La Isla de las Flores, de Jorge Furtado

Este interesante cortometraje, que seguramente muchos conoceréis,  fue dirigido y escrito por el brasileño Jorge Furtado en 1989, pero a pesar de haber sido creado hace 20 años encaja perfectamente en la realidad actual. Mezcla de documental, comedia y ensayo poético-político, sigue la pista de un tomate desde el cultivo, pasando por su venta y transformación, hasta su llegada a la Isla de las Flores, todo mediante secuencias y animaciones hechas en clave de humor para mostrarnos de modo sencillo los mecanismos de la globalización. Ingeniosa parodia dirigida a extraterrestres como medio que ayude a comprender algo de nuestra civilización, y que alberga un mensaje tan contundente como vigente.

ILHA DAS FLORES
35 mm, 12 min, Brasil, 1989.
Dirección: Jorge Furtado
Producción Ejecutiva: Mónica Schmiedt, Giba Assis Brasil e Nora Goulart
Guión: Jorge Furtado
Dirección de Fotografía: Roberto Henkin e Sérgio Amon
Dirección de Arte: Fiapo Barth Música: Geraldo Flach
Dirección de Producción: Nora Goulart
Montaje: Giba Assis Brasil
Asistente de Dirección: Ana Luiza Azevedo
Uma Producción de la Casa de Cinema PoA
Elenco Principal: Paulo José (Narración) Ciça Reckziegel (Dona Anete)

«A ciegas» (Blindness) vs. «Ensayo sobre la ceguera»

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“Concluyendo de manera plebeya, como no se cansa de enseñarnos el proverbio antiguo, el ciego, creyendo que se santiguaba, se rompió la nariz. Con la marcha de los tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los intercambios genéticos, acabamos metiendo la consciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas y, como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca”.

El texto pertenece a la novela «Ensayo sobre la ceguera«, publicada en 1995 por José Saramago, premio Nobel de Literatura, una de las figuras más importantes de la literatura portuguesa actual, y recoge bastante bien el sentido general de la obra. En base a este libro y con supervisión del propio Saramago, el canadiense Don McKellar se encargó del guión de la película «Blindness» («A ciegas«, título en España); la dirección al brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel) y el trabajo de fotografía corre a cargo de su ya inseparable Cesar Charlone. Un producto cinematográfico de indudable buena calidad, tanto por lo que a la dirección se refiere como al trabajo del elenco, destacando la interpretación de la protagonista femenina, Julianne Moore, quien cumple bien con su papel de única persona capaz de ver en un mundo donde la enfermedad de la ceguera blanca va asolando a todos los que encuentra en su camino. Mención especial merece, como decía, el trabajo fotográfico, en el que resalta ese color blanco sobre-impresionado que transmite al espectador casi las mismas sensaciones que experimentan los protagonistas, víctimas de una particular ceguera que en lugar de sumergirlos en la negrura y la oscuridad les atrapa en un frio y desolado universo lechoso y blanco. La película da qué pensar, ya que muestra un mundo lleno de hipocresía que aísla sin dar respuesta a todos aquellos que van sucumbiendo a la enfermedad, mientras los aislados se tornan cada vez más individualistas, caldo de cultivo de tiranos, violadores y asesinos presos del salvaje instinto de supervivencia, buen retrato de la delgada línea que separa al ser humano de las bestias cuando se le pone en una situación de resistencia al límite.ceguera-saramago

Película cruda y bien lograda, que directamente engrosa la extensa lista de otras anteriores caracterizadas por hacer que el espectador se revuelva en la butaca; historias para las que el cine (sobre todo en la actualidad) posee innumerable medios con los que trasladarlas a la pantalla, a la espera de que algunos (no demasiados) buenos cineastas, como es el caso de Meirelles, hagan uso de su buen saber hacer detrás de la cámara y nos presenten trabajos capaces de removernos las entrañas. Digo esto porque la esencia de la película no es otra que contar una historia de supervivencia que traslada milimétricamente casi todos los planos de la novela de Saramago de manera severa y directa, apoyado (eso sí) por un buen trabajo de dirección, fotografía y montaje que ha contado con un presupuesto de 20 millones de dólares.

Sin embargo, no es eso. La buena literatura, como es este libro, cuya lectura me atrevo a recomendar a quienes todavía lo hayan hecho, es capaz de, además de contar una buena historia, saber generar estados imaginarios a medida que avanzamos en sus páginas. La genialidad de Ensayo sobre la ceguera reside en lograr que el lector vea como propias las descripciones que nos narra, haciendo que nos preguntemos casi sin darnos cuenta qué haríamos nosotros en esa situación, porque consigue ponernos en el límite que nos describe. Es mucho más que un thriller de violencia asfixiante cuyo trasfondo moral nos revuelve el estómago. Meirelles no logra traspasar esa frontera, quedando la cinta en una buena historia (con algunas lagunas narrativas que pasaré aquí por alto) que navega entre el drama, el thriller y el género de terror, pero en la que no está en ningún momento inmerso el espectador. Lo cierto es que la tarea era difícil, porque se pueden modelar (y muy bien) en la pantalla las escenas del libro, pero plasmar los planteamientos éticos  (y también políticos) que logra Saramago en su magnífico libro (para mí, uno de os mejores del autor), no exentos ironía y cierta mala leche, tal vez sólo esté al alcance de grandes maestros en el cine, y la verdad es que no se me ocurre ninguno (vivo y en activo) que hoy por hoy se encuentre en condiciones de lograrlo. Por eso, quien busque en la película la esencia del texto original, que siquiera es pesimista, sino una metáfora de esa parte de nosotros hipócrita y miserable si el capricho de la vida lo requiere, saldrá seguramente decepcionado. Quien vaya a ver otra historia más sobre terroríficas pandemias que diezman a la humanidad, trasfondo moral incluido, probablemente salga más que satisfecho ya que, desde esa óptica, consigue sobradamente sus objetivos y muy poco se puede criticar a la película.

Tropa de élite: Proselitismo fascista

Quiero suponer que el objetivo de Jose Padilha no era otro sino condenar la violencia que se vive en las favelas brasileñas, y que dicha condena abarcara también la violencia policial extrema practicada al amparo de resolver la conflictiva situación.  Pero sucede que nada en este mundo es imparcial y, en ocasiones, restregar la realidad al público de la mano exclusiva de quien sí toma partido puede desembocar en que el tiro salga por la culata. Sea como sea, el resultado de este film es, como yo lo veo, una justificación completa de la barbarie policial que ejerce el Batallón de Operaciones de la Policía Especial (BOPE) en Brasil:

A lo mejor piensan que los narcotraficantes son las grandes multinacionales de la droga, auténticas redes de poder bien organizadas que actúan amparándose en la legalidad para ganar millones y millones de dólares. A tenor del mensaje de la película,  se equivocan ustedes. Los auténticos narcotraficantes están en las favelas, no tienen más de 25 años y no saben leer ni escribir. Bueno, algunos sí, esos jóvenes hijos de papá que lavan sus conciencias en una ONG, aunque en realidad suben a la favela a conseguir droga para sus porros y alguna raya de coca, o incluso un poquito más para hacer de camellos en la facultad.

Temible la visión que tienen estos individuos del BOPE sobre las favelas. Cierto que, como vimos en «Ciudad de Dios» están armados hasta los dientes, se enzarzan cada dos por tres en tiroteos y sus jefes causan el terror entre los habitantes de estos barrios. La pregunta, si acaso, es: ¿De dónde sacan las armas? ¿Quién les suministra la droga?… O ¿tal vez ambas cosas nacen por generación espontánea en las colinas de Río de Janeiro?. Pero de esto no se habla, representando una realidad muy distorsionada y maniquea, en la que la única alternativa son los cuerpos paramilitares sin control de nadie. A ver si van a pensar ustedes que esto se resuelve con democracia y margaritas.

No voy a entrar en valoraciones técnicas de la película tipo si está bien rodada, la calidad fotográfica, el montaje o la interpretación. Porque en este caso me da la sensación que es lo menos relevante. La película es crudísima; he disfrutado con películas de terror gore y hoy, sin embargo, he estado a un tris de levantarme y marcharme de la sala. La voz en off del jefe del comando, martilleando fascistadas durante casi dos horas, justificando la barbarie policial que pasa por delante de nuestras narices en este film, me ha resultado más que espeluznante, vomitiva; porque esto existe, es real, no es ficción para entretener. Y si hay algo que tengo clarísimo es que la única garantía para la libertad en nuestra sociedad es que quien tiene el poder esté, más que nadie, sometido a la Ley y a las instituciones. Cierto, hay policías corruptos, y militares, y gobernantes, y jueces… pero esta premisa es la única que permite atajarlo en baneficio de las libertades colectivas e individuales. Y en los últimos años, da la sensación que mucha de la propaganda que se hace, precisamente desde algunas instituciones estatales, va más en la línea del mensaje de esta película que en fomentar la confianza positiva, abandonando algunas de las bases de cualquier garantía democrática. Se justifica invadir un país en nombre de esa democracia, matar civiles luchando contra el terrorismo, alargar la jornada laboral a 60 horas para ser solidaros con la crisis o proponer a Al Gore para Nobel de la Paz… y luego nos extrañamos de que un chavalín de 2º de la E.S.O. se descuelgue con que los inmigrantes vienen a robarnos!

Lo que tendría que estar claro es que el fin nunca puede justificar los medios, mucho menos si esto se hace desde los aparatos del Estado, y uno de ellos es la policía y sus cuerpos de élite. Porque, si esto se admite, estamos abocados a cualquier política que en nombre de la paz y el orden social se saque de la manga el tirano de turno. De hecho, este tipo de tesis son las que justifican la existencia de dictaduras de corte fascista: la actuación indiscriminada e ilegal de las fuerzas represivas, su justificación en los medios de quienes tienen el poder y la presunta garantía de la convivencia a punta de pistola. Puestos a elegir, prefiero quedarme como estoy antes que personajes portadores de semejante ética venga a arreglar el mundo.

Lo triste es que la mayor parte de la crítica vea en «Tropa de élite» una buena película. Y que haya salido triunfante en un festival como el de Berlín. El mundo cinéfilo intelectual me tenía perpleja cuando, por ejemplo, aplaudía pseudo-críticas sociales tipo Ken Loach (de esas de qué malo está el mundo…). Ahora empiezo a comprender. Porque, efectivamente, es la otra cara de las favelas tal cual… pero, seguramente, esta sea la realmente peligrosa y la cinta anda muy lejos de dejarlo claro. Bueno, se me olvidaba: en la película hay un policía negrito que tiene principios. Estudia en la universidad, quiere ser policía, pero también abogado. Quiere conocer la ley, y quiere aplicarla tanto para acabar con el narcotráfico como con la corrupción policial. Pero el broche de la cinta es, ni más ni menos, el honrado personaje «viendo definitivamente la luz” y su ascensión a jefe de comando; se lo ha ganado exterminando a media favela y metiéndole un balazo entre ceja y ceja al jefe de los peligrosísimos narcos: un desgraciado yonqui analfabeto de no más de 20 años. Indignante.

Cidade dos Homens

Hace unos años, Fernando Meirelles nos deleitaba con la película «Ciudad de Dios»(2002), que lograba transportarnos a la profundidad de los barrios de Brasil en una excelente historia de esas que se te quedan grabadas para siempre. Su exitoso trabajo tuvo como resultado la serie de televisión «Cidade dos homens»(Ciudad de hombres), que consiguió emitir en 2007 la cuarta temporada en su país, y cuyos protagonistas son aquellos mismos niños de la favela de la colina de Rio de Janeiro, con unos años más. La serie creció a la vez que lo hacían ellos, Laranjinha (Darlan Cunha) y Acerola (Douglas Silva), que iban entrando en la adolescencia año tras año, episodio tras episodio, en una cultura impuesta por la violencia y dirigida por las bandas callejeras. En 2007, Paulo Morelli, co-fundador junto a Meirelles y Andrea Barata de la productora brasileña O2, escribe y dirige «Cidade dos Homes», película que sirve de colofón a la citada serie: Con el paso del tiempo, los chicos se han convertido en casi hermanos, el décimo octavo cumpleaños de ambos se acerca, Laranjinha se sumerge en la búsqueda de un padre que nunca conoció, mientras Acerola lucha por sacar adelante a su hijo de pocos años. De repente, se encuentran en lados opuestos de una guerra de bandas callejeras y los amigos de toda la vida se ven obligados a enfrentar un secreto de su pasado común.

«Ciudad de los Hombres» es una película más intimista que su original «Ciudad de Dios», de la que admiré sus giros de violencia realista y su fuerza visual, su rápida narrativa y su impactante descripción del mundo crudo y brutal que aterroriza las favelas, donde los jóvenes pistola en mano y las drogas son las estrellas, dibujo perfecto de la pobreza en toda su plenitud. En «Ciudad de Hombres» nada de esto sucede, la dimensión del relato no golpea la conciencia del espectador como antaño, porque más que un relato de violencia trata una historia de amistad y superación centrada en los sentimientos de los dos personajes protagonistas. Como si se tratase de elaborar un antídoto a la amoralidad que se siente en «Ciudad de Dios», la propuesta de Morelli es más reservada, cálida y falta de la brillante adrenalina del anterior film. La crudeza de antaño brilla por su asencia y se nota la intención del director de elaborar un producto más comercial, más cercano al gran público. No encontraremos ni una gota de sangre en las batallas callejeras, ni referencia alguna al tráfico de drogas más allá de algún personaje secundario fumando marihuana de modo esporádico. Tal vez haya ganado en puesta en escena, calidad fotográfica y elenco de personajes secundarios, pero mucho se ha perdido tambien del ritmo y autenticidad del trabajo anterior. Aún con todo, «Ciudad de Hombres» es una película que merece la pena ver.