moderna al Dr Frankenstein, durante el siglo XX y a través de distintas manifestaciones culturales, entre las que se encuentra el cine, han reflejado de algún modo parte de nuestra historia, evolución y hasta nuestras costumbres; pero también las diversas angustias y fantasmas humanos, mezcla del miedo a crisis sociales y económicas cíclicas y propio autorretrato con fondo, porqué no, un tanto masoquista.

Dentro de lo que ha dado de sí el fenómeno mad doctor, me ha tocado buscar material relacionado con el cine de entreguerras, una época en la que estos nuevos monstruos humanos arrasan en el cine europeo y norteamericano. No en vano la avalancha de nuevos y mejores pseudo-científicos monstruosos, que serán objeto de infinidad de versiones en décadas posteriores, obtiene sus mejores triunfos de público hacia el final de los 20 y a lo largo de los años 30, tras el hundimiento de Wall Street, botón de muestra la versión de Frankenstein de 1931 interpretada por Boris Karloff.

A medida que transcurrían aquellos años, el fenómeno aumenta ciertamente su consistencia en el cuerpo social europeo; una sociedad y una época que se preparan para la nueva contienda, y de manera muy especial en Alemania, antes de la llegada de Hitler, algo así como una catarsis filmada del estado anímico de la sociedad que encuentra un modo de expresión en el cine, el cual, con personajes como el Doctor Caigari de Wiene, el Golem de Wegener, el Mabuse de Lang o el Nosferatu de Murnau, no es más que la expresión de la tendencia obsesiva de la época, con un tejido social arrasado por la primera derrota bélica de dimensión global y una profunda crisis, no solo económica, en la que se ve inmersa su burguesía que conserva intactos sus proyectos hegemónicos.

Punto y aparte, en septiembre, en la revista, más sobre el tema y una de sus épocas más esplendorosas. Aunque como aperitivo, me permito esta rareza a continuación, que data de 1924 y que encontré buscando material para completar el dossier. Interesante trabajo, aunque la versión original y completa solo está en Internet con inter-títulos en inglés. Es la primera película de René Clair, cineasta vanguardista francés que se caracteriza por un uso experimental pero muy creativo de la sátira y que sentó los precedentes del surrealismo cinematográfico en Francia.

Cae la noche sobre Paris y aparentemente nada sucede, pero a la mañana siguiente, el vigilante nocturno de la Torre Eiffel  comprueba asombrado que el reloj de la torre ha quedado detenido a las tres y media. La ciudad entera aparece inmóvil, congelada a la fatídica hora durante cuatro días, víctima de un accidente en un experimento llevado a cabo por un descabellado científico.

Albert, el vigilante de la Torre, es el único habitante de Paris que parece haberse librado de la maldición. René Clair se anticipa a muchos de los matices que años después serán el eje del cine y la literatura post-apocalípticos. Es cierto que carece de la madurez y estatura de otras películas mudas de la época, sin embargo tiene el valor de ser el precedente de un género que se abriría paso hacia final de la década y la siguiente, pudiendo ser considerado el primer largometraje europeo de ciencia ficción.

Hoy, con la perspectiva del paso de los años, se puede ver la película, además, dentro del contexto de la época, más allá de sus connotaciones claramente cinematográficas surrealistas o de realismo poético. Albert, el protagonista, que en un principio disfruta de una situación privilegiada que le permite hacer y obtener cuanto se le antoja, a medida que pasan las horas se ve vencido por el hastío y el aburrimiento, para más tarde pasar a luchar a toda costa para que Paris vuelva a ser tal como la conocía, una ciudad bulliciosa plagada de turistas y carruajes, también de desigualdades, leyes y límites a la libertad de los individuos, es decir, aquel lugar que proporciona la seguridad restringida e inmediata del mundo que conoce, su mundo tal como lo dejó antes de irse a la cama, y que el desarrollo económico y la situación internacional comenzaban, años antes del crack financiero, a poner en cuestión. Lo de si la historia se repite, lo dejaremos, en esta ocasión, a juicio de cada lector… Que la disfruten.

Never let me go (Nunca me abandones)

¿Quién no se ha preguntado alguna vez sobre el significado de la existencia, sobre la utilidad de su vida? ¿Llegará un día en que podamos vivir indefinidamente, o que la muerte no nos llegue a causa de  envejecer  o enfermedades sino por mero accidente? ¿Dónde está el límite entre lo científicamente posible y lo moralmente aceptable? Ciencia ficción entre planteamientos éticos y una historia de amor a trío son los ejes que mueven esta película, que descubrí gracias al blog  Se acerca el invierno, una adaptación de la novela de Kazuo Ishiguro del mismo nombre, con guión de Alex Garlanddel y dirigida por  Mark Romanek, que cuenta el corto camino de tres jóvenes desde la perspectiva de Kathy H. (Carey Mulligan), rememorando el recorrido desde su infancia en el internado de Hailsham, en el centro de Inglaterra, con sus dos mejores amigos, Tommy (Andrew Garfield) y Ruth (Keira Knightley). Hailsham no es una escuela cualquiera. Guardianes, que no docentes, parecen tener como preocupación única la salud de sus alumnos, hacerles seguir una severa dieta y cumplir con la estricta disciplina para preparar a los internos a una vida previamente elegida para ellos. La historia se desarrolla desde mediados de los años 50 hasta los 90, pero lo hace en una realidad alternativa, suponiendo que la ciencia ya cuenta con los medios para clonar humanos y determinados individuos son nacidos y criados con el fin exclusivo de aprovechar sus órganos en cuanto lleguen a la edad adulta: vida corta y truncada en la primera juventud, seres criados en monstruosas escuelas aisladas del mundo exterior, socializados para acepar que su tiempo en la Tierra es limitado, sometidos a la creencia desde la más tierna infancia de ese destino sin otra alternativa. Víctimas indefensas del avance de la ciencia, donde cada uno cumple un papel en pos de la supervivencia de la especie y la ética se deteriora gradualmente en favor de la evolución humana. Seres criados en granjas humanas glorificadas que mantienen en secreto las posibilidades que ofrece el mundo externo, al que sirven sin más remedio,  sin cuestionarse jamás su propia existencia.

La película está estructurada en capítulos (niñez, adolescencia y juventud), con bastante buen ritmo, elegante factura e interpretaciones convincentes. Pero curiosamente las cuestiones de moral que inicia un planteamiento basado en la ciencia ficción y que quizás tememos como posible, se limitan a persistir en el fondo y parece estar más interesada en el debate sobre el temor a la muerte inevitable de los clones y la búsqueda de la identidad, que en el campo ético-científico. A lo que se suma una historia de amor, traiciones y redención que por momentos supone un giro demasiado conciliador hacia el drama romántico al uso.  En la parte central de la película, toda la alegoría inicial desaparece para entrar en escena sentimientos tan humanos como el miedo, los celos o las traiciones, justo cuando comenzamos a preguntarnos porqué no tratan de escapar,  porqué aceptan irremediablemente su destino, clones o no,  que se les presenta trágicamente inevitable. En el otro lado de la balanza, por más dura que pueda parecer esta historia, hay que reconocer que está llevada a la pantalla  con gran sensibilidad. Se agradece, a pesar de ciertas dosis de drama romántico, la casi ausencia de sentimentalismo o de maniqueísmo apocalíptico. Ciencia ficción de la mano de una historia por momentos excesivamente ensimismada, con personajes a veces tiernos, a veces crueles, que pretende abordar de fondo grandes temas que en definitiva quedan en el aire, porque se las arregla para hacerlo a escala muy íntima, aunque creando personajes distintos y siempre atractivos.  Me quedo con su primera hora y un final tan perfecto como devastador. Never let me go es una película intensa y triste, con un personaje principal muy carismático que nos hace rebelarnos minuto a minuto ante su resistencia pasiva y silenciosa. Seguramente sea ese el componente que engancha al espectador hasta el último minuto,  dado el éxito que ha cosechado allá donde se ha estrenado (para variar no hay prevista fecha en España). En conjunto, he disfrutado viéndola,  aunque le sobre algún que otro momento melodramático, sobre todo en  sus capítulos centrales.

Gadkie Lebedi (The Ugly Swans), de Konstantin Lopushansky

Esta semana tenía intención de comentar en el blog algún estreno, pero no va a ser así. Quedé el pasado viernes con ganas de ver Canino, dirigida por el griego Yorgos Lanthimos, pues su anterior film, Kinetta, me dejó muy buen sabor de boca. Ninguna sala de Valencia, ciudad donde vivo, se ha dignado en estrenarla así que, mi gozo en un pozo, optamos por pagar la entrada para la versión de Alicia de Tim Burton. Sobre Burton empiezo a pensar aquello de fue bonito mientras duró; vamos, que la cosa no da para más (espero, sinceramente, equivocarme en esta predicción). Obviaré también comentario alguno sobre Furia de Titanes, pero recomiendo encarecidamente, a quien le interese aquello de ver como quedó el remake, espere a que salga el DVD: decepcionante, robo de los siete euros más palomitas, con mayúsculas y en negrita. Por último, si este fuese un blog de música rock (y empieza a gustarme la idea de abrir uno), cabría reseñar Nadie sabe nada de gatos persas, una propuesta distinta al cine iraní al que estamos más o menos acostumbrados, pero que se queda en buenas intenciones, nada a destacar especialmente, la película va menguando el interés conforme avanza y el final remata, a excepción de la BSO y cierta añoranza rebelde que puede causar en la generación que andamos superando la cuarentena, aunque en este caso frente al monstruo fundamentalista, además de lo curioso de alguna escena, como la de un cuarteto tocando heavy metal en un granero y en persa. Así que continuaré reseñando películas raras, o menos comerciales, de las que acumulo una buena colección, entremezcladas en un tercer disco duro casi completo. Dudo tener el tiempo material suficiente para verlas todas calculando que viva otros cuarenta años más,  y sospecho que siguiendo este ritmo tendre que pensar  dejarlas en herencia a quien pueda interesarle. En cualquier caso, visto lo visto, me parece (al menos esta semana) mejor opción la siguiente, puestos a escribir recomendando algo de cine.

Así que os presento a Gadkie Lebedi, film ruso dirigido en 2006 por Konstantin Lopushansky e interpretado por Gregory Gladiy, Laura Pichelauri, Alexey Kortnev y Leonid Mozgovoy (¿A que os suenan todos, eh?). The Ugly Swans es su título internacional, y obtuvo alguna nominación, en Rusia. Es una película de ciencia ficción basada en una novela de los hermanos Strugatsky. Como reclamo, decir que estos hermanos firmaron también la historia de Stalker, que la música es de Andrei Sigle, el compositor habitual de Alexander Sokurov, y que el director es uno de los discípulos y seguidores de la escuela cinematográfica de Andrei Tarkovsky. Ahora seguro que empieza a verse mejor.

El protagonista se llama Víctor Banev, un exitoso escritor que es enviado por la ONU a un pueblo (en los confines rusos) que ha resultado inundado por completo e invadido por un grupo de mutantes de inteligencia superior, que se dedican al secuestro de niños -como si se tratase de una secta- para lavarles el celebro a fin de convertirles en seres de inteligencia sin límites. Más allá de la misión política, Banev tiene la intención de encontrar a su hija, que se ha apuntado a la escuela para superdotados de los mutantes.

La película es una de esas rarezas que difícilmente pueden encontrarse fuera de los festivales de cine (se pasó en Sitges), pero que compensan al espectador por su poderío visual y su cruda y desconcertante puesta en escena. El ambiente se mueve entre un tono opresivo y apocalíptico: vemos un bosque eterno en llamas mientras el protagonista viaja en el tren, o una especie de extraña lluvia incesante sobre la ciudad al unísono de la inquietante luz roja que tiñe los edificios de óxido y humedad. Hacia mitad de la película pierde un poco el rumbo, y se entretiene demasiado quizás en las contradicciones de la hija para con el padre, pero la película logra recuperar el tono hacia el final, con una magnífica e intensa secuencia colofón que equilibra el conjunto.

La calidad visual es, junto con su dramático final, lo mejor de la película. Ambos están a la altura de un buen film de ficción y del legado del maestro Tarkovsky. No es demasiado difícil conseguirla en internet, tampoco los subtítulos gogleando un rato, así que tomad buena nota de esta interesante película de acción y ciencia ficción que, sin ser ninguna maravilla, entretiene y resulta todo un placer para la vista.

Buen fin de semana a todos!

Plano secuencia 6: Alfonso Cuarón, Children of men (2006)

Conocida en España como Hijos de los hombres, Children of men es una de las películas de ciencia ficción que más reconocimiento obtuvieron en su día, pues a pesar del moderado éxito económico, atrajo muchas críticas positivas y el beneplácito del público. Adaptación un tanto libre de la novela homónima de 1992 de la británica Phyllis Dorothy James, fue dirigida por  Alfonso Cuarón quien también intervino en la adaptación del guión junto al mexicano Timothy J. Sexton. La película está protagonizada por Clive Owen, Julianne Moore, Pam Ferris, Claire-Hope Ashitey, Michael Caine y Chiwetel Ejiofor,  y nos sitúa en 2027, momento en que la humanidad se ha vuelto estéril y su extinción comienza a ser inminente. 18 años han pasado sin que ningún ser humano haya nacido y el más joven acaba de morir: el destino parece sellado, y el colapso y la crisis social se desatan en todo el planeta. Todas las naciones han sido devastadas por el terrorismo y el caos. La única excepción, el Reino Unido, gobernada por un tiránico régimen neo-fascista, impone el orden con mano de hierro, ensañándose duramente con los millones de inmigrantes que creen encontrar en territorio británico algún paliativo a un mundo inevitablemente en ruinas. Un kit de suicido se comercializa en carteleras, anuncios de prensa y televisión. El precio de la libertad es muy alto.

Sin embargo, Children of men se aleja del planteamiento futurista de algunas películas del género y, lejos de trasladar al público a una realidad venidera que todavía desconoce, está ambientada de modo hiperrealista, manteniendo siempre el equilibrio entre el tiempo que narra, 2027, y escenarios muy contemporáneos. La recreación de los ambientes coincide casi siempre con escenarios actuales, así como las vallas publicitarias, tipo de programas de televisión, automóviles, e incluso la indumentaria y modus operandi del ejército. Semejante puesta en escena contribuye a la identificación del público con una situación posible a corto plazo. Con el futuro en mente, invita a explorar temas como la esperanza y la desesperación,  contiene alusiones a la fe religiosa y a episodios recientes de la historia del siglo XX -el Holocausto-. Desde la ficción, aborda temas de actualidad como la inmigración, la manipulación de los temores de la ciudadanía por parte de los gobiernos o los campamentos de refugiados donde van a parar los de la película, que son cazados como cucarachas, evocan intencionadamente prisiones como la de Guantánamo o Abu Ghraib.

Técnicamente, contiene varios planos secuencia, escenas de complejidad asombrosa, hasta el punto de que Cuarón tuvo que enfrentarse en más de una ocasión con la productora porque el rodaje de determinadas partes de estos planos consumía demasiado tiempo con la consiguiente preocupación por parte de los estudios. Los dos que hay a continuación son los más famosos, aunque no los únicos. El primero de ellos, la escena de la emboscada en la carretera, se logró modificando el vehículo para permitir su inclinación y que los asientos estuvieran más bajos, pudiendo así la cámara rodar desde el techo. Lo mismo se hizo con el parabrisas, que tuvo que ser inclinado convenientemente para que la cámara pudiese salir a través de él desplazándolo desde un lado. Cuatro personas, incluido el operador, viajaron en el techo para el rodaje. Los efectos de las dos escenas son asombrosos, a pesar de que se ha sabido que en realidad no son tomas continuas y para lograr que lo parezcan se echó mano de un buen trabajo de postproducción. La segunda, a base de una combinación de steadycam y cámara directamente al hombro, y al margen del realismo que imprimen las salpicaduras de sangre en el objetivo, es una magnífica coreografía medida al milímetro, en la que fotografía, escenarios y sonido crean una atmósfera asfixiante que le dan el dramatismo, tensión y realismo que merece la narración de esta batalla campal en plena ciudad. Guste o no el género de ficción apocalíptico, solo por sus monumentales planos secuencia vale la pena el visionado. La valoración del contenido global del film, quizás mejor dejarla para pasados unos años…

Más sobre plano secuencia

El Hotel Eléctrico, de Segundo de Chomón

chomonhd7 He encontrado, un poco casualmente, este cortometraje español que data de 1908. Para quien lo desconozca, Segundo de Chomón, natural de Teruel , es una de las personalidades más relevantes de los primeros treinta años de la historia del cine, pionero del cine mudo, uno de los padres del cine español, del cine fantástico, de la animación y de la ciencia ficción también. Un nombre clave, a quien se le atribuye la invención de las «fantasmagorías» siguiendo los pasos del primer Méliès que allá por el 1902 comienza a introducir la fantasía en el cine mediante los «trucajes» (sobreimpresiones, maquetas, dobles exposiciones…), un incipiente cine que hasta entonces se había limitado a retratar la realidad cotidiana a modo de documental.

«El Hotel eléctrico» es considerada la primera película de ciencia ficción realizada en España, y en ella se aprecian influencias del trabajo del norteamericano Stuart Blackton, «The haunted hotel» (1906). Una pareja llega a un hotel completamente automatizado por la electricidad, y asisten boquiabiertos al espectáculo de cómo sus maletas se abren solas, la ropa se organiza o las funciones básicas de su aseo no dependen de la intervención humana. Hasta que el hotel se descontrola debido a un cortocircuito. El corto recoge gran parte del repertorio de trucos con los que viene experimentando Chomón en sus anteriores trabajos.

El film se rodó en España bajo la financiación de la francesa Societé Pathé Frères, fundada por Charles Pathé en 1896, que se convertiría en una de las compañías cinematográficas que supo resistir las vacas flacas de crisis y entreguerras del anterior siglo, compañía que creció y absorbió a otras como la Star Films de Georges Méliès (su mayor competidora), que acabaron en la miseria. Este primer magnate de la industria del cine no sólo producía y dirigía sus propias películas para exhibirlas en salas de cine de su propiedad, sino que también fabricaba su propia cinta virgen (140 metros para «El hotel eléctrico») y disponía de un gran estudio en Vincennes donde podían trabajar a la vez hasta 400 directores en distintos proyectos. Con Pathé, Chomón trabaja durante cuatro años como director, técnico de iluminación, de fotografía y especialista en trucajes y relevado, hasta 1909, año en que la compañía no le renueva el contrato y regresa a España. Las limitaciones económicas, comerciales y técnicas del cine español le harán trasladarse unos años más tarde a Turín, donde continuará su trabajo como director, aunque el contrato con la Italia Film de Turín se verá centrado en la realización y filmación de maquetas, perfeccionamiento en efectos de iluminación, cámara y efectos especiales.

La Antena (Esteban Sapir, 2007)

«Había una vez una ciudad sin voz. Alguien se había llevado las voces de todos sus habitantes. Pasaron muchísimos años y a nadie parecía preocuparle el Silencio«

Con estas palabras comienza la nueva propuesta del director argentino Esteban Sapir, un arriesgado film diferente a las producciones mayoritarias, minucioso, experimental, cargado de crítica social y al que hay que reconocerle, además, el esforzado ejercicio cinéfilo de recuperación (en algunos momentos hasta el plagio) del cine expresionista de los primeros veinte años del pasado siglo.

Narrada a modo de cuento, sin apenas diálogos y filmada en riguroso blanco y negro, la película es una crítica a la excesiva influencia de los medios de comunicación, en especial la televisión, y al consumismo desaforado fruto de la propaganda mediática. El film nos transporta a una ciudad ficticia en la que siempre nieva, porque vive sumida bajo un crudo y permanente invierno. El cruel y perverso señor TV, dueño absoluto de todos los productos que se consumen y monopolizador de cada una de las imágenes que adornan esta ciudad, maquina un malvado plan para someter eternamente todas las almas que habitan el lugar y así preservar su poder: construir una peligrosa máquina que transmite hipnóticas imágenes a través de la pantalla del televisor para inducir al consumo compulsivo de productos de su sello. Pero la máquina funciona con la voz, y sólo queda una mujer que misteriosamente ha conservado el don del habla, a la que pretende someter chantajeándola con el secuestro de su hijo ciego, del que sospecha ha heredado el don de su madre.

Esmerada puesta en escena, impresionante ejercicio fotográfico, y pequeñas historias relatadas en torno al guión principal son quizá lo mejor de este intrépido film, en el que espectáculo visual, música y argumento se hallan perfectamente armonizados y, como si de una coreografía se tratase, ningún elemento destaca sobre otro pero a la vez cada uno de ellos es imprescindible para completar el conjunto. Por otra parte, en el lado negativo, tal vez su duración resulte algo dilatada, y las fuentes de las que se alimeta sean excesivamente explícitas: la alineación de los personajes, el simbolismo, el control ejercido por la máquina que todo lo domina, recuerdan demasiado «Metrópolis» de Fritz Lang. Las cápsulas en las que viajan los habitantes de la ciudad, la estética con la que acentúa la perversidad de los «malos», los decorados, los encuadres y hasta las citas evocan sin descanso a Méliès en su legendario «Viaje a la Luna». Una variada y eficaz partitura musical acompaña a los actores en las distintas situaciones y los diálogos están sustituidos por rótulos que narran la acción dentro de los encuadres; evocador diseño de la escuela de Einsestein, con la variación de que Sapir construye con estos carteles originales composiciones, bien dotándolos de movimiento en algunas escenas, bien integrándolos en la acción de los personajes. Incluso, algunos elementos estéticos (la cicatriz que muestran en la mano tanto el padre como la niña) son un claro guiño a «El perro andaluz» de Buñuel. Y el retrato del niño ciego (sin ojos), así como la estética de cómic oscuro utilizada para dibujar algunos personajes, la iluminación y la paciente manipulación de determinadas escenas, traen a la memoria la técnica de los hermanos Quay en sus impactantes cortometrajes.

Con todo, el trabajo resulta digno de elogio, no ya sólo por su cuidada producción y montaje que me parecen evidentes, sino porque Sapir ha sabido encontrar el modo de acercar el cine experimental al público, elaborando un conjunto artístico integrado en una historia con sentido, desde el principio hasta el final del film. El mecanismo surrealista utilizado no es vano o caprichoso del director, sino que juega su papel en el contexto del guión y aporta belleza a la vez que comprensión al espectador; y las licencias artísticas siempre suman elementos al mensaje que se pretende y no constituyen un recreo en sí mismas. En definitiva: es una obra de arte poética y coreográfica en la que prima el lenguaje audiovisual transformado en película, y no una película que sirve de excusa para exponer una obra que, por artística que se pretenda, carezca de coherencia y argumentación. Por este camino, quizá el cine experimental pueda llegar algún día a calar en el gran público; por el otro, necesaria y tristemente, continuará vagando por el oscuro mundo del elitismo cinematográfico. Bravo, pues, por Esteban Sapir.

The man from Earth

«El hombre de la Tierra» es una película de ciencia ficción que no contiene efectos especiales, ni alienígenas, ni marcianos, ni trucos, ni acción alguna, sólo un grupo de profesores de universidad sentados en una habitación alrededor de una chimenea (escenario en el que se desarrolla todo el film como si de un teatro se tratase) planteándose temas como la filosofía, la antropología, la religión, la biología, la tecnología, la forma de aprender, los modos de pensamiento..


La historia, a priori, es bastante sencilla: Uno de ellos se marcha de la ciudad después de haber trabajado juntos 10 años, y los demás colegas (cada uno profesor de una especialidad) han acudido a su casa a despedirle. Todo transcurre normalmente hasta que les revela que tiene 14.000 años. En principio lo toman como una broma, pero comienzan las preguntas, a las que responde con la suficiente coherencia y agilidad para dejar entreabierta la posibilidad de que todo sea verdad. En medio del salón, va narrando con detalle y lógica creible sus experiencias, como un recorrido por la historia. Cada uno va proponiéndole preguntas y poco a poco se ven todos atrapados por su ilógica realidad. Pero el realmente atrapado es el espectador, al que logra hacer tan partícipe de la trama como a sus propios protagonistas.

El guión engancha, porque a medida que se desarrolla ya no sabes si está diciendo la verdad, si realmente es una broma, o si está verdaderamente loco.. la misma disyuntiva que se plantea el grupo reunido, logrando no sólo no aburrir en ningún momento, sino poco a poco convertirse en una historia apasionante, original e inteligente. Una demostración clara de que los grandes presupuestos no lo son todo para lograr un buen film y de la prescindibilidad de grandiosos efectos especiales para plantear una película fantástica y sorprendente. La imaginación, la capacidad creativa y un buen guión, que es básicamente lo que aporta este film, pueden hacer bastanté más que los medios materiales para lograrlo. Una película que, aunque a veces cojea en calidad fotográfica y en la interpretación de algunos papeles, restaura, sin embargo, esa dignidad bastante perdida en el género de la ciencia ficción.


El autor del guión es Emerson Bixby, que concluye la historia original de su padre, Jerome Bixby, quien terminó de dictar el relato a su hijo cuando ya no podía seguir escribiendo, víctima de una grave enfermedad. La película está dirigida por el norteamericano Richard Schenkman, con un presupuesto de sólo 200.000 dólares. Se estreno en Hemet (California), en octubre de 2007. La distribución se ha realizado básicamente a través de internet, potenciada por su propio productor, quien ha agradecido en numerosas ocasiones a los usuarios de la red su descarga como medio inmejorable para su difusión, logrando unos resultados mucho más allá de las espectativas que, según parece, tenía en un principio. Director, productor y guionista son habituales en foros anglosajones, donde contestan a las preguntas de los usuarios y facilitan la descarga de la película. A la vez, existen varias páginas web donde se pueden obtener subtítulos, tanto en español como en otros idiomas.

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