El último viaje del Juez Feng (Jie Liu, 2007)

Resulta una grata noticia que se haya estrenado en España la ópera prima del director chino Jie Liu, porque la película podría calificarse dentro de esas que seguramente no resulten rentables, económicamente hablando, para nuestras salas de cine (curioso título el que se le dado en EEUU: “Courthouse on the Horseback”). Cierto, existe un sector entre nuestro público suficientemente aficionado al cine oriental (dicho sea de paso, no demasiado numeroso) como para arriesgarse en el intento. No obstante, para una buena parte de este sector, el cine oriental se basa en una serie de películas del género fantástico (casi siempre) que ofrecen situaciones de impacto y sensaciones extremas, unos cánones tal vez no tan distintos a la exhaustiva oferta del cine norteamericano. Es un mercado que se ha desarrollado hace no demasiado tiempo, tendente a unificar bajo el halo “de culto” (discutible en más de un caso) esos films que proceden del este de Asia, que destilan cierto exotismo, adaptado a menudo a los gustos occidentales; mercado en el que en muy pocas ocasiones figuran incluidos directores como el coreano Kim Ki-duk o el malayo Tsai Ming-liang, por no mencionar otros como el chino Zahng Kei-gia que aún no ha visto estrenada una sola cinta en nuestro país.

Es precisamente entre estos últimos donde mejor se podría encuadrar al director de “El último viaje del juez Feng”, película que nos transporta a la región de Yunnan, en unas remotas montañas del sudoeste de China, cercanas al Tibet, habitadas por poblaciones autóctonas que poco o nada tienen que ver con la apertura económica y el desarrollo del resto del país, y cuyos habitantes apenas saben de un gobierno que perciben burócrata y lejano. Feng es un funcionario que recorre la región a pie por caminos difíciles y sinuosos. Portador del Tribunal de Justicia resuelve, con cierta flexibilidad pero ley en la mano, los conflictos de estas poblaciones (un robo, una herencia, unas cabras que invaden propiedad ajena…). Viaja acompañado de su colega-secretaria y un joven en prácticas, recién licenciado, que le sustituirá cuando se jubile y que junto a un caballo y el Escudo del Gobierno componen este peculiar tribunal itinerante administrador de la justicia estatal.

No es una película fácil ni indicada para ver en cualquier momento: su ritmo es lento, carece de acción (en el sentido de que no produce emociones inmediatas) y la narración de personajes y situaciones roza, en numerosas ocasiones, el documental. Acompañando a la comitiva, a modo de road movie, asistimos al singular retrato de las relaciones humanas de este mundo olvidado, y a un concepto de justicia sustancialmente distinto al que estamos acostumbrados. En nuestro mundo, gracias al Imperio Romano, se discierne lo que es justo tomando como paradigma incuestionable el mandato de la ley. Los códigos consuetudinarios (regidos por la tradición y la costumbre) sólo son válidos en defecto de ley aplicable. La película nos invita a otra concepción de la justicia y de las relaciones entre los individuos, en la que priman esas tradiciones milenarias sobre las leyes escritas por sus gobernantes, pudiendo sus funcionarios (en los hechos) dejar de ser respetados como autoridad si las contradicen. Una sociedad donde por encima de las pruebas materiales o los argumentos persiste el acuerdo entre las partes, y donde el intento de aplicar la ley de modo ortodoxo puede desembocar en un conflicto mayor al que se pretenda resolver, pues todos se volverán contra quien representa esa justicia que no respeta las normas transmitidas generación tras generación, gracias a las cuales han convivido pacíficamente durante milenios. Nuestro concepto de lo justo y lo equitativo revela diferencias importantes con estas culturas: nuestra justicia es unívoca; la suya es, ante todo, la justicia del pacto. No se trata de hacer una reflexión sobre qué modelo es más conveniente o ecuánime, aunque no viene mal que nos pongan en solfa nuestro orgulloso modo occidental de lo equitativo. El conocimiento de otras culturas no sólo hace más libres a las personas, también ayuda a que sean más humildes.

Paralelamente a este hilo narrativo, el film desarrolla la historia personal del juez Feng. Del juez y su secretaria (un amor imposible), el juez y el aprendiz (lo viejo frente a lo nuevo y dos concepciones diferentes de legalidad), entre los tres y los distintos personajes que van apareciendo y, también las relaciones humanas entre éstos, entre iguales. Todas ellas, plasmadas con extrema delicadeza, huelen a auténticas, a creíbles. Una de las mejores escenas es en la que el juez trata de recuperar el escudo gubernamental que, tras un robo, ha sido hallado en el fondo del pantano. Las personas del poblado no sólo no le dejan adentrarse en él por temor a su integridad (el escudo a ellos no les importa en absoluto), sino que deciden desmontar una a una las puertas y ventanas de sus casas a fin de construir un puente de madera que permita alcanzar el lugar donde se encuentra el escudo. Una vez recuperado, reconstruyen entre todos nuevamente las viviendas y aprovechan la ocasión para celebrar una gran fiesta. Magnífico ejemplo de altruismo y solidaridad natural. En otra conmovedora escena una niña recorre kilómetros andando para ofrecerle al juez un pastel preparado por su madre (no, la madre no tiene litigio pendiente alguno) y se lo ofrece sin querer acercarse demasiado. Aunque la que personalmente más me impresionó fue una en la que el juez y su colega charlan poco antes de separarse, hacia el final de la película. Él fuma un cigarrillo y ella, de espaldas, habla mientras lava su ropa: “Tu vida entera puede resumirse en el tiempo que se tarda en lavar una camisa”. Fascinante.

6 comentarios en “El último viaje del Juez Feng (Jie Liu, 2007)

  1. Veo con alegría que este blog no descansa. Tomará tiempo revisar los atrasos. Este cine chino que comentas es de los de la categoría «tomate-antes-un-café-bien-cargado» ¿no? Sin embargo el esfuerzo suele merecer la pena. Lo último que he visto en este estilo fue «Naturaleza muerta» de Jia Zhang-Ke (o Zahng Kei-gia, como mencionas: estos directores son como los faraones egipcios, tienen dos o tres nombres probables) y es una gran película. Me pregunto ¿estas películas arrasarán las taquillas chinas o pasará como aquí, que con suerte las estrenan?
    Saludos

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  2. Tmabién yo me quedé con ganas de ver «Naturaleza muerta». de todas maneras, babel: te gusto ésta? Tengo la sensación de que la valoras por lo bueno que tiene de cine occidental y lo bien que lo representa pero no de que la historia te haya convencido, y supongo que no tiene que ver con el ritmo lento, porque hay auténticas perlas por esos derroteros y sé que tú las conoces. El caso es que -si te digo la verdad- no acabo de entender a quien dice que le gusta el cine asiático..! le gustarán algunas y otrs no, las hay muy modernas y muy clásicas y algunas son buenas y otras no no son, y es verdad que no todas son de autor, aunque para nosotros esa mezcla de minimalismo y de pausado con lo exótico nos lo sugiera. besos

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  3. Que manía de clasificar el cine segun el lugar de procedencia, porque la etiqueta de cine asiatico puede englobar generos muy diversos ¿no es así?. hay de todo, del mismo modo que pasa con el americano o con el europeo, incluso con el español. Esta pelicula tiene toda la pinta de ser una de esas didacticas calificable dentro de lo etnografico. Dices que huele a auténtica y a creíble y sera verdad. También huele a lenta, lenta, lenta del copón, je, je.
    Entiendo tu interés en ella, no por lenta, claro, por el tema que trata. para mi como curiosidad no esta mal, pero no me llama el verla. Esta clase de cine no me va mucho. Besosss!!!!

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  4. Interesante desde esta perspectiva jurídica que apuntas, cuya consecuencia es que en la resolución de conflictos el Juez Feng ha de intervenir como mediador más que como portador de Ley tal como se entiende en el Derecho heredado, como afirmas, del Derecho Romano. La crítica a la China del siglo XXI es palpable en la imagen del Escudo Nacional a lomos del caballo dando tumbos por los caminos rurales.
    E interesante el lado humano, en el que los portadores de soluciones para otras no son capaces de hallarlas para resolver sus propios conflictos. Ya se sabe, en casa del herrero cuchillo de palo. la tragedia subyace durante toda la película, y va aumentando hasta concluir en el trágico final. El defecto no es su lentitud sino que se estanca en demasiados momentos dando la sensacion de precipitarse y detenerse. Esto entorpece el desarrollo de la historia y hace que el final encuentre un espectador desprevenido y con la guardia baja.

    Y sólo añadiría esto a tu excelente reseña.
    Gemma Viñals.

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  5. Licantropunk, el café, imprescindible! je, je. Del director de Naturaleza Muerta (no me atrevo demasiado a poner ya el nombre) me gustó mucho «The World»… seguramente caiga un post pronto por aquí, saludos!

    Lapor, me gustó la película, sin más. Tiene poco de cine occidental, tal como se entiende. Tienes razón en que el cine asiático es muy diverso, y creo que no andamos muy lejos en gustos en este tema. Pero esta también es una delicia, o a mí me lo parece, claro…

    Charlie, ya sabes que el tema me interesa, pero la película quizá merece la oportunidad. Es lenta, pero no se entretiene tampoco en tomas interminables de esas que te duermen. Supongo que te refieres a alguna iraní que alguna vez hemos comentado. Ya sabes que diferimos en eso, pero nada que ver. Esta es que es muy «china».

    Gemma, completamente de acuerdo, se estanca y se precipita después, o al revés… muy bien definido. Yo creo que es la inexperiencia del director, al ser su primer film. Pero en conjunto, creo que se salva bastante bien.

    Saludos a todos!

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  6. Muy interesante tu reseña.
    Esta semana que no hay nada digno que comentar, puede que me decante por ella para mi crítica semanal.
    Saludos!!

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