Cine on-line: Arrepentimiento (Monianeba), de Tengiz Abuladze

Arrepentimiento -cuyo título original es Monianeba-, se estrenó en 1987 y es la última película del cineasta georgiano Tengiz Abuladze, quien murió poco después de ver como su film era reconocido internacionalmente. La historia de su producción es rocambolesca, porque el director comenzó a trabajar en ella a principios de los 70, pero un accidente de automóvil interrumpió el proyecto hasta casi diez años después. A comienzos de la década de los 80, cuando todavía no había desaparecido la URSS, Abuladze contaba con el apoyo de Eduard Shevardnadze, quien en ese momento ocupaba el cargo de primer secretario del Partido Comunista de Georgia. Pero el cambio político ya se vislumbraba en el horizonte, y Shevardnadze ofreció al director un espacio sin censura en la televisión georgiana para la película, que proyectaba emitirse en tres episodios. No sería todavía ésta la oportunidad definitiva, porque cuando todo parecía estar a favor,  el actor principal, Gega Kobakhidze , es arrestado y encarcelado acusado de participar en el secuestro del Vuelo Aeroflot 6833. El rodaje vuelve a detenerse temporalmente, reanudándose dos años después con Merab Ninidze en el papel. Cuando definitivamente se concluye, en 1984, logra proyectarse una sola vez fuera de los círculos sindicales de Georgia, en Moscú, pero inmediatamente es censurada y archivada durante tres años. Se dice que el propio director escondió una copia bajo el colchón de una cama para impedir que el trabajo desapareciese. No será hasta 1987, con el nuevo clima político de Perestroika y Glasnost iniciado por Mijail Gorbachov, cuando es relanzada en toda la Unión Soviética y presentada en el Festival de Cannes, donde logra el Gran Premio del Jurado. Abuladze es galardonado en Moscú con la Orden de Lenin y acompaña a Gorbachov en su primera visita oficial en Nueva York en 1988.

Arrepentimiento concluye la trilogía comenzada por Abuladze con La súplica (1968) y El árbol de los deseos (1977) y cuenta la historia de Verlam Aravídze, un personaje ficticio que representa al fallecido alcalde de una localidad georgiana, cuyo cadáver aparece desenterrado una y otra vez, para desespero de los parientes del muerto. La profanadora de la tumba es Ketovan Barateli, mujer de edad madura y de porte un tanto vintage, quien se las arregla para llevar el cadáver de Verlam una y otra vez hasta el jardín de la villa familiar. El nieto de Verlam, un adolescente, tras esconderse sucesivas noches en el cementerio, descubre y detiene finalmente a la profanadora. Se inicia un grotesco juicio contra ella en el que vemos al fiscal jugar con un cubo de Rubik mientras Ketovan se explica ante los parientes y amigos del muerto.

Un flash back nos lleva a la infancia de Ketovan, a la casa de su padre, el artista Sandro Barateli, víctima de la represión de Verlam, hecho que en principio motiva el comportamiento de la mujer. La figura del dictador, su ansia maniaca de poder, se ve dibujada en un personaje cuyo porte recuerda inevitablemente a Stalin, su indumentaria a Lavrenti Beria -el jefe de la policía estalinista en Georgia- y su bigote al mismo Hitler. El personaje oscila entre lo ridículo y lo trágico. Verlam pronuncia un incomprensible discurso en el balcón del Ayuntamiento, en cuya fachada lateral pende una horca vigilada por un cuervo. El poderoso alcalde visita a sus víctimas antes de enviarlas al campo de concentración, de donde no regresarán. Va vestido con un gigantesco capote georgiano y acompañado de dos matones analfabetos con quienes entona arias italianas. Imágenes surrealistas se mezclan a lo largo del relato, no en vano el georgiano se confesaba incondicional de Buñuel. En un fabuloso jardín, ante un piano blanco, se desarrolla en clave de farsa una parodia de la Gran Purga de 1938, en la cual Stalin se deshizo de sus máximos oponentes políticos. Barateli muere a los acordes del Himno de la Alegría, de Beethoven, que pone el contrapunto musical a una escena de tortura donde el artista se descoyunta pendido de una cuerda. Una impresionante secuencia muestra a un grupo de mujeres que deambulan en un terreno pantanoso tratando de encontrar los nombres de sus maridos y familiares en los troncos del árbol que acaba de llegar del Norte, donde están los campos de prisioneros.

Arrepentimiento es una película ambiciosa que no hace concesiones a la audiencia, ya sea soviética u occidental. Una alegoría política sobre cómo pudo surgir de la revolución rusa la dictadura más férrea del siglo XX, sobre el terrorismo de Estado y sobre su eco en las relaciones sociales entre las diferentes generaciones hasta los años finales del experimento que fue la URSS. A pesar de su surrealismo (el diálogo del loco, los caballeros medievales y los tribunales inquisitoriales, los ensueños y las fantasías) y de su abundante simbolismo cristiano, la película funciona como un trabajo suficientemente serio sobre la historia reciente de Georgia y nos permite comprender un poco mejor la situación actual. En cuanto al estilo narrativo, la película está contada como un retroceso prolongado en el tiempo, y hay que decir que Abuladze se toma el suyo para llegar al fondo del tema. La historia, más que desplegarse se reconstruye, como si se tratase de unas matrioskas donde el director nos va descubriendo capa a capa y con bastante paciencia hasta dónde pretende llegar. Larga y por momentos difícil, se trata de una película compleja, con varias sub-tramas dentro de su estructura y con un estilo un tanto abstracto, que combina el surrealismo extravagante cercano a Buñuel con abundante simbolismo, rozando a veces lo tendencioso, todo subrayado por una patina de humor negro servido con abundante folclore georgiano que la hace en algunos momentos algo densa de digerir. En definitiva, un film muy curioso e interesante, a pesar de que la combinación y la abundancia de detalles con referencias políticas requiere un nivel de dedicación de la audiencia que muy pocos directores contemporáneos se atreven a exigir del público. Completa y con subtítulos, que la disfruten…

Documetal completo: La doctrina del Shock

Como está disponible en código abierto, hoy traemos on-line y subtitulado el documental completo dirigido por Michael Winterbottom y Mat Whitecross, La doctrina del Shock, que es la adaptación del libro de la periodista canadiense Naomi Klein, una radiografía de la situación económica actual que trata el modo en que la gente es manipulada por los medios a través del miedo al terrorismo para someterles a su voluntad y su óptica sobre la situación.  La película sigue el rastro de las teorías de Milton Friedman y su puesta en práctica por los llamados Chicago boys durante los pasados cuarenta años, poniendo en evidencia las consecuencias de su legado y destapando el lado más oscuro de las tesis que sostiene han conducido a la situación actual y que, por su impopularidad, solo pudieron imponerse en numerosos lugares mediante la tortura y la represión.

La autora desmonta, con argumentos suficientemente convincentes, el mito según el cual el mercado libre y global triunfó democráticamente, y que el capitalismo sin restricciones va de la mano de la democracia. Por el contrario, Klein sostiene que ese capitalismo utiliza constantemente la violencia, el choque, y pone al descubierto los hilos que mueven las marionetas tras los acontecimientos más críticos de las últimas cuatro décadas.

Klein demuestra cómo el capitalismo emplea constantemente la violencia, el terrorismo contra el individuo y la sociedad justificándolo con las necesidades para lograr sus objetivos como panacea de la paz mundial. Lejos de ser el camino hacia la libertad, aprovecha las diversas crisis cíclicas para introducir impopulares medidas de choque económico, a menudo acompañadas de otras formas de shock no tan metafóricas.

El documental es un repaso por la historia mundial reciente (de la dictadura de Pinochet a la reconstrucción de Beirut; del Katrina al tsunami; del 11-S y la invasión de Irak al 11-M), para dar la palabra a un único protagonista: las diezmadas poblaciones civiles sometidas a la voracidad despiadada de los nuevos dueños del mundo, el conglomerado industrial, comercial y gubernamental para quien los desastres, las guerras y la inseguridad del ciudadano son el siniestro combustible de la economía del shock.

La película no habla de nada que no sepamos o hayamos podido intuir en algún momento, pero no se puede negar que el análisis es bastante diferente a cuantos nos han venido vendiendo hasta la fecha. Discutible como tantos otros, nadie es poseedor de la verdad absoluta, pero indudablemente  resulta una buena ayuda para reflexionar sobre lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que puede acontecer. El debate está servido, porque si de lo que nadie duda es del desmantelamiento progresivo del estado del bienestar de la mano incluso de quienes antaño lo defendieron, en nombre y salvaguarda de la crisis económica que parece hemos provocado entre todos, lo que no es tan evidente es si en breve la defensa de las migajas que restan del Estado benefactor, baluarte de la timorata batalla que hoy protagoniza la izquierda en nuestro país, no tenga que verse sustituida por otro frente: el de defender los derechos fundamentales y más básicos de los ciudadanos. Es decir, que la crisis deje de ser solo económica y los nubarrones financieros den paso a otras tormentas, como el cuestionamiento de las mínimas libertades democráticas. Esperemos equivocarnos.

Elsa y Fred, en memoria de Manuel Alexandre

El pasado 12 de octubre fallecía Manuel Alexandre, actor que casi nunca había interpretado papeles como protagonista principal, por lo que se ganó el apodo de «secundario de oro» del cine español. Sin embargo, resulta muy difícil echar la vista atrás y tratar de hablar de la historia del cine patrio sin una merecida referencia a su carrera, avalada por más de trescientos títulos a sus espaldas. Porque cuesta imaginar películas como «¡Bienvenido, Míster Marshall!«,»Amanece que no es poco«, «El ángel de la guarda» «Calle Mayor» «Plácido«, «Atraco a las tres» o hasta «Muerte de un ciclista» sin la huella de Manuel Alexandre, sin la aportación de su trabajo, imprimiendo una particular emoción muy bien dosificada a sus personajes, de una ternura y credibilidad sorprendentes, que hacía que siempre terminaran resultando entrañables.

Como hace tiempo que este blog no posteaba ninguna película en la sección on-line, qué mejor momento para recordar a este actor tan cercano y cálido que quedará siempre en la memoria de todos como parte indiscutible de nuestro cine. Elsa y Fred es una pequeña comedia romántica en la que Manuel Alexandre interpreta a Fred, un viudo hipocondríaco que a los 77 años acaba enamorándose perdidamente de su vecina Elsa, magníficamente interpretada por China Zorrilla, octogenaria actriz argentina, de origen uruguayo, que derrocha carisma y ganas de vivir en un papel que encaja y explota sus mejores atributos. Elsa y Fred es una coproducción hispano-argentina de 2005, con guión y dirección de Marcos Carnevale. Cuenta una historia sencilla, pequeña si acaso, pero hace pedazos el estereotipo común del abuelo, presentando dos personajes repletos de deseos y ganas de vivir en una lograda mezcla de humor, emociones y cotidianeidad, adjetivos en consonancia con cómo muchos recordaremos siempre al actor. «La dolce vita» de Fellini hace las veces de hilo conductor o Mcguffin argumental, en particular la famosa escena en la que Anita Ekberg arrastra a Mastroianni a chapotear en la Fontana di Trevi.

Unos de los pocos papeles en los que Manuel Alexandre desempeñó el rol protagónico y que le valió por primera y única vez la candidatura al Goya como mejor actor, premio que obtuvo  en 2003 de manera honorífica al conjunto de su carrera cinematográfica. Valga pues como pequeño homenaje desde este blog a una de las figuras más entrañables de nuestro cine. Elsa y Fred completa, en memoria de Manuel Alexandre. Que la disfruten.