La revista digital «La caja de Pandora» levanta hoy el telón

Hoy, 1 de mayo, ha salido por fin el primer número de La caja de Pandora. Se trata de una revista de cine y otras artes que en principio proyecta ser cuatrimestral y monográfica, es decir, cada número tratará de un tema genérico con artículos dedicados al cine, el cómic, la música, la pintura y cualquier tipo de manifestación artística relacionada.

Este primer número que hoy ha visto la luz está dedicado al Holocausto nazi de la Segunda Guerra Mundial, y en él se pueden encontrar artículos sobre la evolución en el tratamiento por parte del cine a lo largo de los años, junto a reseñas de películas de Rosellini, Polanski, Chaplin, Claude Lanzmann, Spielberg, Orson Welles o Leni Riefenstahl, entre otros, pero también encontrarán artículos monográficos que tratan su influencia en la literatura, la fotografía, la música o la pintura.

Este blog ha colaborado con un artículo sobre la película El Extraño, dirigida por Orson Welles en 1946, el primer y único film que se hacía en Hollywood aludiendo de forma explícita los campos de concentración nazis y el exterminio de millones de personas en Europa, ya que después de su estreno, el cine norteamericano pasaría a centrar su atención en la incipiente Guerra Fría y el tema no sería retomado por la industria del cine americano hasta años más tarde.

Cuando el amigo Crowley , el artífice de todo esto, se embarcó en este proyecto de manera altruista y me propuso participar, acepté con gusto, pero no tenía demasiada idea de cual sería el desenlace. Y, la verdad, he quedado gratamente sorprendida de la calidad del resultado, desde la maquetación, que es sencillamente formidable y digna de haberse editado en papel, por no hablar de la calidad del contenido que, en el que han colaborado compañeros de la blogosfera y que, hasta ahora he podido leer, es sencillamente impresionante.

La revista es de difusión digital, y podéis visitar el blog proyectado para el lanzamiento en este enlace, desde donde tendréis oportunidad de leerla on line o de descargarla en formato PDF de forma totalmente gratuita. Me siento muy agradecida, muy contenta y orgullosa de haber participado, aunque de manera muy pequeña, en este proyecto que ha desbordado mis primeras expectativas. Por mi parte, un primer vistazo solo al formato y he quedado impresionada, ahora toca leer detenidamente su contenido, agradeciendo de antemano a todos el esfuerzo y deseando desde ya empezar a colaborar en el siguiente número. La caja de pandora levanta hoy el telón y queda a disposición de todos los lectores, felicidades pues al equipo que la ha hecho posible. Ahora solo queda que se atrevan a abrir la caja.

Edgar Neville: La torre de los siete jorobados

La torre de los siete jorobados es una película española de corte fantástico, coctel de géneros de terror, negro, comedia y misterio; un film siniestro, expresionista y con un toque gótico, realizado por Edgar Neville en 1944. Por aquellos años el país se encuentra en plena posguerra, período negro recién comenzado de la historia de España, con un panorama social marcado por el hambre, la miseria, las cartillas de racionamiento… imaginen qué situación padecía nuestro cine. La pregunta es: ¿Cómo es posible que en aquel momento alguien pudiera producir una película sin fines propagandísticos cuando, además, tanto el gobierno por activa como el mundo del cine por pasiva despreciaban el género en favor de otro tipo de planteamientos?.

Para dar una explicación razonable es necesario entender, aunque sea de manera sucinta, la figura de Edgar Neville, pues seguramente sólo un personaje de su corte reunía las condiciones necesarias para poder parir este tipo film en semejante coyuntura. Neville era un madrileño apasionado del teatro, aunque en realidad se licenció en Derecho. Hacia final de la década de los 20 comienza a interesarse por todo lo relacionado con el mundo del arte en sus diferentes facetas: novela, pintura, poesía, por supuesto el teatro y, claro, también el cine, que por entonces se encontraba en pleno boom del sonido. Poco antes del triunfo de la República y la huida de Alfonso XII a Italia, Neville es un abogado recién licenciado interesado por el ambiente cultural, por entonces en plena efervescencia en España.

Su posición social y su relación con el mundo empresarial le permite relacionarse y entablar amistad con figuras como Lorca, Dalí, Buñuel, Ortega y Gaset o Manuel de Falla. Además, su condición de miembro de una adinerada familia da alas a su carrera diplomática, lo que se traduce en viajar y conocer numerosos países durante los breves años de la República: Roma, Marruecos, Gran Bretaña y finalmente Estados Unidos, primero Washington y posteriormente Los Ángeles. En éste, su último destino como representante de la diplomacia española, se introduce en el mundillo de Hollywood y acaba colaborando como guionista para la Metro. Allí conoce a Charles Chaplin quien -según wikipedia– le otorga un pequeño papel en Luces de la Ciudad. Pero en 1936 estalla la Guerra Civil española y hay que tomar claro partido. Neville lo hará por el bando nacional, para el que pasa a trabajar como documentalista. Su toma de posición por el régimen y su ascendencia familiar será lo que le permita, una vez finalizada la guerra, cierta libertad artística, contar con el beneplácito del régimen franquista y carecer de dificultades financieras, pues sus proyectos los subvenciona la mayoría de las veces el propio Neville, Conde de Berlanga del Duero, quien en plena posguerra no padece demasiados ahogos financieros. Como quiera que el que tuvo, retuvo, el bagaje cultural y artístico acumulado en los años previos es incuestionable, por lo que Neville es, con la perspectiva que nos otorga el tiempo, una de las pocas figuras interesantes desde el punto de vista artístico de este oscuro período, a pesar de que la adscripción al régimen haya mantenido su obra en la sombra con el paso de los últimos años.

Son pocas las veces que el cine español se aventura en el género de terror hasta la aparición de los primeros trabajos de Jess Franco, allá por la década de los 60, y seguramente La torre de los siete jorobados sea la única encuadrable desde que el nuevo régimen toma el poder, momento a partir del cual en España solo se proyectan películas norteamericanas convenientemente filtradas por la censura y alguna que otra españolada de carácter propagandístico y costumbrista que, con clara intencionalidad, asientan la idea de sociedad acorde a la iglesia y al régimen. El film de Neville es, sin embargo, una rareza ajena a todo esto, pues además de tratarse de un auténtico thriller fantástico de terror, se asemeja más en su técnica y factura a las tendencias europeas más vanguardistas que al recto corte cultural patrio. Auténtica joya del cine español, cuenta con una puesta en escena realmente asombrosa que podemos ver, por ejemplo, a la hora de recrear escenarios como la torre, cuya escalera de caracol bajando hacia el interior de la tierra recuerda mucho al cine expresionista alemán de los años 20, al tiempo que recoge las primeras tendencias del cine negro norteamericano en su desarrollo argumental.

Pero por encima de todo se trata de una película fantástica, probablemente el primer largometraje de estas características en nuestro cine, que combina variados elementos sobrenaturales como fantasmas, hipnotizadores, contrabandistas o siniestros clanes de jorobados nunca exentos de un toque de humor, a mi modo de ver un tanto grueso, como la escena en la que irrumpe el espíritu del mismísimo Napoleón Bonaparte. La trama nos sitúa en el Madrid de finales del siglo XIX. Un joven arruinado por el juego (Antonio Casal) apuesta sus últimas monedas en una ruleta clandestina. A punto de perder cuanto posee, se le aparece un fantasma (Félix de Pomés), personaje escalofriante y a la vez benevolente que surge a través del espejo y solo él puede ver, para indicarle cuál será el siguiente número afortunado. A cambio de que la suerte vuelva a sonreírle, deberá proteger a su sobrina Inés (Isabel de Pomés) de un clan de malvados jorobados que habita en el subsuelo de la ciudad. Mención especial merece el personaje del Doctor Sabatino, extraña figura entre pícara y siniestra que borda Guillermo Marín. El sombrío y tenebroso mundo que se esconde bajo los adoquines de Madrid contrasta con los escenarios exteriores que no son otros sino los alrededores de la Plaza Mayor y el barrio de La Latina muy bien recreados, bajo los que se esconde un submundo de intrigas y lúgubres personajes y cuyo acceso entraña riesgos incalculables. La mezcla de atmósferas, costumbrista en la superficie y entre gótica y expresionista bajo el suelo es realmente fascinante. Y, como no, el final que nos ofrece está a la altura de semejante rareza para la época, cuando Neville decide dejar el caso abierto, crimen sin resolver y asesino sin su correspondiente castigo: todo menos convencional dado el enfoque moralista de la censura nacional-católica imperante.

La idea no es original de Neville, sino que se trata de una adaptación, aunque muy libre, de la novela escrita años antes por Emilio Carrere, una obra en la que son patentes las influencias de Conan Doyle y Edgar Allan Poe, pero que posee a la vez tintes costumbristas muy propios, ya que las referencias al Madrid más castizo y a sus personajes característicos (serenos, cupletistas o chulapas) son una constante que, además, recogería Neville en casi todos sus guiones. Me he permitido recuperar unos minutos de la película que espero sirvan para despertar el interés suficiente respecto a esta joyita, precursora de un género que tardaría algunos años en desarrollarse en España, y que lamentablemente solo podemos disfrutar en una calidad muy baja mientras nadie se decida a lanzar al mercado una edición restaurada.

Chaplin: Luces de la Ciudad (City Lights, 1931)

chaplin

Si tuviese que elaborar una lista de mis directores de cine preferidos, Charles Chaplin ocuparía, sin duda alguna, un lugar destacado. La genialidad de Chaplin reside, entre otros méritos, en haber sabido crear ese personaje encantador que es Charlot, o el Vagabuno, el mismo en cada película (a excepción de algunas de su cine más tardío como El Gran Dictador), el alma de todas ellas pero que, a la vez, está siempre colocado fuera, como un forastero que deambula en ese mundo hostil que casi siempre representan sus películas. Pero el rasgo que hace fascinante al Vagabundo es su narrativa exclusivamente a base de lenguaje corporal. Al contrario que en otras obras del cine mudo, en las que los personajes parece  que desean hablar (valga Buster Keaton como ejemplo), el Vagabundo de Chaplin es intrínsecamente mudo: él es siempre un marginado, un observador, el solitario, no se le dota de hogar o de amigos, existe inalienable en un plano distinto al resto de personajes y se relaciona con ellos sólo a través de sus actos. Charlot fue creado por y para el mundo silente, tal vez por ello, cuando Chaplin rueda City Lights en 1931, tres años después de la introducción del sonido en el cine,  lo hace con total ausencia de diálogo, como si se tratase de una película muda; incluso en Tiempos Modernos, cinco años más tarde, Charlot continuará en silencio, el lugar en el que alcanza la máxima expresividad. Sus movimientos extraños, su inconfundible caminar oscilante, garbo desequilibrado y enorme cadencia musical no precisa de diálogos que interrumpan el flujo de la acción, porque cada plano habla por sí sólo, claramente, sin necesitar de discurso alguno, construyendo ese lenguaje del Cine, universal, que desconoce los límites nacionales que estaba incorporando, mediante la palabra, el cine sonoro.

Si, además, tuviese que elegir entre todas las películas de Chaplin una sola, probablemente me decantase por Luces de la Ciudad, película que creo contiene casi todo el conjunto de matices que aportó al Cine el genio. En ella podemos encontrar las payasadas, la melancolía, el dramatismo, la parodia de lo cotodiano, la caricatura social, el melodrama, las argucias, la gracia, la fantasía, la ternura y la humanidad

que contagian todas sus películas, la maestría al servicio de los detalles y, por supuesto, ese personaje al que dio vida y que se convirtió en uno de los iconos de la primera mitad del siglo XX. Y también porque en ella coexisten algunas de las más grandes secuencias cómicas de Chaplin; desde la escena inicial en la que se inaugura una estatua y cuando retiran el velo se le ve durmiendo en el regazo de un héroe de piedra grecorromano, o el famoso combate de boxeo en la que hace gala de una ágil coreografía consiguiendo colocar siempre al árbitro entre él y el contrincante, o la escena en la que trata de hacer desistir al millonario en su intento de suicidio y termina casi ahogándose en el mar con la roca colgada de su propio cuello, o la escena en la que se traga el silbato y comienza a perseguirle una jauría de perros, o la secuencia en la que se enfrenta a los ladrones en la casa del millonario, o la del club nocturno en la que defiende a la bailarina del chico con el que estaba bailando, o la escena (mi preferida) en la que llega a casa de la chica ciega para entregarle el dinero del alquiler y de la operación de ojos y, tras besarle la mano, se encoge de hombros, mete la mano en el bolsillo y le da también su último billete… Y la última, uno de los momentos más románticos y emocionantes del cine, cuando la florista le reconoce tocándole sólo las manos, él cabecea, sonríe, ella le acepta y él continua su camino…

En los tiempos actuales, cuando gran parte del cine está al servicio del negocio de unos pocos y la calidad de las películas se mide casi exclusivamente por su recaudación en taquilla, en el que el cine más aceptado es el entendido únicamente como espectáculo de efectos al margen de su calidad narrativa, interpretativa o estética, conviene revisar de vez en cuando alguna de estas cintas que permanecen dormidas, a la espera de enseñarnos qué es el Cine a quienes queremos aprenderlo y que, a pesar del paso del tiempo siguen ahí, sobreviven imborrables con su graciosa perfección y su destreza artística justificando la mayúscula de la palabra Arte. Valga pues la propuesta para iniciar el nuevo año en este blog, que podéis visionar completa en la pestaña on-line. ¡Feliz comienzo!